España por un colchón

Antonio Pérez Henares
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La hemeroteca deja en evidencia a Pedro Sánchez, con su negativa a pactar con Unidas Podemos y con sus feroces críticas al que parece será su vicepresidente

Sánchez e Iglesias firman un acuerdo de Gobierno de coalición - Foto: Paco Campos

«El final del populismo es la Venezuela de Chávez, la pobreza, las cartillas de racionamiento, la falta de democracia y la desigualdad». Al glosarlo Abascal para criticar el pacto de un café, porque eso fue lo que duró la entrega del PSOE a Iglesias tras el tropezón electoral, el Agitprop sanchista -fui testigo de excepción en Al Rojo Vivo -se llevó las manos a la cabeza, se rasgó las vestiduras y clamó contra semejante desvarió. ¡Que atrocidad! Pero es que resultaba ser que lo dicho no era cosecha del de Vox, era textual de Sánchez con una solemne proclamación añadida: «No pactaré con ellos. Ni antes ni después el PSOE va a pactar con el populismo». Destapé allí mismo el error pero, en tumulto, me taparon a mí.

 No hay, sin embargo, razones de repudio mayores al abrazo del colchón que las propias y expresadas hasta el mismo ayer por el protagonista del mismo. Una y otra vez, antes de cada elección y en esta ultima aún más, Pedro Sánchez a voces o en susurro confidencial, en mitin enardecido o en plato de televisión daba su palabra y pontificaba con enfatizada vehemencia que él jamás de los jamases haría tal cosa, nunca se entregaría ni entregaría al PSOE, su historia y posiblemente su futuro, ni a Podemitas ni a separatistas, que eso está también y por doquier desparramado por todas sus declaraciones.

 Jamás íbamos a ver tal cosa, pero en lo que tardó en tomarse la tacita de las urnas y ver el cántaro roto de su deseo, apareció lo que en realidad ha sido siempre, desde que asomó, su único objetivo y ambición. «España por mi colchón. Y por tu sillón, Pablo, faltaría más» .

 Y nada más despertarse en el, a la mañana siguiente dio la orden a su chamán: «Iván, ponlo en marcha». Y en marcha está. Con Iglesias y con Rufián. Porque en ello, y desde hace meses están, los independentistas de la operación blanqueo, los separatistas buenos Rufián y Junqueras, además claro del PNV y los apósitos de antes, Revilla, Quevedo y ahora, los de Teruel que ya tienen otra existencia y misión. Ya están en el enjuague y su voto lo cantará. 

 Pero son sus propias palabras la mejor prueba y razón contra lo que ese pacto con la extrema izquierda y la connivencia de los separatistas que solo tienen como objetivo el desguace la Nación y el acabar con el derecho soberano de todos sus ciudadanos, supone para el presente y el mañana de España. Él, nadie sino él, afirmaba con solemne mendacidad, a Ferreras en la Sexta, para descartar el encame con Iglesias aunque parece que recordando su bien más preciado, su querido colchón de Moncloa: «Yo sería presidente del Gobierno, pero tengo que reconocer que sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, junto con el 95% de los ciudadanos de este país que tampoco se sentirían tranquilos». Pues ya ven, tranquilo o con dormidita, su colchón es lo primero.

 Porque tanto Sánchez como más destacados pretorianos en el PSOE han proclamado urbi et orbe que no podían coaligarse ni gobernar en conjunto con un partido, Podemos, que pone en cuestión la propia soberanía nacional, y lo demostraron una vez más el mismo lunes de al cuerdo, en el Parlamento catalán con su complicidad con los separatistas en la votación sobre el derecho de autodeterminación. «¿Cómo puede haber en el mismo Gobierno -clamaba el socialismo- un presidente que defienda y aplique la Constitución y un socio y vicepresidente que la rechace y considere presos políticos a quien han delinquido sediciosamente contra ella?». Que existen gravísimas e insuperables «discrepancias de fondo sobre el modelo de Estado», eso era lo que nos decían hasta el 10-N. El 11 a quien han puesto a trabajar ha sido a los podemitas catalanes, encabezados por el separatista Asens, colocado en cabeza para la ocasión, para que engrasen, lo está bastante ya, la abstención de ERC. Y pueden imaginarse, pensar mal y acertar, aunque nieguen y mientan, lo que le va a costar a España esa abstención. Desde que los presos campen en nada en libertad hasta que con la trampa que sea se avance hacia el referéndum de secesión del que vamos a ser excluidos, merced a su exclusivo y falsario derecho a decidir, el resto de los españoles.

 ¿A qué seguir? Son centenares las muestras del engaño. Como postre un botón más, también de hace tan solo semanas y de nuevo. De nuevo Sánchez, en impostada confidencia en un coche con Susana Griso, susurrando con tonillo para convencer: «No gobernaré con Iglesias de vicepresidente ni con el apoyo de los independentistas». O sea, exactamente lo que ahora va a hacer.

La zorra y el gallinero 

 

¿Qué más argumentos, pues, que los suyos propios para temer al Gobierno que vamos a soportar y sufrir? ¿Qué puede ir mal a España con esos mimbres y ese cesto en los dos asuntos esenciales y trascendentales, la economía y el paro y Cataluña y el intento separatista de hacer añicos España por los que vamos a tener que transitar? Cómo vamos afrontarlo mejor que con el enemigo dentro, la zorra en el gallinero y, por seguir con el fabulario sanchista, la serpiente en el colchón.

Sánchez entrega a España pero también entrega a su partido, el PSOE, ya convertido en una prolongación caudillista, sin capacidad de resistencia ni recuerdo de principios, a Pablo Iglesias. Lo somete a Podemos cuando Podemos ha perdido desde que lo amenazaba con el sorpasso 2,5 millones de votos y 37 escaños, más de la mitad de los que tuvo. Es ahora cuando Sánchez le da todo y colma su mayor ambición. Y ellos callan, porque el poder ciega no solo a quien lo ambiciona sino también a los comparten y aspiran a compartirlo.

 El socialismo, alborozado y satisfecho, aplaude lo que ayer reprobaba. Todo por el poder. Todo por el colchón. Para ellos días de vino y rosas. Nadie rechista. Ni Susana, ni Lambán, Vara, el untuoso extremeño, menos aún y Page solo se atreve a un pellizquito, nada mas osa decir, y eso, solo decir, aunque sabe, no es para nada tonto el toledano, que esto por su tierra, y por todas las tierras de España, no va a gustar nada y que él mismo lo puede pagar. Eso se teme. Pero no es eso lo que debería ser su prioridad sino lo que tememos ese 95% de dormir intranquilo, al decir de Sánchez , y que no es otra cosa que las consecuencias de este gobierno monstruoso, Frankenstein, en definición de Rubalcaba, a quien enterraron tan bien, como el propio Alfredo anticipó, que vamos a pagar todos y cada uno de nosotros. Emiliano lo que teme es que cuando toque se lo hagamos pagar a quienes lo han provocado y, es su caso, consentido.