El monte luce «receptivo» para un buen otoño de setas

A. Benito
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La abundancia de lluvias y unas temperaturas suaves hacen prever una buena temporada. Las asociaciones recuerdan que la presión recolectora es cada vez mayor y piden responsabilidad

El monte luce «receptivo» para un buen otoño de setas - Foto: Rosa Blanco

Tal y como explica Javier Alonso, de la Asociación Micológica Corro de Brujas, en el crecimiento de los hongos y las setas influye, principalmente, la cantidad de agua y el momento en el que caiga. Por eso, las previsiones para este otoño son buenas o, dicho de otro modo, «el monte está receptivo». Lo mismo opina Julián Caballero, de la Asociación Regius, que destaca otra variable importante en la llegada de un micelio que este año «no viene mal»: la buena temperatura.


Ambos, sin embargo, recuerdan que lo importante es salir al campo a disfrutar, «a buscar setas y no tanto a cogerlas». De hecho, y como amantes de la micología, Alonso y Caballero recuerdan que al monte «hay que darle ritmo». También piden a la gente que respete el entorno y aseguran que la «presión recolectora» en la provincia es cada vez mayor. «Hay que valorar que tenemos una riqueza al lado de casa que debemos proteger», apunta Alonso, al tiempo que indica que se necesita «más conciencia».


Reconoce que las setas y los hongos se han convertido en algo así como la «gallina de los huevos de oro», aunque lo deseable sería que la gente empleara «más horas en adquirir conocimientos» sobre este apasionante mundo «y aprendiera así a disfrutar de su belleza y a clasificar cada ejemplar». Eso, además, evitaría muchas confusiones e intoxicaciones.

El monte luce «receptivo» para un buen otoño de setasEl monte luce «receptivo» para un buen otoño de setas - Foto: Alberto Rodrigo


En este sentido, Caballero entiende que «hay que regular la sobreexplotación de este recurso para que todo el mundo disfrute» y destaca la labor de las diferentes asociaciones existentes en la provincia, «que cumplen con los objetivos de informar a la población sobre cuáles deben ser los hábitos de conducta en el campo». Lamenta que, este año, la situación haya puesto su actividad «contra las cuerdas». Y es que la crisis sanitaria hace muy difícil la celebración de charlas o exposiciones, pero lo que no va a impedir es la organización de alguna que otra salida.


Finalmente, los integrantes de Corro de Brujas y Regius -en la provincia también están las asociaciones Quercus, Micológica Palentina, Estudios Micológicos Forestales, Palencia Norte, Micológica de Venta de Baños y Montaña Palentina- recomiendan a los aficionados que disfruten del boom micológico, pero también piden «responsabilidad» a la hora de recolectar las especies comestibles.

 

Un agradable paseo micológico por la provincia. La naturaleza de la provincia esconde numerosas sorpresas. Entre ellas se encuentra la riqueza de un territorio por el que se puede emprender un agradable paseo micológico con numerosas y bellas especies, de las cuales muchas son comestibles. 


El recorrido se puede iniciar en localidades terracampinas como Ampudia o Autilla del Pino, donde abundan, entre otras, las apreciadas setas de cardo y los no menos famosos níscalos. Al borde de esta comarca, en los pastizales, crecen la codiciada seta blanquilla o perrechico. 


Otra alternativa para pasar un buen rato en plena naturaleza, es cruzar al otro lado de la provincia y adentrarse en el Cerrato. Bajo sus robles y encinas crecen auténticos diamantes: ejemplares de trufa negra que, aunque no son autóctonos, hace casi diez años empresas e instituciones como la Diputación y productores empezaron a cultivar.


Más al norte, en la Vega, la Valdavia, la Ojeda y el Boedo, sus bosques de roble y rebollar están repletos de hongos como los boletus, la amanita rubescens o la cesárea, mientras que en las zonas de pasto no falta la popular seta de sombrerillo, presente también en otras zonas.


En cuanto a la Montaña Palentina, destacan los pinares de Aguilar, donde se dan, entre otras, las macrolepiotas o las trichocolomas; los hayedos de Barruelo y Brañosera, en los que se pueden encontrar colmenillas y boletus; o el espacio que se abre entre pantanos y emblemáticas cumbres como el Curavacas y el Espigüete, con especies propias del rebollar como los cantharellus.