Herencias, actas, hipotecasy bodas

DP
-

'Notario de guardia', de Javier Ronda y Marián Campra, un anecdotario del gusto del lector con dos centenares de curiosas situaciones

Herencias, actas, hipotecas y bodas

Los periodistas Javier Ronda y Marián Campra firman Notario de guardia, un libro muy bien acogido por los lectores palentinos, que se divierten con esta recopilación  de unas 200 anécdotas ocurridas en más de un centenar de notarías de todo el país. «Testamentos, herencias, bodas, hipotecas, actas, oposiciones a notarías y un sin fin de curiosidades reales narradas por los propios notarios, entre lo estrambótico y lo esperpéntico, donde nos podremos ver a veces representados», afirman los autores, que añaden que «todo es posible» en Notario de guardia, la primera obra española de anécdotas sobre notarías: peleas por una máquina de coser en una herencia millonaria, vivos que se hacen pasar por muertos en un testamento y esconden al difunto, un testamento donde aparece un gato, urnas funerarias en una hipoteca de un piso, bodas góticas en una notaría o en un balneario, a bebés llorones pero que se duermen con la lectura de una escritura de una compra de una vivienda.

El libro contiene una decena de viñetas, más la portada, del conocido viñetista Pachi (Sur de Málaga).

Los dos autores de Notario de Guardia son especialistas en anecdotarios y han escrito otras obras divertidas con éxito editorial sobre la Justicia (De Juzgado de Guardia), Guardia Civil (Tricornio de Guardia) o comunidades de vecinos (Vecino de Guardia). 

locales. Centrados en Palencia, los autores del libro explican que lo primero que llama la atención es que, en estos momentos, en la capital palentina son más las mujeres notarias: tres frente a dos hombres. «En 2016 comenzaba la remontada femenina con la llegada de Raquel Rodríguez Repiso», señalan, para incidir a renglón seguido que «la presencia femenina es cada vez mayor en la profesión: Palencia es un claro ejemplo español».

Una anécdota enmarcada en la situación de pandemia que toca vivir está relacionada con el momento de firmar en una notaría, cuando el ciudadano coge el bolígrafo y, sin venir a cuento, se baja la mascarilla, mirando al notario a la cara. «Y qué tiene que ver la firma con la mano, con la cara o la mascarilla, nada;  los nervios son los nervios, cuando uno firma algo importante en la vida… La mascarilla no es un obstáculo para identificar a las personas en una notaría durante esta pandemia. Adelgazamos, engordamos, pelo corto, pelo rizado, cambio de color. Pero, qué es lo único que no cambia: los ojos», cuenta Javier Ronda de la mano del  experimentado notario de Palencia Juan Carlos Villamuza, con décadas de profesión, quien afirma que «los ojos no engañan;  yo miro los ojos, no cambian;  la mirada, la expresión, en ese sentido da igual la mascarilla, se puede identificar perfectamente siempre a la persona por los ojos».

En un pueblo de la provincia no había mucho que repartir tras la muerte de los padres. Los hermanos acabaron a tortas por un armario de escaso valor patrimonial. El mueble no era de nogal, ni una pieza de un museo costumbrista. Era simplemente la disputa entre hermanos, entre ellos, por el que se había quedado con el ropero y allí no se firmaba ninguna herencia, claro está. 

La profesión de notario entraña riesgos, aunque pudiera parecer lo contrario. En este sentido los autores del libro hacen referencia una situación vivida en la provincia. «En una ocasión, tras la muerte de una mujer que tenía escasos bienes, la pelea entre los hermanos fue brutal. Primero en la notaría y después en la calle. Llegó a intervenir el notario como en un combate de boxeo separando a los dos hermanos. El enfrentamiento terminó con la intervención de los agentes de la autoridad y con uno de los hermanos que tuvo  que ser atendido en el hospital por las heridas sufridas  durante la pelea».

En otra ocasión, relatan los periodistas, un notario llevaba un requerimiento de pago para un vecino de un pueblo de la provincia. «Cuando se estaba acercando a la casa, el deudor sacó un enorme perro, que daba miedo, y empezó a señalar al notario. La notificación quedó pendiente y para la historia notarial palentina. El notario pudo acabar con un brazo menos porque el perro solo miraba la mano donde llevaba la notificación. El perro no es el mejor amigo del notario, sobre todo si lleva un documento para un deudor», concluyen.