Toros en Palencia, 1847

Gregorio del Santo Nogal
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Para los festejos taurinos celebrados en San Antolín, los días 2, 3, 4 y 8 de septiembre de 1847, se construyó una plaza de madera con capacidad para 6.000 personas

El Boletín de la Provincia anunció la compra de caballos para las corridas, debiéndose presentar, quienes quisieran enajenarlos, al albéitar, D. Narciso del Nozal, en la calle Mayor Principal, inmediato a las Puertas de Monzón.

El corresponsal de El Español que cubrió los festejos relataba entre otras cosas, «que la plaza aunque de madera y algo pequeña, es bastante decente» y que «a las dos de la madrugada del día 2, se verificó el encierro, haciendo el apartado a las 6 de la mañana del mismo».

En la primera corrida se lidiaron toros navarros pertenecientes a las ganaderías de Guendulain y Zaldueldo, comenzando el festejo a las tres y media de la tarde. Después de realizarse el despejo, con 30 soldados de infantería, seguidamente, un pregonero advertía, que «nadie arrojase cascaras de frutas» y que «nadie bajase de los tendidos hasta enganchar el último toro». A continuación salieron las cuadrillas de toreros, compuesta de doce lidiadores y cinco picadores, «a cargo del célebre Antonio de los Ríos».

Según el cronista, los toros, aspeados, dieron mal juego. Dos de ellos, condenados a banderillas de fuego. Los espadas mal. Hasta catorce estocadas tuvo que recibir alguno. «En justicia debieron ir a la cárcel y privarles de oficio», apostillaba. La anécdota, estuvo en el tercero de la tarde. Sin tomar varas, salió de la plaza en compañía de un picador que iba a mudar caballo. Al no existir más que una puerta por donde arrastran los toros y salir los caballos, fue tras de él la numerosa cuadrilla, y habiéndose refugiado en una corraleta, tuvo que ser abatido de cinco tiros.

Seis toros de Benavente de la ganadería de Roperuelo, se corrieron la segunda tarde, dejando bien acreditada la ganadería, «siendo el último toro el mejor de todos».

De la tercera corrida, el corresponsal apuntaba que «no es posible que se corran peores toros que los salamanquinos». Estando aspeados, tanto, que hubo que traer dos toros de Torquemada, siendo uno de ellos el asombro de los asistentes, «dejando muertos en la plaza cuatro caballos y dos mal heridos». Saltó la barrera numerosas veces con suma destreza, impropia de un animal tan corpulento.

En la tarde del día 8 de septiembre, fueron corridos seis toros navarros. Al estar más descansados, dieron mejor juego. Siendo la mejor corrida de las cuatro. Matando bastantes caballos. Los toreros trabajaron bien. Mataron con brevedad. Un banderillero que hace de media espada llamado Mendívil, fue el que más trabajo, salvando a los picadores varias veces. Hubo salto de garrocha, y a uno de los toros le ensillaron para montar en él, sin que se llevase a efecto.

El Sr. Guendulain, que de este eran los toros, se disculpaba de la corrida del primer día, manifestando que  «se encontró en los chiqueros o toriles más de seis libras de vidrio molido para que se les metiera a los toros entre las pezuñas y no pudieran andar, que además de aspeados que venían, los dejaban que no podían correr».