Las urgencias son tantas que tenemos que activar el nosotros para reconstruir el orbe. Es cierto que las alianzas pueden regenerarnos y renacernos, no en vano los vínculos contribuyen a fraternizarnos en el respeto y en la consideración gozosa de hacerlo.
Queramos o no, resulta que todos respiramos el mismo aire y a todos nos gusta descubrir la autenticidad del ser que soy. Ser contemplativos no depende de los ojos, sino de las huellas dejadas y de los pulsos vertidos. Y aquí entra en juego tantas historias inspiradoras de personas que hicieron o hacen de su paso por la vida una entrega generosa a los demás y una lucha constante por la defensa de los derechos humanos. Son individuos valientes que persisten en coherencia, a pesar de tantas fuerza contrarias, con lo que le dicta su propia conexión innata, que no es otra que el camino del amor. Esta línea natural de sabiduría ya nos viene de nuestros antepasados. Sólo hay que mirar y ver. Se reinicia con la familia artesana de Nazaret y se prolonga hoy con las multitudes de seres humanos que han salido de su país, y que esperan de nosotros también la acogida, en base a esa fiel ternura que nos sustenta.
Sí, en efecto, el querer empieza por nosotros mismos, como descendientes del níveo te quiero. Por consiguiente, en mayor o en menor medida, todos necesitamos sentirnos socorridos, acompañados en suma; puesto que hasta para salir de la pandemia, es vital cuidarse uno, pero de igual forma atendernos mutuamente. Sea como fuere, y a poco que avivemos la actitud contemplativa, veremos que en cualquier momento se nos requiere para ser cuidadores de algo o de alguien, puesto que todos estamos interconectados y hasta la misma tierra nos solicita ese espíritu armónico, que es lo que hace que no enfermemos al valorar lo bello, que es lo que verdaderamente cura las habitaciones interiores del alma. Por ello, es vital recuperar la dimensión imaginativa y hacerlo en comunión, para cambiar aquello que nos degrada y deshumaniza, por esa falta de anhelo integral y custodia de la casa común. Toca, pues, salirse de uno mismo y no poseerse, sino donarse.

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