«Lo digital nunca va a sustituir la experiencia personal»

Jesús Hoyos
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Francisco Javier Pérez considera prioritario que el Museo sea un «referente» en materia arqueológica. Para ello, encara una renovación museográfica y pide que las administraciones «dejen trabajar a los técnicos» y apoyen la programación que proponen

«Lo digital nunca va a sustituir la experiencia personal» - Foto: Óscar Navarro

Hace poco más de un siglo, el 19 de julio de 1921, comenzó la andadura del Museo de Palencia. Un centenario que repasa su director desde hace cuatro años, Francisco Javier Pérez, que ha vivido este período inmerso en largas obras de renovación y en la pandemia.

Pérez, que ya dirigió en 2003 el centro museístico y también es conservador del mismo, analiza su situación actual y destaca la importancia de acercarlo a la sociedad.

¿Hasta qué punto ha podido cumplir los objetivos planeados?

Han sido unos años muy complicados, con situaciones nuevas. Todo se vio alterado y retrasado. No tenía grandes objetivos cuando volví a ser director. Llevo 26 años aquí, participé en el primer montaje, y ya fui director entre 2003 y 2006 y conservador desde entonces. Es decir, he sido, en parte, responsable del Museo. Mis objetivos eran continuar con la vida que llevábamos, incidir en el aparato de documentación, continuar con la labor de catalogación de piezas, incrementar nuestra presencia en CER.ES, una base de datos a nivel nacional -actualmente tenemos ahí más de 300 piezas- y continuar con la acción cultural.

En ese aspecto, quiero que tenga una mayor presencia en la sociedad palentina y que sea un referente en materia arqueológica para Palencia. Que la gente sepa que aquí pueden venir a consultar y preguntar sobre cualquier asunto. Estamos abiertos a otros proyectos culturales, como exposiciones de arte contemporáneo o etnográficas. Sí tenemos el objetivo de que todos los años haya una exposición de arqueología y otra de etnografía. Los pasos marcados se van cumpliendo poco a poco.

¿Cómo se puede acercar el Museo a la sociedad?

Intentando conseguir una mayor presencia. Todavía hay gente que no lo conoce. Sí la Casa del Cordón, pero no se imagina que detrás de esa pequeña fachada de dos alturas se esconde un edificio de seis plantas y de arquitectura moderna. Se puede hacer a través de las actividades culturales al margen de la exposición permanente, que es el atractivo fundamental. Otra vía que la pandemia nos ha obligado a abrir es el mundo digital y las redes sociales, generando contenidos para difundirlos ahí.

¿Qué retos tiene el Museo a corto y medio plazo?

A corto, uno claro y evidente que comenzará a principios de 2022, como es la renovación museográfica. Llevamos con este proyecto desde 2016. Se paralizó por la obra y se retrasó por la pandemia. Esperamos que este mes se adjudique la licitación y empecemos con la renovación a primeros de año. A medio y largo plazo, intentar conseguir estabilidad en el Departamento de Educación y Acción Cultural (DEAC) con una persona encargada de atender durante todo el año a grupos de escolares. También mantener una programación estable de actividades culturales. Las asignaciones presupuestarias que nos daban hace unos años eran mínimas. Recientemente se ha conseguido un incremento y hemos podido hacer más.

¿En qué consistirá esa renovación?

Tiene cuatro grandes apartados. Primero, una renovación del aparato informativo de la zona de Prehistoria. Segundo, en la planta dedicada a la época romana, se va a desmontar la zona dedicada al almacén visitable para convertirlo en una zona donde se expondrá la historia de Palencia capital, la Pallantia romana. También se va a intervenir en el área de acceso al Museo, en la recepción, con un cambio de mobiliario y diseño. Se va a actuar en la zona destinada a las actividades con escolares, dignificando ese espacio para darle una mayor prestancia, en consonancia con la importancia que tienen. No dejan de ser prácticamente el 50% de los visitantes. Que no puedan participar en esas actividades es lo que más echamos de menos en estos momentos. Ha sido, para nosotros, uno de los mayores problemas de la pandemia. 

Guías voluntarios y Asociación de Amigos del Museo. ¿Qué sería de este sin ellos?

Los guías fueron importantísimos en la primera etapa tras su inauguración en 1997 en la Casa del Cordón. El grupo funcionó muy bien hasta 2010, más o menos. Ahí conseguimos que una persona se dedicase a las actividades con escolares. Hasta entonces, colaboraban en todas las visitas de grupos. Su presencia ahora es menor pero también fundamental. Se cortó con las obras y la pandemia, porque es gente generalmente jubilada, grupos de riesgo a los que no nos atrevemos aún a ofrecer ese servicio. Si todo sigue como esperamos, el año que viene iniciaremos un curso de formación para cuatro solicitantes. Además hay una docena de voluntarios que quieren seguir colaborando. A finales de primavera probablemente volverá. Es una forma de que ofrezcan toda la experiencia que tienen a los demás.

La asociación es un proyecto más reciente, que se refunda en 2013 con nueva gente y objetivos. Ayuda a la vida del Museo y prueba de ello es el regalo que ha hecho aprovechando el centenario con el libro De la Prehistoria a la Edad Moderna a través de 40 piezas del Museo de Palencia.

También es importante la figura del donante

Sí. Hay gente que tiene piezas y objetos de arte en su casa que no sabe qué futuro les puede dar. Tienen a bien donarlos y complementan la colección al mismo tiempo que se aseguran de que serán conservados y disfrutados por el resto de la sociedad. Tenemos una vitrina destinada a ellos y se les reconoce durante el Día Internacional de los Museos para dar visibilidad y animar a la gente a que done, así como recordar la obligación que tiene cualquier ciudadano que encuentre un objeto arqueológico de entregarlo al Museo.

¿Cuál era la tendencia pre-pandemia y cómo se han ido recuperando las visitas?

Desde 2012 hubo un incremento paulatino de los 12.000 visitantes hasta los 17.000 de 2017. Se cerró en septiembre de 2018 y los datos mensuales indicaban entre 1.100 y 2.000. Los datos ahora no tienen nada que ver por las circunstancias. No podemos realizar actividades con escolares. Antes, lo normal era que dos o tres grupos vinieran todas las mañanas. Tras el confinamiento los aforos se limitaron y la gente tenía miedo. En octubre, noviembre y diciembre de 2020 hubo 467 visitantes de media. Ha repuntado cierto interés en abril y mayo, con 1.000 y 1.800 visitantes, por el Festival Internacional de Fotografía de Castilla y León y los actos del Día de los Museos, respectivamente. En julio y agosto, en torno a 800 o 1.000. En septiembre y octubre hemos bajado a 500 y 700. Son cifras bajas pero están en torno al 50% de los visitantes normales. Estamos en números parecidos obviando el sector de escolares. 

¿Cuántas piezas tiene el Museo en catálogo y exhibición?

Aunque parezca mentira, no se sabe. Tenemos expuestas alrededor de 2.300 piezas. En los almacenes, rondaremos las 100.000. Todas se revisan, se valora cuál es susceptible de ser expuesta o necesita restauración, y se almacenan correctamente. Hay una media de entrega de en torno a 4.000 anuales. Todo lo encontrado en excavaciones, prospecciones y trabajos es depositado en el Museo. Es la gran diferencia de un museo arqueológico provincial con respecto al resto. La colección crece continuamente y las estanterías se renuevan para aprovechar el espacio. Nos genera muchísimos problemas. Todavía tenemos espacio, pero dentro de tres o cuatro años no lo habrá. 

¿Qué criterio se sigue para exponer?

Se exhiben las que se acomodan al discurso narrativo de la exposición permanente. Está marcado en el plan museológico de 1995, que diseñó Mariano del Amo. Queremos contar la historia de Palencia a través de la cultura material. Piezas que complementen ese discurso, tengan interés científico y didáctico o ilustren algún aspecto que no está recogido, se incorporan a la exposición directamente, previa restauración si es necesaria. Caso evidente fue el Tesoro de Valsadornín. Volvió al Museo cuando estábamos cerrados y eso permitió remodelar un pequeño rincón dedicado a la numismática romana y diseñar paneles y vitrinas nuevas. No se puede exponer todo y para eso tenemos espacios como los fondos inéditos. Ahí se exhiben piezas que no encajan en el discurso pero son dignas de ser mostradas. Es el caso de los fondos islámicos que han estado expuestos. Son pocos, no se conocían y eso ha generado que una persona de Piña de Campos donara una pieza similar que había encontrado al vaciar un pozo. El espacio La escalera es algo mayor y está destinado a mostrar durante un año lo recogido en las excavaciones arqueológicas y que no pasa a la exposición permanente.

La exposición de fondos islámicos ha terminado. ¿En qué trabajan para exhibirlo próximamente?

La idea es exponer parte de las primeras colecciones recogidas en la fase de formación del Museo, el denominado Fondo antiguo. Fundamentalmente son de Palencia capital y de finales del siglo XIX.

¿Cuáles diría que son las piezas más icónicas?

Siempre me da apuro elegir. Muchas son importantes por su belleza estética, como los bustos romanos de Becerril, el mosaico de Villa Possidica de Dueñas o el Tesoro de Valsadornín. Otras son interesantes por toda la información que han dado para reconstruir nuestra historia, como la pequeña espátula del túmulo de La Velilla. El capitel de Frómista inspirado en el sarcófago romano de Husillos es otra pieza importantísima para la historiografía del Románico español. Las téseras de hospitalidad de Paredes, Palenzuela o Monte Bernorio. La colección de cerámica itálica es de las más grandes de la Península, porque la Legio IIII Macedónica se trajo un importante ajuar doméstico. Tenemos auténticas joyas de la arqueología española.

¿Qué tiene que envidiar el Museo de Palencia a otros y viceversa?

Creo que nada. En el Museo se conserva la cultura material que nos han dejado nuestros antepasados. Nuestra obligación es conservarla y exhibirla. Se ha conseguido una colección bastante completa desde el Paleolítico hasta la Edad Media. La provincia ha proporcionado piezas  importantes e interesantes. Algunas están en el Museo Arqueológico Nacional, como el mosaico de la Medusa o el sarcófago romano de Husillos. Otras están en Nueva York porque algún palentino las vendió, pero están bien custodiadas y expuestas. ¿Envidia de otros museos? No por la colección, quizá por los medios y la sensibilidad que tiene la sociedad hacia este tipo de instituciones.

El Museo cumple 100 años. ¿Qué destacaría de su trayectoria?

Nos hemos dado cuenta de la importante labor de documentación e inventario que desarrolló la que fuera directora entre 1944 y 1964, María Luisa Fernández Noguera. Ha sido interesante cómo el Museo se inaugura por la conjunción de intereses de Diputación, Comisión de Monumentos -que dependía de la Administración General del Estado- y Ayuntamiento. Otras personas han sido importantes en la vida del Museo. Valentina Calleja, entre 1970 y 1979, fue decisiva, porque redactó su primera guía. La labor del Ministerio de Cultura construyendo este nuevo edificio, en un solar que fue adquirido y cedido por la Diputación, permitió cambiar la vida del centro. Mariano del Amo desarrolló el proyecto museográfico que podemos contemplar ahora y las reformas de Jorge Juan Fernández son dignas de reseñar.

¿Cuál es hoy el apoyo institucional?

De los 26 años que llevo, no ha habido momento igual que el apoyo al desarrollo de actividades culturales que existe hoy. En cuestión de gasto e inversiones, sigue siendo limitado. 

Dos recursos próximos, catedral y museo, están de celebración. ¿Cabe alguna colaboración?

Vamos a terminar el año contribuyendo al VII centenario de la catedral con una exposición temporal que seguirá las excavaciones llevadas a cabo en la seo: la que hizo el profesor Palol en los sesenta, la de Carmen Trapote en 1983 y las últimas de su interior.

¿Son el futuro de los museos las técnicas digitales e inmersivas para difundir su labor?

Son muy interesantes y nos vienen bien para estudiar piezas. El año pasado comenzamos a digitalizar en 3D una serie de ellas y continuamos este año para aumentar su difusión con exposiciones virtuales y reconstrucciones en redes sociales y muestras audiovisuales. Esas herramientas de trabajo nunca van a sustituir la visita presencial a un museo. Esa experiencia personal que tiene cada visitante en la conexión directa con la pieza, ese diálogo que puede establecer, nunca puede ser sustituido.

¿Cómo podrían ayudar, por un lado, las administraciones y, por otro, el público?

Las que tienen competencias en materia de museos, que dejen trabajar a los técnicos y que apoyen la programación que estos proponen. La mejor ayuda de la gente es que venga a visitarnos y contarnos sus experiencias para poder mejorar.