Explica Enrique Lozano que un día se sintió mal y decidió aislarse de la familia y los amigos en su casita de La Verdeguera -«por si acaso»- y añade que como el malestar no remitía decidió ir al centro de salud a ver qué le pasaba «y me tocó el premio». Tenía el Covid-19, pasó varias horas en Urgencias y acabó en una cama del hospital -«en planta, no en la UCI»-, con mal cuerpo y fiebre. «Me dolían las piernas y los riñones; y me dijeron que tenía neumonía, aunque a mí no me costaba respirar. Lo peor fue que se me murió uno al lado».  Al cabo de cinco días, «como respondía bien, me mandaron para casa». Sucedió hace algo más de un mes y, desde entonces, ha seguido aislado para no tentar al virus en carne propia, con una reinfección, ni ser fuente de contagio.

Superado ese episodio tan común en los tiempos de pandemia que vivimos desde hace un año, Enrique Lozano, El Pescao, nos recibe con distancia y precauciones, pero enarbolando la bandera de la hospitalidad, con la franqueza que le caracteriza y con sus habituales guiños al pasado y al presente, procurando pellizcar siempre lo mejor del momento, lo bueno de cada situación, aquellas cosas que no son tóxicas y las gentes que van «por derecho», como el cante de verdad.

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