Luis Piedrahita: "Entiendo el humor como un arma de construcción masiva"

Víctor Guerra García
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Todo lo que se diga de él en una entradilla periodística esté de más. Cine, guiones, teatro e ilusionismo avalan su polivalencia. Es experto en hacer disfrutar al respetable público. 
Está inmerso en la preparación de un show humorístico, pendiente de la publicación de un libro de magia para profesionales en Estados Unidos y acaba de llegar de Argentina. Entre tanto, Luis Piedrahita recala en el Teatro Ortega de Palencia con El castellano es un idioma loable, lo hable quien lo hable, un espectáculo basado en la improvisación que busca que el público «salga mejor de lo que entró».
¿Cómo descubrió su vocación?
No creo mucho en iluminaciones interiores, revelaciones o descubrimientos vocacionales, la verdad. En mi caso todo se dio sin pensar mucho.
 Simplemente, allá donde estaba intentaba hacer las cosas lo mejor posible. Resulta que lo que mejor se me daba era hacer el ganso y aquí me ves, de ganso profesional.
Aparte de una profesión. ¿Qué papel juega el humor en su vida?
El humor es una actitud en la vida, eso para empezar. El humor es un arma de construcción masiva, así lo entiendo yo. 
El humor construye y eso hace de la vida un sitio mejor, pero hay que conocer sus limitaciones: El humor no soluciona los problemas, pero los hace más llevaderos. 
Podríamos decir que es un hombre del Renacimiento: ilusionista, humorista, escritor, guionista, director... ¿Cuál es lo que más le satisface?
Sería mentir. Los hombres del Renacimiento eran arquitectos, ingenieros, escultores, escritores y pintores. En el Renacimiento a los humoristas, magos y cuentistas, nos llamaban bufones. 
Eso cuando no nos quemaban vivos. Pero bueno, si lo que quiere saber es cuál de esas disciplinas es la que más me gusta, no tengo respuesta. Disfruto con todo: pensando y ensayando la magia, escribiendo e interpretando los shows de humor, planificando y rodando películas. Gracias a Dios no hay que elegir.
¿Y el teatro qué le aporta?
Subirse a un escenario con seiscientas personas delante es una mezcla de droga dura y deporte de riesgo. Las pulsaciones se aceleran, la adrenalina se dispara, uno ha de estar alerta porque todo puede fallar, pero si algo falla todo se puede arreglar. Es terriblemente sano. 
El directo hace que a uno se le crucen por la cabeza ideas que jamás tendría sentado delante de un ordenador. Es una gran herramienta creativa. Pero lo más importante es que el teatro aporta eso de mirar al público a la cara y poder hacerles el humor al ritmo que más nos apetezca a los dos. 
¿Qué es lo que cree que usted aporta a su público?
Yo creo que la gente sale del show mejor de lo que entró. Esa es mi única pretensión. En el show se juega, se ríe, se piensa y se respira cierto optimismo, no con la intención de olvidar los problemas sino con la de salir del teatro mejor preparado para afrontarlos.
Hablemos de la obra que presenta el sábado en Palencia, ¿cuál es el papel que esta juega en su carrera?
Este es el show más impredecible de todos los que he escrito. Normalmente yo llevo las riendas de todo lo que ocurre, pero en este caso no es así. De hecho, hay un momento en el que es el público el que me propondrá un tema para hacer un monólogo y yo tendré que improvisar. Eso hace que jamás me aburra de este show. Nadie sabe lo que pasará en ese momento, ni siquiera yo.
Pregunta obligada: ¿qué espera del público palentino?
Que acudan en masa con regalos, estandartes, ofrendas, banderas y pendones. Al decir pendones me refiero a banderas más largas que anchas de esas que se utilizan para diferenciar a los regimientos. , aunque si vienen pendones de los otros, también los recibiremos con los brazos abiertos.
¿Le permitirá su apretada agenda disfrutar de la ciudad?
No esta vez. En esta ocasión seré como el Equipo A: llegaré, actuaré y me iré sin besar a la chica.
¿Qué es lo que más echa de menos cuando está de gira?
Mi almohada. 
Otra pregunta obligatoria: ¿El castellano es un idioma loable?
Toda lengua es loable. Es el medio para expresarnos y entender a los demás. Es el medio para compartir lo que sentimos y comprender al que tenemos delante. Un uso deficiente del lenguaje solo puede llevar al escozor de las zonas más sensibles.
Pero, ¿lo hable quién lo hable?
El lenguaje es inocente, se diga lo que se diga. Uno puede utilizar un mazo para abrir nueces o para abrir cabezas a martillazos. La culpa nunca es del mazo, la culpa siempre es del maceador.
Finalmente, comentaba antes su polivalencia, ¿en qué nuevos proyectos anda inmerso?
Ando preparando un nuevo show de humor. Sacaré una publicación en Estados Unidos con la prestigiosa editorial Conjuring Arts de Nueva York. Y luego, lo de siempre: sigo en La Ventana de  la Ser  y en El Hormiguero intentando explicar que la magia no la hacen los magos.