El fin de la excepción europea

Leticia Ortiz (SPC)
-

La irrupción de Vox en el Parlamento andaluz con 12 escaños ha roto con la singularidad de España dentro de la UE, que era de los pocos países que se mantenía ajeno al augede las formaciones populistas de derechas

El fin de la excepción europea

Alta tasa de inmigración, alarmantes cifras de desempleo, descontento con la clase política y una crisis económica que no acaba de irse. Ingredientes de un cóctel que en Europa permitió el avance de la extrema derecha. Francia, Grecia, Italia, Alemania, Polonia, Hungría o Finlandia vieron cómo formaciones que llevaban por bandera las políticas antimigratorias, xenófobas y antieuropeístas entraban en las instituciones públicas. España, sin embargo, resistía como la aldea gala de Astérix ante el avance de los romanos. El profundo europeísmo del país, la unión histórica de la derecha bajo las siglas del PP, y, sobre todo, lo que se llamó la vacuna del franquismo actuaban de barrera infranqueable para esta clase de populismo que recorría el Viejo Continente. Hasta que las elecciones de Andalucía del pasado 2 de diciembre pusieron fin a la excepción de la UE con la abrupta irrupción de Vox que, con 12 escaños, se ha convertido en la llave para desalojar al PSOE del Palacio de San Telmo por primera vez en democracia. 

A pesar del estrepitoso fracaso de las encuestas, sonrojante en el caso del sondeo oficial, el CIS de Félix Tezanos, no puede decirse que el crecimiento de la formación liderada por Santiago Abascal resulte del todo inesperado. Más allá del voto de castigo, tan arraigado en España que el partido de José María Ruiz-Mateos consiguió dos escaños europeos en 1989 más por deméritos del PSOE de Felipe González que por merecimientos propios, diversos indicios señalaban la posibilidad de que la formación derechista saliese de las catacumbas en las siguientes citas con las urnas.

El pasado 7 de octubre, Vox ya dio un toque de atención en Madrid, al llenar el Palacio de Vistalegre, curiosamente el mismo recinto desde el que Pablo Iglesias amenazó con asaltar el cielo en el primer gran evento de Podemos. Más de 10.000 personas dentro, y 3.000 que se tuvieron que quedar fuera por cuestiones de espacio, indicaban que la estrategia de la formación podía haber empezado a funcionar.