Un aumento en cien hectáreas de la superficie trufera

DP
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El 60% de las 130 ha. en que se cultiva la trufa en la provincia se puso en marcha hace unos diez años. Con la crisis se paralizó y a partir de 2016 recobró impulso

Un aumento en cien hectáreas de la superficie trufera

La trufa, muy apreciada para uso culinario, es un producto con rentabilidad económica. Desde hace unos años su asentamiento en la provincia en terrenos agrícolas marginales e improductivos se plantea  a tener en cuenta  para el desarrollo del sector agrícola. Con esa base, en 2016 la Diputación impulsó un programa en colaboración con la Cátedra de Micología de la Universidad de Valladolid (UVa) y las empresas de biotecnología palentinas IDForest y ECM. 

Desde IDForest, el ingeniero de Montes Iván Franco explica que, en la actualidad,  se dedican a la trufa en la provincia unas 130 hectáreas a cargo de 12-15 productores . «Las primeras plantaciones tuvieron lugar hace unos diez años. Después, con la crisis, prácticamente no hubo nada -o muy  poco-; a partir de 2016 la truficultura vivió otro impulso y la previsión es que se incremente la superficie», señala, y añade que la proporción es de 60-40 por ciento hace una década y los últimos años, bien por entidades locales  -que son las menos-, bien por  propietarios privados,  principalmente agricultores que han decidido destinar una o varias parcelas en su explotación que reúnen las condiciones adecuadas  para dedicarlas al cultivo de la trufa, principalmente en el Cerrato, sobre todo los páramos calizos. «Las parcelas que tienen  más tiempo  -comenta- producen prácticamente desde el año pasado o hace dos y varía mucho en función de si se riegan o no y de los mantenimientos que tienen». Según  indica, el rendimiento «ronda los 20 kilos por hectárea de media en las plantaciones que empiezan a producir y que tienen riego», y destaca a renglón seguido que «poco a poco,  se ve que los terrenos son aptos, buenos y que se pueden ir consiguiendo producciones bastante aceptables». 

También desde IDForest, uno de sus fundadores, Jaime Olaizola, hace referencia a que la previsión es llegar en la provincia a 250-300 hectáreas de plantaciones  truferas,  y pone  de manifiesto que los interesados en este cultivo,  en materia de asesoramiento «casi siempre» cuentan con esta empresa; después lo hacen en función de cómo sea la inversión,  porque cuando uno dispone de  medios -alguien que es agricultor tiene tractor-, «le ayudamos en los análisis iniciales, a elegir una buena planta»; en otros casos «asistimos más en la propia plantación y  en ejecutar prácticamente todo».  «El apoyo va en función de lo que el cliente necesite», explica y, a la vez remarca que «el 70 por ciento -o más- de los productores trabaja con IDForest, no solo los de Palencia, también los de Teruel, Soria, Guadalajara -en todas las zonas productoras de España-, Italia y Francia».

Un aumento en cien hectáreas de la superficie truferaUn aumento en cien hectáreas de la superficie truferaSi hubiera que hablar de una explotación tipo en la provincia, Olaizola señala a un agricultor que dedica entre dos y cinco hectáreas como un complemento, algo que se replica en todo Castilla y León, y usa su tractor y todos sus medios. En los últimos años, por otra parte, «esto ha cambiado un poco, sobre todo en Soria y Burgos, y son  empresas que han hecho plantaciones más grandes, de 15-20 hectáreas, con una visión de inversión», pero el perfil medio, en general, es «la trufa como un complemento a la agricultura». «Cuando un agricultor es un poco innovador empieza a poner otros cultivos, como ahora son pistachos y hace años fue la trufa y ahora está obteniendo los rendimientos y los beneficios».

Olaizola comenta que con la pandemia y la hostelería como una de las grandes damnificadas, el sector de la trufa se ha visto afectado, y hace referencia a que ha habido empresas que «han multiplicado su comercialización online hasta por cuatro», porque lo que han hecho es vender al cliente final, y eso también quiere decir que «la gente está muy por la labor y le gusta la trufa. Al final el consumidor lo es tanto en un restaurante como online; es al que hay que convencer, al cliente final. Todo genera mercado y mejora el sector de la trufa». «Este año en comparación con el pasado, que fue muy difícil porque todo fue bastante descontrolado, las cosas se van ajustando y esperemos que la temporada que viene esté todo abierto y se dé lo que ahora hablan muchos, el efecto rebote, y todo el mundo quiera  consumir vino, trufa…».

Jaime Olaizola explica que ahora es el momento en el que se realizan los trabajos para la producción de la temporada próxima, que empezará en diciembre. La sensación es que, «aunque la pasada fue muy mala, se quieren hacer las cosas bien para la temporada que viene», y subraya que «es  positivo que la gente no se desanime y que vea que esto tiene un buen potencial».  «En el mundo de la truficultura se da cada vez más inversión y ya hay producción que asegura, tranquiliza y justifica que Palencia es un lugar bueno para la producción de trufa. Esto da visibilidad al sector,  pone sobre la mesa que  es posible y tanto inversores, agricultores o cualquier persona, lleguen a entender que esto puede ser una inversión de futuro». 

El porvenir es «prometedor», incide, porque la trufa sigue siendo un producto gourmet, valorado, que «se produce en los lugares y terrenos peores para la agricultura; por lo tanto no hay una competencia directa sobre los buenos. A la trufa lo que le gusta son los de páramo, algo que resulta positivo a la hora del uso del suelo y de la organización de la agricultura».  

Para llevar a cabo una buena plantación trufera,  Jaime Olaizola incide en que es «muy importante» tener en cuenta tres puntos; «si uno falla, la plantación no va a ir bien». Lo primero es un buen análisis  físico-químico del suelo. Lo segundo es  asegurar que se dispone de agua, no en mucha cantidad, porque la plantación trufera necesita riego, y es que «los años son muy irregulares en este clima (hay veranos que llueve y otros que no), por eso es muy importante que la parcela tenga disponibilidad de agua».  Y el tercer punto  es la planta micorrizada. Se ponen encinas  -generalmente-  asociadas al hongo de la trufa en su raíz. «Si el suelo es adecuado y se cuida la planta, que en los primeros años no es más que quitar las malas hierbas de alrededor, podarla un poquito para que vaya creciendo más, en cinco años tenemos las primeras trufas», asevera Olaizola. «La tecnología -subraya- ha conseguido que se reduzca a la mitad el tiempo de aparición de los frutos.  A partir del quinto año empieza la producción con un pico entre el 10 y el 15, y después va decayendo. La vida de una pla ntación trufera se pueden prolongar  entre 30 y 40 años».  Las trufas  empiezan a madurar en diciembre, hasta marzo, que es cuando se recogen con los perros. En verano se hacen las labores de poda, de quitar la hierba y de riego, y en invierno llega la recolección.