Editorial

El tejido industrial requiere inversión, innovación y ayudas

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Se equivoca quien piense que el tejido industrial es una especie de concepto abstracto que referenciamos en cifras de volumen de producción y negocio o en porcentajes de exportaciones y rentabilidad, como cuando se habla del erario público que nadie puede concretar porque nadie puede verlo reunido, o como cuando manejamos parámetros macroeconómicos sin entidad fuera de los programas informáticos y los dosieres. El tejido industrial es, por el contrario, algo tangible porque lo constituyen las pequeñas, medianas y grandes empresas que proyectan, idean, producen, fabrican, promocionan, distribuyen y venden en un territorio físico. Son tangibles que están ahí, cuyos propietarios, socios, directivos y trabajadores tienen nombres y apellidos y cuyos artículos, productos y servicios son susceptibles de compraventa, uso y consumo por parte de empresas, comercios, instituciones y personas a título particular que también tienen identidad. Va más allá de cifras, aunque no pueda prescindir de ellas. 

 Por eso, crisis económicas como la derivada de la pandemia del coronavirus, con cierres, descensos en la producción, despidos y regulaciones temporales de empleo afectan a personas concretas, no son solo un porcentaje. De igual modo, las oportunidades que en algunos casos ha supuesto esa misma crisis y que ciertas industrias han aprovechado para introducir cambios en su actividad, impulsar sus líneas productivas, ampliar la cartera de referencias o mejorar las instalaciones, también es obra de personas con nombre y apellidos y afecta a familias, al consumo doméstico y a la economía local. No hay nada de abstracto en la evolución del tejido industrial.

Por eso, cada mercantil que se mantiene, y además crece; que conserva su plantilla, y además la amplía; que no se conforma con una ubicación justa, sino que da el salto a unas instalaciones más adecuadas, con lo que eso conlleva de inversión, de riesgo, de innovación y de valentía, nos reconcilia con el mejor de los espíritus emprendedores. Que en Palencia lo hay y que, a nuestro juicio, convendría que recibiera más ayudas institucionales.

Y es que el tejido industrial, como el comercial, el agroganadero o el sector servicios, necesitan atención constante, gente despierta e inconformista, capaz de aventurarse para prosperar. Tras exhaustivos estudios y análisis de mercado, apostando por la mejora y la formación continuas, con la atención fija en las demandas sociales y en los nuevos nichos de desarrollo, es decir, con muchas complicaciones y a veces con garantías muy justas. Es como para brindar a la salud de esos valientes que se abren a todas las posibilidades y a los que nos gusta referirnos como muestra de que el tejido industrial palentino está vivo.