El reencuentro de madre e hijo más esperado

J. Benito Iglesias
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Santi, con discapacidad intelectual e hijo único, vuelve a ver dos meses y medio después y detrás de una verja a Vicenta, su madre y cuidadora durante años, actualmente en una residencia de Frómista

El reencuentro de madre e hijo más esperado

Le adelanté a Santi que ibámos a ver a su madre y me esperó toda la mañana sentado en la silla al lado de la ventana, ya que no tiene manejo de las horas. Fuimos a la verja y llamé para decir que estábamos ahí, se situó frente a la puerta de salida de la residencia y al aparecer  Vicenta se le iluminó la cara. Verbalizó ¡Ya viene! y no dejaba de moverse en el sitio ...». Así resume Susana Antón, responsable de Servicios de la Fundación San Cebrián en Frómista, lo que sintió esta semana Santiago Hernández Vega, de 54 años -hijo único con discapacidad intelectual, dificultades para expresarse y residente en un piso tutelado- cuando se reencontró con su progenitora dos meses y medio después de que se iniciara un obligado confinamiento para ambos.

Vicenta, de 77 años, que apenas puede hablar, salió caminando a ver a su hijo y se mantuvo en pie pese a su escasa movilidad mientras duró la visita en la residencia de la localidad jacobea. Santiago estiraba el brazo a través de los barrotes en un intento de poder tocarla. «Le preguntó qué tal estaba y Vicenta sólo sonreía. Ese día le hicimos la promesa de volver la semana siguiente a verla», sostiene Susana Antón, que hizo de acompañante de un niño grande para el que, según explica, «reencontrarse con su madre supone recobrar un cachito de su vida que había perdido y que no consigue llenar con casi nada».

Vicenta, tal y como explica Miriam Otero, directora de la residencia de la Fundación Virgen del Milagro de Frómista, que está gestionada por Edad de Oro-Mensajeros de la Paz de Castilla y León, se puso «muy contenta y emocionada al ver a su hijo y tenía una expresión de mucha alegría. Hasta ahora se habían visto solo por videollamadas y este confinamiento está siendo muy duro tanto para los residentes, como para sus familias», dice, e incide en que «se emocionaron mucho y Vicenta le dijo a su hijo que estaba muy guapo».

El reencuentro de madre e hijo más esperadoEl reencuentro de madre e hijo más esperadoA su vez, la responsable de la residencia, recuerda que antes ambos se veían muchas veces al día. «Él  entra y sale de la residencia continuamente a darle un beso y ojalá puedan dárselo dentro de poco», apostilla. En todo el tiempo en el que madre e hijo no han podido estar juntos, la Fundación San Cebrián ha intentado con Santi realizar cosas que le gustan «como colorear, ver partidos del Atlético de Madrid, escuchar música o hacer bici estática para mantenerle entretenido, pero ningún remedio es mejor que el haber podido ver a su madre», añade la responsable de Servicios.

viuda desde hace 20 años. Vicenta, viuda de Santiago Hernández desde hace más de 20 años, cuidó a su hijo mientras su salud se lo permitió  y siempre ejerció su tutela. En 2005 Santi tuvo una corta estancia en las instalaciones de San Cebrián, pasó antes por varios centros de Madrid -donde se mudó a vivir con la madre tras morir el padre- y después de varios años regresaron a Frómista.

Santi ingresó un tiempo en la Fundación Personas en Palencia pero volvió a casa con su madre y, finalmente, en 2015 recaló nuevamente en los servicios de la Fundación San Cebrián como usuario en régimen de externado. En 2017 la madre sufrió una enfermedad con  hospitalización de urgencia y la Fundación se hizo cargo de su hijo. «En nuestra vivienda se lleva bien con la mayor parte de los compañeros. Ellos lo protegen, lo miman y le encanta, al igual que sentirse parte de todas las actividades. Es una persona conformista, con buen corazón e intenta ser aceptado por todo el mundo, además de ser muy sensible y extrovertido», concreta Susana Antón.

El reencuentro de madre e hijo más esperado
El reencuentro de madre e hijo más esperado - Foto: Picasa
De Vicenta, Miriam Otero apunta que el personal siempre trata de darle el mayor afecto y cariño posible. «Es una señora asistida en la vida diaria. Habla  poquito, pero es muy agradecida, de carácter afable y siempre sonriente. Le gusta pasear y le encanta comer», expone la directora del centro de la Fundación Villa del Milagro, donde Vicenta ingresó el 31 de enero de 2018.