«El personal del hospital nos trata con mucho cariño»

Carlos H. Sanz
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Blanca Gómez se recupera del Covid-19 desde hace diez días en una habitación de la décima planta del Río Carrión, lejos de su familia pero animada por las muestras de cariño y solidaridad que recibe a diario

«El personal del hospital nos trata con mucho cariño»

Blanca Gómez sintió que algo no iba bien el domingo, 15 de marzo. «Estaba en casa y empecé a tener fiebre, una temperatura alta, así que llamé al teléfono del Covid-19. Durante los primeros días, la fiebre me bajaba automáticamente en cuanto me tomaba el paracetamol, por eso al principio pensaba que no era coronavirus...», recuerda desde una habitación de la décima planta del hospital Río Carrión en la que lleva 11 días tras dar positivo en coronavirus.

Sin embargo, el domingo, día 22, le dio «un parraque». «Me puse malísima y les pegué un buen susto a mi marido y a mi hijo porque me quedé sin conocimiento», rememora Blanca, que recuerda perfectamente cómo le dieron la noticia de que se había contagiado de Covid-19. 

A esta palentina de 48 años, vecina de Saldaña, le trasplantaron de riñón hace algo más de un año. La operación y el aneurisma que también ha sufrido la colocaban en los puestos de riesgo más altos, esos para los que contagiarse de coronavirus es sinónimo de complicaciones graves.

«Fueron mis nefrólogos los que me aconsejaron que fuese al hospital urgentemente. En Palencia tenemos la suerte de que están muy pendientes de nosotros», recalca. Así, el lunes 23 de marzo, Blanca y su hijo cogieron el coche y se dirigieron al hospital Río Carrión. «Cuando llegamos estaban avisados, así que inmediatamente me metieron, me miraron, me hicieron radiografías, analíticas y el test. Al día siguiente llegó el resultado: positivo», rememora.

«Me parecía imposible. Había tomado muchísimas medidas antes de que todo esto viniese para acá porque yo tenía muchísimo miedo al coronavirus. Jamás pensé que lo iba a coger. Jamás. Guardaba dos metros de distancia con la gente; procuraba no tocar nada ni a nadie;  iba a la tienda a comprar me quedaba fuera esperando con mi mascarilla y protecciones... Tenía muchísima precaución, pero nada, estaba visto que tenía que pillarlo.», enumera.

«un poco duro». Blanca reconoce que recibir la noticia «es un poco duro hasta que se asimila». «Pasas a estar aislado completamente y nadie puede venir a verte, pero ayuda mucho lo bien que se porta el personal sanitario contigo», recalca. Pasada la tensión, nervios y miedo de esos primeros días, esta saldañesa se recupera poco a poco en una habitación de la planta décima del hospital Río Carrión. «Esta es la tercera vez que me toca torear con la vida y a mí no me va a ganar el coronavirus. Soy de Saldaña y las saldañesas tenemos mucho arranque», sentencia. 

«Además, nos tienen muy bien cuidados. El trato humano es espectacular y todo el personal del hospital, limpieza, enfermería, auxiliares, médicos... todos, de verdad, nos tratan muy bien», insiste en repetir en varias ocasiones.

Por eso Blanca lanza un mensaje a la gente que tenga a familiares ingresados en el hospital: «Pueden estar tranquilos porque nos tienen muy bien cuidados». «De hecho, pienso mucho en los trabajadores del hospital y en sus familias, porque al fin y al cabo se están metiendo en la habitación de alguien infectado con coronavirus. Pese al peligro, te tratan con un cariño y con la mejor disposición. Son geniales», añade.

días pegada al móvil. Mientras su cuadro clínico progresa adecuadamente a base de antibióticos, corticoides y radiografías cada dos días, Blanca ocupa su tiempo móvil en mano. «Por las mañanas, entre la visita de los médicos y la llamada a mi marido y a mi madre, pasa el tiempo en seguida. Por la tarde, entre llamada y llamada, hay días que me echo unos bailes con Miguel Probe Miguel (Miguel Ángel Núñez es su nombre real), un muchacho de León que da clases de acordeón en Saldaña y Guardo y que todas las tardes, de 18,30 a 20 horas, da un concierto a través de Facebook», comenta. La tele, «poco, el Sálvame como mucho porque hasta ahí hablan del coronavirus», bromea.

Tener la cabeza ocupada hace que Blanca ya no piense cómo pudo contagiarse de Covid-19. «No tengo ni idea, quizá comprando. Durante los primeros días, el pueblo se empezó a llenar de gente de fuera. Los veías por la calle como si fuese verano. Eso no tenía que haber sido así; me da mucha rabia, porque el que me ha contagiado a mí seguro que ha contagiado a más gente». 

Blanca reconoce que si no ha comentado más su enfermedad es porque no quería preocupar a la gente, pero sí hizo algo que la honra como ciudadana. «En cuanto lo supe, me puse en contacto con la gente con la que había estado los días anteriores. Era mi deber y obligación avisarles, no solo a mi familia», sentencia.

Por suerte, su marido y su hijo no han dado síntomas por ahora de haber contraído la enfermedad. «Llevan la separación como pueden. Tienen mucha ayuda ¡y mi marido está aprendiendo a cocinar porque hacemos telerecetas por teléfono!», asegura entre risas, aunque reconoce que no todo es jauja y diversión.

«Al final, son las familias la que peor llevan la situación porque están fuera y por mucho que hables con ellos, que les cuentes que están bien, no te ven y no saben realmente cómo estás. A veces sufrimos más por ellos que por nosotros mismos», reconoce.

el aislamiento. Blanca no tiene contacto alguno con el resto de enfermos. No pueden salir al pasillo, aunque a veces desde una habitación se oye al que está en la de al lado. «Sé que a mi lado hay un señor mayor. Los primeros días estaba un poco alterado así que yo le hablaba desde el otro lado de la pared. Al final entablamos una conversación y nos dijimos cómo nos llamábamos, de dónde éramos... Eso le tranquilizó un poco. Me gustaría conocerle en persona y ojalá algún día nos podamos saludar», explica Blanca.

Son esos momentos de soledad los más duros para los enfermos, pero también hay otros en los que el ánimo se dispara. «Son pequeños detalles, como que un amigo que ha venido al hospital te salude desde el antiguo aparcamiento; o que la enfermera te traiga una almohada, que es una de las cosas que más echas de menos de casa. Eso te da un chute de ánimo», recalca.

«¡Y también está la alegría diaria que nos dan Facundo y La Trapa! Un día una bolsa de patatas fritas, otro unas almendras, al siguiente unos bombones... También nos traen agua de la marca Auara y que para una enferma renal como yo me da la vida», añade. «Son gestos solidarios que nos animan mucho, como las cartas de gente anónima que nos escribe al hospital deseándonos que nos pongamos bien y que te dan un chute de alegría porque piensas que se están acordando de ti», añade.

«También he tenido ratos en los que me he hundido ¿eh? pero hay que agarrar al toro por los cuernos y tirar para adelante. Todos los mensajes de ánimo de la gente de Saldaña o de mi Club de Orientación Río Carrión me están ayudando mucho», asevera esta saldañesa.

Blanca espera que el lunes le den una buena noticia y pueda regresar a casa, donde, calcula, deberá estar otros 10 o 15 días sin contacto. «Al menos miro el lado positivo, y pienso que quedaré inmunizada y pasaré menos miedo de contagiarme», afirma con optimismo.