Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


La gemela volvió a casa

06/01/2022

Vivieron juntas toda la vida. Con plena confianza una en la otra.  Querían seguir unidas «hasta que la muerte nos separe». Se prestaron mutuo apoyo, complemento necesario para que las tareas, dentro y fuera del hogar, resultasen rápidas y agradables. Fruto de la estrecha colaboración, el tiempo de ocio compartido fue mayor que si cada una hubiese tomado distinto camino, con riesgo añadido de equivocarse y tener que desfacer, castellano cervantino, entuertos que hubiesen robado la serenidad habitual.
Todo ello fue asumido desde el día en que -años atrás- se conocieran a fondo, y decidieran permanecer atentas a las necesidades y aficiones de su compañera, sin interferir ni poner trabas; en lo bueno y en lo malo. El resultado: gratificante en el día a día. Tenían claro y se las prometían muy felices, seguir juntas en tiempo futuro. Meses, años, ¡vaya usted a adivinar si unas pocas horas! Y, porque resultaba tranquilizador, también estaban de acuerdo en no conocer «el día, ni la hora». Resultaba gratificante, pues evitaba sobresaltos y sueños inquietantes. La frase: «Hasta que la muerte nos separe» les producía sosiego y calma. Eran precavidas, cuidadosas. Y habían consolidado a la perfección gustos y peculiaridades hasta el punto de poder sentir lo unidas que estaban en época de frío y calor, primavera brillante o invierno propicio a caprichos atmosféricos que soportaban acompañadas de mantitas de lana, o calorcito adicional.  
No todo es dulce en la casa del pobre. Un accidente se llevó a una de ellas un tiempo y volvió al hogar, dulce hogar, ajena y quejumbrosa, sin capacidad de abrazo o caricia, con una escayola de por medio que hacía imposible todo intento de acercamiento a su gemela querida. Y la otra mano, sí, mi mano izquierda, que hasta ese momento era tan feliz, hubo de emprender un aprendizaje de salvamento para suplir a la otra, la derecha, en una y múltiples necesidades. Todo esto quise contarlo como un cuento.  El final, es sencillo. No hay mal que cien años dure. La recuperación, las ganas de volver a la normalidad me hacen seguir adelante. Ya sin escayola, las fisioterapeutas trabajan con profesionalidad mi mano. Gracias, amigas. Pasado un tiempo todo volverá a ser como antes. Mi mejor regalo de Reyes.

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