Tres años de incertidumbre

M.R.Y (SPC)
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El proceso de paz apenas ha avanzado desde 2016 y una escisión armada de las FARC vuelve a poner en jaque al país

Tres años de incertidumbre - Foto: JAIME SALDARRIAGA

La paz en Colombia sigue siendo una asignatura pendiente tres años después de que se firmara un histórico acuerdo entre el Gobierno y las FARC, que, además, se desarmaron y pasaron a convertirse en un partido político.

Ya recibió su primer varapalo meses antes, cuando la comunidad internacional esperaba que los colombianos diesen su visto bueno en un referéndum al texto firmado en La Habana por el Ejecutivo de Bogotá, entonces liderado por Juan Manuel Santos, y la guerrilla, encabezada por Rodrigo Londoño Timochenko. Ambos habían escenificado un emotivo acto el 26 de septiembre, con la presencia de varios mandatarios mundiales, en el que ratificaban un texto que fue tumbado el 2 octubre en una consulta popular para refrendarlo en la que apenas se registró una participación del 37 por ciento y donde ganó el no por un escaso 50,21 por ciento. Unas modificaciones en el Congreso sirvieron para que, finalmente, el Acuerdo de Paz, negociado desde septiembre de 2012, entrase en vigor y diese una oportunidad inédita a la nación sudamericana.

Aquel 24 de noviembre de 2016 supuso el inicio de una nueva etapa en un país amenazado por el terrorismo de las FARC durante más de medio siglo y que, apenas nueve meses después, se desarmaban por completo, ponían fin al conflicto y debutaban, bajo las mismas iniciales -esta vez como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común-, como partido político.

Sin embargo, tres años después, muchos han sido los acontecimientos en Colombia que han modificado el panorama político y social y pocos han sido los avances en la implementación del tratado.

estreno frustrado

El paso de las FARC de guerrilla a formación política fue todo un acontecimiento en el país. Con un cambio de logo y las mismas siglas, pero diferente significado, la milicia, que se había desarmado definitivamente 15 días antes, se presentó en sociedad el 31 de agosto de 2017 con la intención de dar la campanada en las legislativas de marzo del siguiente año. Sin embargo, el bloque liderado por Timochenko registró un fracaso: apenas 85.000 votos entre el Senado y el Congreso. 

Pese a este fiasco, gracias al acuerdo de paz, la formación cuenta con cinco escaños en cada Cámara, una representación que se mantendrá de manera fija hasta 2026. 

De cara a las presidenciales de mayo de ese mismo año, el nuevo partido optó directamente por no presentarse. Lo hizo alegando la frágil salud de su líder, pero lo cierto es que los sondeos apenas le concedía un residual 1 por ciento en intención de voto.

llegada de duque

Esas presidenciales, de hecho, supusieron buena parte del estancamiento del proceso de paz. Las ganó el uribista Iván Duque, firme detractor del acuerdo, al considerar que se beneficia a los excombatientes en detrimento de las víctimas.

«Las víctimas deben contar con que habrá reparación moral, material y económica por parte de sus victimarios y que no serán agredidas por la impunidad», aseguró. 

El texto, que llevó a su predecesor, Juan Manuel Santos, a ser reconocido con el Nobel de la Paz, no es válido para Duque, que ha pretendido cambiar de manera unilateral el enfoque del mismo. Los exguerrilleros siguen sin recibir las bonificaciones estipuladas y el recrudecimiento de la violencia contra los líderes sociales y exmilicianos ha ido en aumento. Según las cifras de varias ONG, desde 2016 han sido asesinados 702 dirigentes rurales y 170 excombatientes en proceso de reincorporación, lo que provoca que la sociedad colombiana siga sin confiar en que el tratado pueda salir adelante y los propios miembros de las FARC insistan en que sufren una persecución.

la disidencia se alza

Si desde el actual Ejecutivo no se avanza hacia la paz -no solo no se implanta el acuerdo de 2016, sino que, además, están estancadas las conversaciones con el ELN-, en la extinta guerrilla la división ya es una realidad. 

El que fuera negociador jefe de las FARC y pieza clave para que el acuerdo saliera adelante, Luciano Marín, alias Iván Márquez, se puso al frente de una nueva facción que el pasado agosto anunció el regreso a las armas: «Anunciamos al mundo que ha comenzado una nueva Marquetalia -lugar del Tolima, donde nacieron las FARC-, bajo el amparo del derecho universal de levantarse en armas contra la opresión. Es la continuación de la lucha guerrillera en respuesta a la traición del Estado a los acuerdos de paz en la Habana», expresó.

Seguramente, sea uno de los golpes más duros que ha sufrido el proceso y ha puesto en alerta a las autoridades de Bogotá, que temen el renacimiento de un violento grupo terrorista. Márquez cuenta con el respaldo de Óscar Montero El Paisa -considerado el guerrillero más sanguinario de la Historia de las FARC y conocido como el Bin Laden colombiano- y no descarta unirse a los 3.000 combatientes del ELN y volver a teñir de sangre un país que sigue anhelando la paz.