El trabajo más artesano

Noelia Tadeo
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La comunidad cisterciense del monasterio de Nuestra Señora de Alconada se dedica a la encuadernación y la restauración de libros. Una labor que realizan de manera manual, con sumo cuidado y delicadeza

El trabajo más artesano

La vida monástica puede albergar diversas actividades y la comunidad cisterciense del monasterio de Nuestra Señora de Alconada (Ampudia) dedica sus días a los trabajos artesanos, realizados con sus propias manos, tal y como manda la regla de San Benito por la que se rigen. Así, elaboran diversos dulces y se encargan de la encuadernación de libros. Es esta segunda ocupación la que les permite llevar una vida algo más distendida, pues no está sujeta a horarios tan estrictos como el obrador, donde los tiempos de reposo de las masas y el horneado marcan el ritmo.

En el monasterio llevan a cabo restauraciones de libros y encuadernación nueva, de folio, rústica y con tapa dura, además de confeccionar otros objetos como cajas, fundas para libros y archivadores. Siempre con las mejores calidades y con resultados impecables, ya que de este taller no sale un mal trabajo.

La tarea no es sencilla, pero la pericia de las monjas la convierte en algo simple. Para tener una obra monástica de este calibre entre las manos se debe seguir un proceso concreto y minucioso. Por ejemplo, para encuadernar hojas sueltas primero se encolan en abanico con cola blanca, después «se pone una tarlatana, una especie de gasa fina que las une y ayuda a que a la hora de secar los folios permanezcan unidos y da mayor consistencia al encolado», explica sor Mónica, madre priora. 

Una vez seco es el momento de realizar las tapas. Si se ha escogido una de tipo duro habrá que «tomar medidas, cortar cartones y forrarlos con el material que la persona elija, como papel o piel si la tapa es rústica», aclara. 

Más tarde se crea el diseño que decorará la portada. Esto se hace con la máquina de dorar, una de las más antiguas del taller monástico que «evoca los principios de la imprenta», según sor Mónica. En esta parte del proceso intervienen las letras de hierro que se colocan de manera manual y cuidadosamente para dar lugar el texto que aparecerá en la portada del libro. Estas «se colocan todas juntas y ordenadas en una plancha, se presionan y con una temperatura de 200 grados, se ponen sobre una película de oro o de otro color y se quedan grabadas en el material», explica la madre priora. Es, sin duda, «una de las mayores complejidades de la encuadernación porque aunque no influye directamente en el proceso es importante para que el libro quede bien», añade. Además, no intervienen los ordenadores, «es todo manual y es un proceso tan minucioso que si te equivocas tienes que empezar de cero».

No hay que olvidar que cuando las tapas incorporan dibujos la comunidad cisterciense encarga un cliché de hierro. 

Con todos los detalles de las tapas listos llega la hora de guillotinar el libro a su medida, mientras «se pone la cabezada, la tela que sobresale por ambos lados del libro, y se refuerza por dentro para que quede bien sujeto a la tapa con un papel de kraft, es decir, enlomar» comenta sor Mónica. De hecho, este paso «se hace para que si en cualquier circunstancia se cae siga quedando con el encolado y sin estropearse», aclara. Por último, se impregna de cola para colocar las tapas y se introduce en la prensa, donde pasará 16 horas hasta que esté totalmente listo para ser entregado.

Cuando trabajan con cuadernillos o revistas, en lugar de encolar los folios deben coserlos a mano, para más tarde colocar las tapas y seguir el mismo proceso.

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