La venganza del PP

Javier M.Faya (SPC)
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El 'no' de Casado a Arrimadas para concurrir juntos en las elecciones catalanas constata la estrategia del popular de aislar a Ciudadanos por su apoyo al Gobierno central durante el estado de alarma

Los líderes de las formaciones liberal, Inés Arrimadas, y conservadora, Pablo Casado, se saludan en el acto central de campaña de las elecciones vascas. - Foto: Javier Zorrilla

Érase una vez un partido pequeñito que, poco a poco, fue creciendo. Uno grande que navegaba cerca desde tiempo inmemorial, con mucho desprecio por verle invadiendo sus aguas jurisdiccionales, lo llamó «naranjito». Rafael Hernando, exportavoz del PP, así bautizó a Ciudadanos en marzo de 2015. Lo cierto es que en el último lustro muchas cosas han cambiado. El barquito de papel (heredero de UPyD y PCR, sobre todo, ya que nació en Cataluña) superó a los dos transatlánticos constitucionalistas y al nacionalista reconvertido en independentista en una noche histórica: la del 21 de diciembre de 2017. Inés Arrimadas ganaba en las urnas. 

Ahí se produjo el punto de inflexión en el bloque liberal. La euforia se desató en el número 253 de la callé de Alcalá de Madrid. El presidente, Albert Rivera, tenía motivos para soñar. «Un partido que aspire a gobernar debe ser el primero al menos en una región». Estas palabras no son del catalán sino uno de los miembros de la vieja guardia, purgado el pasado verano con amenazas. Se reía cuando le llamábamos «El cuervo de los tres ojos de Cs», por Juego de tronos.  

Mientras, en Génova asistían con miedo al nacimiento de un gigante. Los escándalos de la Gürtel, los papeles de Bárcenas, etcétera, que acosaban a un sexagenario Rajoy mostraban a un partido viejo que podía ser comido por el pez chico, con un líder de solo 37 años. Ese podía haber sido el relato, pero llegó la moción de censura de Pedro Sánchez en junio de 2018... 

El bloque conservador inició una travesía por el desierto que culminó con unas primarias en julio de ese mismo año, en las que venció, contra todo pronóstico, Pablo Casado, que representaba un soplo de aire fresco en el PP, sin piedras en la mochila.

Meses después, sin ninguna expectativa, llegaron las elecciones andaluzas (2 de diciembre) y, pese a los malos resultados y por una carambola, su candidato, Juanma Moreno, se vio coronado en presidente de la Junta. A pesar de la felicidad de los naranjas, fue una pequeña decepción, ya que las encuestas del PSOE-A (Rivera las tenía) hablaban de un sorpasso de Ciudadanos a los populares. Pero Rivera no lo vio así. Olía a Moncloa, aunque no se percató de que había tocado techo un año antes.

Estaba cantado que, con la bendición de Vox, PP y Ciudadanos estaban condenados a entenderse. Defensores de la regeneración democrática ambos bloques desalojaban a Susana Díaz y pusieron fin a los casi 40 años de hegemonía del PSOE. Pero Juan Marín, su líder allá, pudo haber sido presidente.

Sin tiempo para celebrar la fumata verdiblanca llegaron las elecciones generales del 28 de abril de 2019. Sorpasso. Esa era la palabra mágica, que, cual mantra, repetía una y otra vez Rivera. El PP volvió a caer en el pecado mortal del desprecio. Con un equipo débil, Casado tocó fondo con 66 diputados (un desplome de 71), pero no fue sobrepasado por Cs, que se disparó de 32 a 57.

Todo pintaba bien para Cs, tanto que los resultados fueron excelentes (pero mejorables) en los comicios autonómicos y municipales del 26 de mayo. Y se produjo lo que nadie se esperaba, más allá del no es no a Sánchez. Pese a las victorias socialistas en la Comunidad de Madrid, Castilla y León y Murcia, donde los populares llevaban en el poder 24, 32 y 24 años, respectivamente, Rivera se alió con Casado y muchos votantes se sintieron traicionados al incumplir su compromiso de regeneración democrática. 

España Suma

Tanto se disgustaron que le castigaron el 20 de noviembre. Casado les ofreció el España Suma, una idea que fue calando en el electorado del centro derecha. ¿Si PP y Cs vienen a ser lo mismo para qué apoyar a los segundones? Ya hablaba Rubalcaba de las mezclas... Y Ciudadanos y Rivera descendieron a los infiernos: 10 diputados. Por contra, el palentino se hizo con 89.

Pese al malestar interno, Arrimadas siguió coqueteando con los populares en los comicios de Galicia (Feijóo la repudió) y País Vasco (el popular Carlos Iturgaiz capitaneó la lista) mientras respaldaba al PSOE con los estados de alarma y los Presupuestos (aunque se bajó el pasado jueves). El no del lunes de Casado a concurrir juntos en las elecciones catalanas del próximo 14 de febrero ha sido la venganza del palentino, que con su guerra a Vox vende una imagen de centro.