Elisa Docio Herrero

A vuela pluma

Elisa Docio Herrero


Trabajo y vida

07/11/2021

«Del cielo para abajo cada uno vive de su trabajo», salvo los que viven del de otros. Para evitar que ocurra lo segundo las comunidades humanas regulan las relaciones laborales. Evitar el esclavismo, la explotación y conseguir que haya equilibrio entre el que ofrece un puesto de trabajo, a cambio de un salario justo, y quien presta su mano de obra, su esfuerzo personal, tiempo y dedicación para realizar tareas productivas. Ambas partes tienen que encontrar ese punto en que ambos ganan y ninguno pierde. Trabajamos para vivir, igual que hicieron nuestros antepasados primitivos cuando cazaban o recolectaban, igual que hacen los animales. Es la supervivencia. Pero esa balanza siempre está en tensión, quien más puede más tira, quien más poder tiene la desplaza hacia su lado. De una manera u otra la mayoría de las personas, a las que no nos caen del cielo los recursos, necesitamos trabajar. El mercado es cruel, no tiene en cuenta el factor humano. Si hay poco trabajo y muchos aspirantes quien ofrece un puesto tenderá a pagar lo menos posible con el consiguiente empobrecimiento personal, familiar y comunitario. Por eso es tan importante tener una buena regulación que proteja a la parte más débil, la que depende solo de su esfuerzo para vivir. La temporalidad abusiva en el empleo solo beneficia a la parte que mueve trabajadores como peones, sin consolidar antigüedad ni derechos. ¿Quién puede hacer planes de futuro cuando encadena contratos sucesivos de unas horas? ¿Quién puede rendir con ilusión en un trabajo fugaz? El año pasado se firmaron cinco millones de contratos de una noche. Trabajar y ser pobre no se puede consentir. «12,5 millones de personas, es decir, el 26,4 % de la población española, se encontraban en riesgo de pobreza y/o exclusión social (AROPE) en 2020».                          www.elisadocio.com