«La pandemia es un fenómeno caótico e impredecible»

A. Benito
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Licenciado en Químicas y Filosofía, J. Ignacio García-Valdecasas se especializó en Sociología y actualmente da clases en La Yutera. A través de la inteligencia artificial, trata de evaluar la eficacia de las medidas propuestas para evitar el contagio

«La pandemia es un fenómeno caótico e impredecible» - Foto: Juan Mellado

En estos tiempos de coronavirus, las investigaciones se centran especialmente en los problemas de salud, económicos y sociales que sufren los ciudadanos. El objetivo principal de este tipo de estudios es buscar remedios a tales problemas, con soluciones a través de la aplicación de algunos de los métodos más novedosos que nos ofrecen las nuevas tecnologías. Una de ellas es la inteligencia artificial, de la que se sirve José Ignacio García-Valdecasas, profesor de Sociología en la Facultad de Ciencias del Trabajo de la Universidad de Valladolid en el Campus de Palencia, para investigar y evaluar políticas sociales. 

En este contexto, y a través de un método que está desarrollando junto a sus colegas de las universidades de Oxford y Leicester, García-Valdecasas trata de valorar la eficacia de las medidas que se han propuesto para evitar el contagio, antes de su implantación, con el objetivo de seleccionar aquellas que verdaderemente pueden contribuir a evitar rebrotes de la pandemia. 

¿Cómo surge y en qué consiste exactamente el estudio en el que está inmerso?

«La pandemia es un fenómeno caótico e impredecible»«La pandemia es un fenómeno caótico e impredecible» - Foto: Juan MelladoLa evolución de la pandemia a lo largo del tiempo y del espacio en los diferentes países es impredecible porque depende de muchísimos factores: la temperatura, la humedad, la densidad de población, la genética de las personas, las medidas políticas, los factores económicos... Cientos o miles de factores influyen en esta evolución y, por lo tanto, es muy difícil hacer predicciones. Lo que ocurre es que los seres humanos nos llevamos muy mal con el caos y lo impredecible, y enseguida buscamos causas y efectos. 

En este sentido, la primera conclusión es que la pandemia se rige por el famoso efecto mariposa. Esta teoría afirma que el aleteo de una mariposa en el mar de China puede provocar un huracán en el mar Mediterráneo. De forma más técnica, una pequeña variación en las condiciones iniciales de un fenómeno puede cambiar totalmente el resultado. Por ejemplo, en el caso de la pandemia, si el portador cero del virus hubiera girado un día a la izquierda en vez de a la derecha, a lo mejor no hubiera habido pandemia o se hubiera retrasado algunos meses. No lo sabemos y por eso necesitamos teorías sobre el caos y la complejidad para entender su evolución. 

El tema está en que no podemos estudiar con las matemáticas tradicionales la pandemia, sino que hacen falta nuevos métodos. Ahí es donde entra la inteligencia artificial, que nos proporciona un montón de técnicas que analizan, investigan y estudian el efecto mariposa, lo impredecible de la pandemia. Yo utilizo una de esas técnicas, la simulación basada en agentes, y una herramienta muy poderosa que se llama NetLogo. ¿Qué es lo que hago? Evaluar medidas para reducir el contagio antes de que sean implantadas para ver cuál es su eficacia real. 

Por el momento, este proyecto de investigación no está financiado por ningún organismo público, pero somos varios los colegas que estamos trabajando en ello. Concretamente, también hay investigadores de las universidades de Oxfor y Leicester, donde yo me formé.

«La pandemia es un fenómeno caótico e impredecible»«La pandemia es un fenómeno caótico e impredecible» - Foto: Juan MelladoExplíquenos más a fondo cuál es el método de trabajo que rige esta investigación y cuáles son sus principales objetivos

El problema es que muchas veces los humanos proponemos medidas que son muy razonables, pero que fallan porque no tienen la eficacia esperada. Esas medidas suelen estar basadas en las matemáticas tradicionales y en datos estadísticos que no nos sirven para abordar fenómenos caóticos. Hace falta algo más, una mirada de la inteligencia artificial que, en numerosas ocasiones, no coincide con la inteligencia humana. Por eso esta técnica nos sorprende y nos reta, porque dice cosas que pueden parecer muy extrañas, pero dan con la clave de lo que se quiere resolver.

De momento estamos construyendo un modelo basado en agentes con dos objetivos: estudiar la evolución de la pandemia y evaluar, antes de que sean implantadas, posibles medidas para evitar el contagio. Eso es lo verdaderamente interesante. Lo malo de esta investigación es que no tenemos mucho dinero y las cosas se alargan. De hecho, estimamos extraer los primeros resultados el año que viene. Quizá un poco tarde, pero abrimos  un camino interesante para futuras pandemias.

Está  trabajando junto a investigadores de las universidades inglesas de Oxford y Leicester. Probablemente la evaluación de las mismas medidas aquí y allá sea distinta, por las características propias de cada país, ¿no es así?

Efectivamente. Ellos trabajan con variables distintas a las mías porque su sociedad es diferente a la nuestra. En el Reino Unido tienen mucha más densidad de población, un número distinto de personas mayores, otro contexto político y económico, diferentes servicios a nivel sanitario... 

Todos esos factores influyen. Por eso, con el mismo modelo, iremos cambiando las variables iniciales para adecuarlo a cada país y ver así los efectos de las medidas que ya se han tomado u otras que se propongan. Al final los que decidimos somos los humanos, somos nosotros los responsables, pero la inteligencia artificial es una gran herramienta para efectuar esa evaluación y elegir unas medidas u otras.

Aunque es pronto para hablar de conclusiones, ¿podría avanzar alguno de los resultados del estudio?

La verdad es que no, porque ahora mismo estamos en el primer paso, que es construir el modelo a través de la programación. De hecho, en Inglaterra tienen en sus equipos a algunos ingenieros informáticos. Por tanto, hasta que no tengamos bien construido, verificado y validado ese modelo, no podemos avanzar nada. Una vez que lo tengamos bien perfilado, empezaremos a trabajar con él. 

Para que lo entienda todo el mundo, esto es como un juego donde hay miles de personajes moviéndose y tú tienes que tomar decisiones. Yo tengo en el ordenador un mundo virtual con miles de personas y mi labor es aplicar medidas para ver quién se infecta, el porcentaje de contagiados, cómo se contagian, la potencialidad de contagio o los factores que influyen en la evolución de la pandemia. 

Como digo, todavía estamos construyendo ese juego virtual, porque antes de empezar a evaluar la eficacia de las medidas, nos tenemos que asegurar de que tenemos un buen modelo. Para eso hace falta mucho trabajo y una serie de pruebas de calidad. En cualquier caso, esperamos disponer de ese modelo antes de que acabe el año. 

Visto lo visto, no parece descabellado imaginar la aparición de nuevas pandemias

De hecho, hace años que venimos pensando en estudiar las pandemias, pero después en el día a día se hace muy complicado poner en marcha este tipo de investigaciones. Ahora ha llegado todo de sopetón y hemos decidido que, sin más dilación, teníamos que meternos a fondo con este tema. 

Insisto, este es un fenómeno impredecible. No sabemos si va a haber una segunda oleada mucho más fuerte, no sabemos si esto va a ir a menos y se va a extinguir, no sabemos si van a venir oleadas pequeñitas... Por eso urge utilizar estos métodos nuevos de inteligencia artificial para ver cómo puede evolucionar la situación y para que nuestros responsables políticos tengan más ideas, más motivos y más razones para tomar las medidas más adecuadas ante este tipo de situaciones. 

Por ejemplo, ¿qué eficacia tiene quitarse los zapatos antes de entrar en casa? ¿previenen los contagios las marcarillas? ¿cuáles y durante cuánto tiempo? ¿cuánto tiene que durar una lavado de manos? ¿cuál debe de ser la temperatura del agua? ¿funciona el hidrogel? ¿la distancia física tienen que ser de un metro, de dos, de tres? Esas y otras muchas medidas son las que queremos analizar para seleccionar aquellas que, según nuestro método, son más efectivas. Creo que es una investigación muy interesante y por eso estamos buscando financiación. 

 

Esta situación nos ha pillado con el pie cambiado, como quien dice, pero usted mismo señala que llevan años planteándose estudiar las pandemias. Al final la falta de financiación impide el desarrollo de muchas investigaciones

Efectivamente, tenemos un déficit de inversión en I+D que ahora se pone de manifiesto, no solo en España, sino en todos los países. Vivimos en un mundo cada vez más impredecible, desde todos los puntos de vista, no solamente económico o político, sino también biológico, climático, etc. Ante este panorama, merece la pena invertir en investigación, por supuesto que sí. Sin embargo, las sociedades prefieren disfrutar de lo que tienen en el presente en lugar de invertir para el futuro. 

Todo esto también tiene que ver con la educación y con el pensamiento crítico de los ciudadanos. Creo que una ciudadanía bien educada, capaz de pensar por sí misma, se tomaría mucho más en serio el futuro de sus hijos, de sus nietos y de la humanidad. Si pensamos a largo plazo, conviene invertir en educación, en investigación y en ciencia. Lo que pasa es que, de momento, nuestras sociedades están muy atadas al presente. Esto se ve muy bien con el cambio  climático. 

 

De cara al futuro, ¿tiene confianza en que la financiación de la investigación mejore en los próximos años?

Vamos a ver qué pasa. A lo mejor este aldabonazo sirve para que la sociedad cambie, quizá estemos dispuestos a hacer pequeños sacrificios personales, en el consumo, y podamos dedicar más dinero a la ciencia y a la investigación. La verdad es que, a nivel personal, cada vez pienso una cosa. A ratos creo que esto nos va a hacer más solidarios o que vamos a pensar más en el futuro de la humanidad, y otras pienso que no va a pasar nada, que cuando esto pase, cuando llegue la vacuna y esté todo normalizado, vamos a volver a las andadas. No lo sé, a mí me gustaría una sociedad mucho más educada, con gente capaz de pensar por sí misma -y me incluyo-, que viva el presente, pero piense también en el futuro y, por tanto, invierta en educación, en ciencia y en cultura.

 

Como profesor de Sociología, ¿hasta qué punto cree que esta situación va a modificar el comportamiento de la sociedad? ¿En qué cree que hemos cambiado tras haber vivido un confinamiento de casi tres meses o hasta qué punto va a cambiar nuestra forma de relacionarnos el miedo al contagio?

Desde la ciencia es muy difícil responder a esa pregunta. A nivel personal, lo que decía, a veces pienso que este tipo de cosas va a cambiar sensiblemente el comportamiento de los seres humanos en el mundo, pero otras creo que una vez superada la situación volveremos a nuestros hábitos. 

Otra cosa son los efectos psicológicos o económicos y sociales de la pandemia. Ahí la ciencia sí que tiene respuestas un poco más concretas. Efectivamente, el numero de personas afectadas psicológicamente es muy grande y las consecuencias más visibles son el estrés, la ansiedad, el miedo o la incertidumbre. También son evidentes los efectos a nivel físico y económico. No nos tenemos que olvidar de que las desigualdades matan, igual que la pobreza, de ahí el dilema de muchos países sobre confinarse o no. A nivel social quizá se pueda hablar de cambios de conducta a la hora de relacionarnos y del miedo a interactuar, aunque aún es pronto para hacer esa afirmación. Y, por supuesto, cuando el miedo se difunde entre la sociedad, sea real o imaginario, crece dentro de todos el fanatismo. 

Así ha sido históricamente y en muchas ocasiones eso ha cristalizado en posiciones políticas muy autoritarias. 

 

En estos momentos seguro que a más de uno le viene a la mente esa sociedad distópica de 1984, la famosa novela de Georges Orwell. Como bien dice usted, el miedo puede justificar  posiciones autoritarias y también la limitación de las libertades individuales

Yo creo que es todo muy complejo y que acertar se antoja complicado, pero, sin duda, ese tipo de medidas contribuyen a este miedo, aunque sean razonables. 

El caso es que cuando hay miedo en la sociedad, los seres humanos se defienden con el autoritarismo y con el fanatismo, es como una técnica de supervivencia. 

Cuando viene el miedo, todo el mundo huye de hacer experimentos y se queda con lo que es seguro. Ya veremos los efectos políticos que va a tener la pandemia. 

Hay un autor, Erich Fromm, que a través de su libro El miedo a la libertad, afirma que los seres humanos siempre estamos ante ese dilema: la seguridad o la libertad. Cuando hay miedo, siempre optamos por opciones políticas que nos dan seguridad, pero a cambio sacrificamos nuestra libertad, que no es poco.

 

En China, por ejemplo, la efectividad de las medidas para hacer frente a la pandemia quizá haya sido mayor porque allí entienden la autoridad de otra forma

Sí, puede ser. China es un país menos individualista, más colectivista. Sus habitantes están mucho más acostumbrados a obedecer, sea para bien o para mal, por eso ha sido más fácil confinar y controlar a la población. En Occidente, donde damos mucha importancia a la libertad personal individual, el contraste es mucho más brusco.

 

Es curioso lo del confinamiento, cómo nos hemos adaptado a estar en casa y a teletrabajar

Sí. Entre los efectos de la pandemia está el aumento del teletrabajo. Tiene sus ventajas, para las empresas y para los trabajadores, y por eso creo que ha llegado para quedarse. Otra cosa es la educación. Yo soy de los que piensan que la educación presencial es muy importante, sobre todo ahora que estamos cambiando el modelo de pedagogía, para que las clases sean más abiertas y haya muchos más debates. 

De unos años para acá, lo más importante es que el profesor dinamice la clase para que haya un intercambio de preguntas y respuestas y los alumnos participen con argumentos y justificaciones en sus respuestas. A través de las videoconferencias creo que se pierde esa riqueza. Aquí, en el campus de Palencia, estamos dándole muchas vueltas para no perder esa presencialidad. 

 

La pandemia también está sacando a la luz muchas desigualdades

Así es, el confinamiento no ha afectado por igual a la población. Por ejemplo, ha habido familias con más recursos, con casas más amplias o con un trocito de jardín que han podido lidiar mucho mejor con el confinamiento que otras familias en espacios más reducidos. También hay grupos familiares que solo disponen de un ordenador, muchos no tienen wifi... La brecha digital ha hecho que la brecha real entre los seres humanos sea aún mayor. 

En lo que a teletrabajo se refiere ya hemos dicho que ha llegado para quedarse, pero otro tema es el de la conciliación. Como no sabemos teletrabajar, estamos todo el día trabajando, y eso hace que compaginar vida laboral y familiar se mucho más complicado. Efectivamente los efectos de la pandemia son impredecibles. Como ves, vamos tirando del hilo y así es como nos damos cuenta de cuántas cosas están cambiando, en todas las esferas.

 

A modo de conclusión, ¿qué efecto cree que tendrá la pandemia en las costumbres y normas sociales?

La sociedad española ha perdido confianza. Históricamente hemos sido una sociedad desconfiada, de nuestros políticos y también, a veces, del vecino. Esta pandemia, por una parte, nos ha hecho conocer a otras familias cuando salíamos a las 8 de la tarde a aplaudir, y ha habido numerosos gestos de generosidad, pero también ha sacado de nosotros una cara negativa, de desconfianza, de rechazar el acercamiento al otro. Si no nos acercamos físicamente, también nos distanciamos socialmente, por eso ahora nos toca reeducarnos para mantener nuestra confianza con los vecinos y los amigos. 

En los países mediterráneos es muy importante tocarse físicamente, mientras que en el norte de Europa, aunque dan mucha importancia a las relaciones humanas y a la familia, lo manifiestan de otra forma. Ya veremos el efecto que esto tiene sobre nuestras normas y costumbres milenarias. Lo que es innegable es que el efecto de la pandemia es mucho más evidente aquí que allí, es más fácil comprobar cómo la distancia física está generando distancia social, y eso significa desconfianza. 

La confianza es muy importante para una sociedad, es como el pegamento que hace que seamos capaces de cooperar y que estemos todos juntos frente a un problema común. Por eso creo que la sociedad debería invertir también en pensar cómo favorecer la confianza entre los seres humanos, porque eso genera mucho capital humano y social.