«En la tradición hay ideas para hacer cosas nuevas»

Jesús Hoyos
-

El experto gaitero gallego Carlos Núñez llega a Palencia acompañado de varios músicos celebrando los 25 años de su primer disco. Aboga por que el país aprenda «todo lo que pueda de sus mayores» y por quitarse los complejos de inferioridad

«En la tradición hay ideas para hacer cosas nuevas»

«Solo poder hacer la actividad periodística es un milagro, como la musical». Es lo que dice Carlos Núñez al comenzar la entrevista. Un milagro que él ha hecho realidad, y con creces. Con su investigación en la música celta y el empleo de la gaita, ha conseguido vender un millón de discos y actuar en las mejores salas del mundo.
Núñez llega esta noche a la plaza Mayor para hacer un recorrido por su discografía y explorar, por ejemplo, las músicas celtas de Beethoven y más sorpresas.

 

Ha actuado alguna que otra vez en Palencia. ¿Cómo responde el público a su música?

En el Teatro Principal y siempre es una sorpresa. Hacemos tradición viniendo en Navidad. Siempre lleno y siempre en martes. Es la demostración de que el público palentino es fiel y de que puede haber vida musical durante la semana.

 

Al grano. ¿Le gusta la denominación de música celta?

Me encanta. Es un género profundo que tiene una larga historia. La música celta lleva en activo miles de años. Se ha ido adaptando a los tiempos. Hoy sabemos que Beethoven trabajó con la música celta, por ejemplo. Y antes que él, otros la adaptaron a sus épocas. Hoy, la estamos poniendo en contacto con los chavales que hacen música urbana como el trap. En estos conciertos se ve todo ese recorrido. Es una energía en continuo movimiento. Es un género que integra muy bien un tipo de música que me parece la banda sonora de la España del norte. Es el género que mejor abraza todos los estilos y personalidades.

Lo que conocemos como música celta es un tipo de música que lleva milenios en funcionamiento. Es el resultado de los intercambios entre culturas del Atlántico. Hoy sabemos que las lenguas celtas más antiguas estaban en la Península Ibérica. Estudiosos como John Koch, de la Universidad de Gales, defienden que la lengua celta es el encuentro de las lenguas indoeuropeas con el acento ibérico de la Península. Eso viajó después hacia las islas británicas. Lo celta no nos llegó de aquellos bárbaros que venían de las estepas del norte. España tiene mucho que decir en eso. Todo se basa en las colaboraciones. Tenemos la idea de que el Mediterráneo es caliente y mestizo y el Atlántico es todo lo contrario. No es así. El Atlántico ha estado siempre mezclando y siendo casa común para muchas tierras. Es lo que en Galicia llamamos Irmandade, conseguir que todo el mundo se sienta parte de una familia, ya sea musical o nacional. Por ejemplo, hace poco estuvimos en el festival Interceltic de Lorient, el musical de música celta más grande del mundo. Llevamos a los dulzaineros de Ávila, que son buenísimos y encantaron en Bretaña.

Además, en este año se cumplen 800 años del nacimiento de Alfonso X El Sabio. Las cantigas son precisamente esa filosofía que hizo que el país creciese. Es la mentalidad abierta de creer en tus raíces y acoger nuevas influencias. El público de Palencia demuestra ser fiel a ese sentimiento.

 

Quizá haya algo de desconocimiento en el resto de la Península. ¿A qué se debe esto cuando sus influencias han ido a parar a muchos otros géneros y países?

En el nuevo disco, una de las piezas la hicimos con chavales que hacen trap y colaboran, por ejemplo, con C Tangana. Hemos explorado las conexiones entre el trap y la muñeira. De pronto, te hablan del modo dórico. Y te quedas: "Tú que haces trap, ¿cómo sabes lo que es?". Es un modo medieval y tradicional. Se maneja en el mundo anglosajón. El 75% de las cantigas de Alfonso X están en modo dórico. ¿Por qué España abandonó los modos antiguos mientras en Reino Unido o EEUU siguen vivos en el rock o en el pop? Incluso en el reggaetón están esos modos. Es muy curioso. Es importante conectar nuestra música con eso y a los del trap les resulta de lo más natural porque bebe del mundo anglosajón.

 

La gaita puede verse como un instrumento casi de nicho. ¿Cómo valora el hecho de haber trascendido sus límites?

Es posible que hayamos conseguido con la gaita algo parecido a lo que consiguió toda la generación de guitarristas formada por Paco de Lucía o Andrés Segovia. La guitarra española era para rascar y la llevaron a la orquesta sinfónica e hicieron de de ella un instrumento de culto. Hemos llevado la gaita al Musikverein de Viena, por ejemplo, con la orquesta sinfónica; o a tocar con estrellas de rock. La aportación de mis maestros, The Chieftains, fue muy importante cuando empecé a girar con ellos de forma profesional. Con 23 años me veo con ellos en el Carnegie Hall tocando con The Who, Alice Cooper, Pearl Jam, Bob Dylan o Sting. Todos aquellos rockeros rindieron tributo a la música celta como sus orígenes. Que ellos estuvieran tan bien posicionados, me ayudó muchísimo en el arranque. Pensé en hacer lo mismo en la Península, e invité a Luz Casal o Dulce Pontes, grandes artistas de géneros diversos. La filosofía de Irmandade era que cualquier músico puede aportar cosas nuevas a las músicas tradicionales. Por eso, con la versión del aniversario, tenemos a gente del trap o a Rozalén.

 

Ha llevado la gaita a los grandes templos de la música mundial. ¿Qué supone eso para su tierra?

Siento que soy del mundo. Precisamente esta música me ha enseñado que ni la gaita es exclusivamente gallega, ni que la música celta es de Irlanda o Escocia. Lo más bonito es la sensación de que estamos uniendo gentes de todo el mundo. Tocas en Latinoamérica y, con las músicas celtas, descubren que les une a todos porque les muestra unos vínculos muy antiguos que habían viajado desde la Península y se habían mezclado con los suyos. Aparecen otras Irmandades posibles. Es lo que más me fascina, cómo esta música ayuda a reconectarnos. Para mí es más ese camino. Mi papá es gallego y mi mamá madrileña. Fíjate qué mezcla. Aunque cuanto más voy creciendo, más orgulloso estoy de mi tierra. Las patrias son muy difíciles de definir. En cambio, la música celta consigue de forma orgánica que una violinista irlandesa se sienta en casa cuando toque conmigo en Palencia. Sin renunciar a tu personalidad.

 

Es muy asiduo a las colaboraciones. ¿Cómo las elige?

Esas cosas surgen. Es cierto que a veces maduras ideas durante muchos años y piensas en personas concretas. Detrás de cada llamada, hay un proceso. Algo de lo que estoy orgulloso es de que existe ese espíritu generoso por el que la música suma talentos tan diferentes.

 

25 años desde su primer disco. ¿Con qué se queda de todo este tiempo?

Con la sensación de que no hemos parado un solo momento. Hemos estado 25 años a un ritmo de unos 100 conciertos al año por todo el mundo. Y el mensaje de apertura caló entre gente joven que hace música tradicional de formas distintas robando, en el buen sentido, cosas tuyas. Veo con mucho orgullo que la gente vea que en la tradición hay ideas para hacer cosas nuevas.

 

Es usted todo un representante del género. ¿En qué momento decidió dedicar su vida profesional a él?

Con 13 años. Con esa edad me presentaron a The Chieftains, toqué en el Auditorio de Castrelos (Vigo) y sentí que ya era músico. Ha sido seguir aquella estrella. Ha habido momentos de gran duda. Dejé mi plaza de profesor en el Conservatorio con 24 años. Era el momento de dar un salto. Estaba loco porque dejaba una vida segura para pegarme palizas por todo el mundo. Hay muchas cosas que lo compensan.

 

Ha aparecido en portadas y medios de todo el mundo ensalzan su música. ¿Qué se siente?

Hay que soñar y trabajar por conseguir tus sueños. Vale la pena. Es un mensaje para los jóvenes, que no se dejen llevar por la sensación de que algo es imposible o de que el futuro es negro. Mira el que me esperaba a mí tocando un instrumento como la gaita. ¿Quién me iba a decir que vendería un millón de discos?

Estamos en el mejor país del mundo para poder soñar. Tenemos una gran suerte. Las tradiciones están vivas y eso es un tesoro. Tenemos que aprender todo lo que podamos de nuestros mayores, porque se acaban, y quitarnos los complejos de inferioridad. España tiene la sabiduría de la mezcla de culturas. Desde hace siglos, se nos ha dado muy bien.