La conquista de América para escépticos

SPC
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Juan Eslava Galán viaja hasta el siglo XV para compartir con los colonizadores del Nuevo Mundo sus experiencias en uno de los capítulos más controvertidos de la Historia de España

La conquista de América para escépticos - Foto: JUAN LAZARO

«Ni genocidas ni exterminadores». El escritor e historiador Juan Eslava Galán tilda de «exageración» decir que los españoles que descubrieron, conquistaron, invadieron o llegaron a América, pretendían acabar con aquella cultura. De hecho, lo considera una visión simplista propia de «oportunistas, populistas y desinformados» que no son capaces de atender al contexto religioso, político y social del momento.

Es por eso que Eslava Galán, en su última obra La conquista de América contada para escépticos, se pone en la piel de los gobernantes, regidores y hasta del Papa, pero también de los humildes ciudadanos que embarcaron en aquellas naves en busca de nuevas rutas para conseguir las deseadas especias que empezaban a escasear y, por supuesto, del oro. «Si lo ponemos en su siglo y su mentalidad, los españoles fueron allí con todo el derecho, porque el Papa era el vicario de Cristo y ordenó evangelizar el mundo, porque la Tierra le pertenecía», explica.

Lo ha hecho con la pretensión de alejarse tanto de «la leyenda rosa como de la leyenda negra» que rodeó aquella ingente empresa que marcó los siglos XV y XVI. Una hazaña que cambiaría el rumbo de la Historia del mundo, para siempre.

Publicado por Planeta, este libro mezcla historia, cultura, pedagogía y no pocas dosis de humor e ironía para llevar al lector, con todo el rigor y perfectamente documentado, hasta los confines del mundo que eran entonces aquellas tierras ignotas habitadas por «salvajes». 

Eslava recuerda la sorpresa que se llevaron los colonos ante los sacrificios humanos que aún practicaban los aztecas. «Gente primitiva», reconoció el propio Colón, pero también «mansa y dócil» a la que se intentó esclavizar hasta que la reina Isabel puso el freno aclarando que la misión era la de evangelizar y, por lo tanto, los indios no eran esclavos sino súbditos del Reino de España. Es decir, iguales. Es por eso que Eslava rechaza la imagen «positiva» que se tiene de Colón por su moralidad, ya que al ver que no había ni oro ni especias, piensa en esclavizar a los indígenas.

La obra recorre desde el primer viaje de Cristóbal Colón este periplo geográfico y también moral de la Historia que reaparece recurrentemente pero del que «no hay que avergonzarse en absoluto». Es verdad que los europeos llevaron enfermedades que elevaron la mortandad de los indígenas, como la viruela. Pero del mismo modo que los que volvieron trajeron al continente europeo otras como la sífilis «que también hizo estragos en Europa». Una circunstancia que califica de «accidentes históricos que no proceden de la mala voluntad de nadie».

Y así, el viaje va desde Venecia, ciudad que se contempla en 1462 sobre una góndola meciéndose en mitad el Gran Canal rodeado de palacios, por los distintos escenarios de aquella conquista y sus protagonistas. Desde Colón hasta Pizarro y Pedro de Valdivia, pasando por Arjona, Hernán Cortés o recordando a los hermanos Yáñez Pinzón, o la muerte de Moctezuma.