Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


Cómo nos llegó la guerra

14/07/2020

El Orden del día, texto del escritor y guionista Éric Vuillard, describe cómo empezó el Tercer Reich a principio de los 30. Los orígenes, ambiente, espíritu del pueblo, dictan el futuro, la duración del hecho histórico y casi su final. Incluso podemos comparar la guerra civil española con lo que hoy llaman artificialmente guerra.
En la Semana Santa del 36, en la calle de La Cestilla, días antes de la proclamación de guerra, se intuía el conflicto. Los que podían llenaron las despensas. Los hijos tenían instrucciones paternas por si oían estruendos de tiros, explosiones de cohetes, ulular sirenas, o gente corriendo o voceando. 
Asomaba el enfrentamiento de clases sociales, lucha de pobres y ricos; la religión tratando de poner orden en la democracia republicana, a quien el comunismo rechazaba; los nacionalismos que pedían protagonismo al estado. Todo se comentaba en el café Moderno y en el Casino, bajo visiones personales, con preocupación. 
Llegaba la procesión al antiguo Banco de España, El Maño de los maños. El Cristo crucificado se enganchó en los cables de la luz. Se llamó a Ramón, el de la pértiga y acudió con el bichero a levantar los hilos que impedían el tránsito del crucificado. Subiéndose al trono levantó los cables y cuando estaba arriba, a un guardia civil que acompañaba al paso se le escapó un tiro. Pensaron que había llegado la guerra. Cada uno huyó por donde pudo; Ramón asustado se abrazó a la cruz, daba gritos de cochino asustado y rezaba a voces. La gente calmada, al ver que no pasaba nada, que no había llegado el choque, tardó un rato en descenderle para reírse del funcionario. Se relató entre chanzas y bromas.
Poco después en Palencia, mi amigo Rasillo, el esposo de la guapísima Carmina Martín, me contaba la llegada del conflicto cuando vio a un chaval, más bien bobo, bajar desde Los Jardinillos por la calle Mayor con correajes, atalajado como caballería de feria, con traje de guerra y botas militares por fuera de los bombachos negros. A Rasillo le causó tanta impresión aquella visión que supo de inmediato lo que venía.
Ninguno de los sucedidos aquí contados se verá impreso en libros, porque recogen impresiones del pueblo llano y esas no se plasman en lo oficial.