Cuando la era... era

A. Benito
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Quintanaluengos ha sido escenario de una recreación de la trilla a modo de homenaje a todos aquellos que trabajaron en el campo antes de la mecanización

Cuando la era... era

Dice el blog Historias de Mestanza que «cuando llegaba el tiempo de la siega, los hombres se dirigían con sus hoces a los campos de trigo y de cebada. La jornada empezaba temprano, para evitar los calores del verano. Entonces las cuadrillas de segadores comenzaban a avanzar por los prados como un ejército implacable. Con una mano cogían la mies y con la otra la cortaban. Y así durante horas, con movimientos recios y acompasados».

Tras la siega, venía el tiempo de la trilla, que no era otra cosa que retirar el grano de la paja. Una labor que podía realizarse con mayal, haciendo pisotear la mies a tropillas de bueyes o caballos o enganchando a estos animales una plancha de madera cuya superficie inferior tenía incrustadas numerosas piedrecillas cortantes, que por regla general eran lascas de sílex. Finalmente, se hacía la limpia por medio del aventado, que consistía en lanzar la mezcla al aire, de tal forma que la brisa más ligera era capaz de arrastrar el bálago a un lado, mientras que el grano caía en el mismo lugar.

Cuando la era… era es el título de la actividad que tuvo lugar hace unos días en Quintanaluengos, una iniciativa que surgió de forma espontánea con el objetivo de recrear unos trabajos que en España comenzaron a desaparecer en los años 40 con la mecanización agrícola. A partir de esa década se extendieron las trilladoras mecánicas y las aventadoras o beldadoras, aunque el boom definitivo llegó con las cosechadoras, que hoy en día hacen toda la labor, desde la siega hasta la separación del grano y la paja, que dejan sobre el terreno en sacos y pacas, respectivamente, para su recogida. Otras veces, la propia máquina almacena el grano y, periódicamente, se pasa a un depósito provisto de una tolva y arrastrado por un tractor.

Cuando la era...  eraCuando la era... eraCon estos cambios, un campo que antiguamente necesitaba el trabajo de 60 labradores durante 15 o 20 días, ahora se cosecha en una o dos jornadas con una máquina y dos personas. Esto ha hecho que las labores tradicionales hayan caído en el olvido, sobre todo entre los más jóvenes, aunque también son muchos los adultos que desconocen por completo cómo vivían sus abuelos y bisabuelos. 

«Nunca está mal echar la vista atrás y rendir homenaje a aquellas personas que sufrieron los sinsabores del campo», indica Damián Simal, uno de los artífices de la actividad que se desarrolló en la localidad norteña hace unos días y en la que colaboraron algunos agricultores de Quintanaluengos y amigos del artista como el que cedió sus caballos para hacer una demostración de la trilla. «Ya no hay vacas ni bueyes enseñados a realizar esta faena, así que tuvimos que hacerlo con caballos, aunque eso nunca fue lo más habitual por nuestra zona», continúa Simal. 

La actividad, que se complementó con la proyección de varios audiovisuales relacionados con la trilla y otros oficios tradicionales como el del herrero, así como con la Montaña Palentina, resultó todo un éxito. De hecho, unas 500 personas disfrutaron de los actos y pudieron ver también la exposición de pintura de esa misma temática que Damián Simal sacó a la calle.

Cuando la era...  era
Cuando la era... era
«La verdad es que no esperábamos tal afluencia, pero visto lo visto no estaría mal repetir en otra ocasión», indica el pintor, cuya obra siempre se ha caracterizado por ser reflejo de la tradición, el arte románico y los bellos paisajes del norte de la provincia, sus principales fuentes de inspiración, aunque entre sus cuadros, inscritos en el realismo mágico, existe una gran variedad de temáticas y estilos.