Perantón

Fernando Pastor
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/ Cerrato insólito

En Cevico Navero hubo un alguacil muy peculiar, Gerardo Bilbao. Simultaneaba ese oficio con el de peluquero y con el de zapatero. 

La zapatería y la peluquería las tenía en casa. Si alguien iba a cortarse el pelo, se lo cortaba; si le llevaba zapatos a arreglar, los arreglaba; y si el secretario del ayuntamiento le requería para alguna labor de alguacil o de pregonero se acercaba a su ventana y le llamaba. Lo mismo hacían los vendedores ambulantes para pedirle que pregonara por las calles del pueblo su presencia y los productos que vendían. 

Con anterioridad ayudó en misa haciendo medio de sacristán, medio de monaguillo. Puesto que era algo sordo, los monaguillos se le acercaban sin que se diera cuenta y le sacaban del bolso las recaudaciones del cestillo. Una Semana Santa mandó a los monaguillos que tocaran las campanas antes de que pudiera hacerse (en señal de luto han de estar sin sonar hasta que comienza el Domingo de Resurrección), y el cura, don Ireneo, lo oyó desde su casa y salió raudo a echarle una buena bronca.

Otro alguacil mítico de Cevico Navero fue Ángel Conde. Tras dedicarse a la agricultura tuvo que buscarse la subsistencia fuera de su pueblo, como tantos otros. Zumárraga y Barcelona fueron sus destinos, para regresar después a su pueblo, en el que ejerció muy diligentemente como alguacil durante más de 20 años, lidiando siempre con los problemas de agua que tenía Cevico Navero (averías, cortes…).

Una expresión muy típica en él era espetar «calla, que eres un perantón» cada vez que alguien manifestaba algo con lo que no asentía. Esa expresión acabó reportándole el apodo con el que desde entonces se le conoció a él mismo: Perantón.

En 1982 se creó en Cevico Navero una Asociación Socio-Cultural que fue ampliando sus actividades, entre ellas celebrar el fin de año con una hoguera y tomando las 12 uvas. En la Navidad de 1985 se plantearon además engalanar con cintas toda la calle Real e instalar un cartel luminoso en la torre de la iglesia felicitando el nuevo año a los vecinos.

En medio de un frío intenso, se pusieron manos a la obra para hacerlo posible. Abilio Muñoz confeccionó un cajón metálico rectangular en el que encajar una plancha de ocumen con cortes formando vanos con la forma de las letras FELIZ 1986 y en el interior bombillas de colores cuya luz proyectaría por los vanos el expresado deseo.

La instalación y conexión requería la participación de un electricista, o al menos alguien con el conocimiento y pericia suficiente para llevarlo a cabo. Y a ello se dispuso Perantón, en su calidad de alguacil, con la ayuda de Teófilo Muñoz, conocido como Cabezaperillo.

La colocación del panel en la torre del templo se hizo sin contratiempos, pero faltaba la conexión del conjunto de bombillas a una toma de corriente. Puestos a ello, Cabezaperillo previno a Perantón: «Ten cuidado con los voltios». Perantón no conocía esa palabra y preguntó qué eran los voltios, a lo que Cabezaperillo quiso responder de la manera más gráfica posible y le dijo que «son como ratoncillos pequeños». Perantón reaccionó cogiendo la escoba para blandirla al grito de «aaaaayyyy, la madre que los parióooooo», con la clara intención de liarse a escobazos con semejantes bichos.

La conexión la realizó Cabezaperillo, más puesto en el tema de la electricidad, y el deseo de FELIZ 1986 presidió el pueblo.

Perantón había sido con anterioridad objeto de una broma en el monte. Sus compañeros de excursión conocían la existencia de un nido de abubillas entre un majano. Le dijeron a Perantón que se trataba de un nido de pajaritos pequeños, de colores, y él fue a verlos y si era posible coger alguno. Así que metió el brazo en el nido y salió escaldado, ya que es conocido que las abubillas expulsan un potente chorro de excremento que alcanza considerable distancia. Todo el brazo de Perantón acabó pringado, ante las risas incontenibles de sus amigos, gozosos de que la broma les hubiera salido tal cual pensaban.

Amante de la meteorología, tras muchos años jubilado, actualmente continúa paseando por la plaza del Palacio o jugando la partida (cuando la pandemia lo permite) en los bares de la localidad, a los que llega con otra de sus expresiones típicas: «aquí vengo con mis achiperres».

Sirvan estas líneas como homenaje a quien fue un gran alguacil, que en su cometido colaboró a que su pueblo tuviera por primera vez un luminoso felicitando el nuevo año a los vecinos. 

Mismo mensaje que deseo desde este Cerrato insólito a quienes esto lean: tengan un gran año (en este caso 2022).