El último 'padrino made in Spain'

Sagrario Ortega (EFE)
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El fallecimiento de Ángel Suárez Flores, alias 'Casper', supone el final de una etapa protagonizada por un ladrón único que lideró la mejor banda de butroneros de Europa

El último 'padrino made in Spain' - Foto: EFE

Hay quien dice que con la muerte de Ángel Suárez Flores, alias Casper, desaparece el último padrino made in Spain. Conocido por el robo de su vida, el de 19 valiosos cuadros de la casa de Esther Koplowitz, capitaneó la mejor banda de butroneros de Europa y llegó a ser el espejo en el que quisieron mirarse muchos delincuentes. «No he participado nunca en mi vida en un hecho violento». Así se defendió Casper en la vista oral que tuvo lugar en 2014 en la Audiencia Nacional contra una organización que él lideraba y que fue desmantelada por las Fuerzas de Seguridad.

Con él se sentaron en el banquillo otras 25 personas, que escucharon en boca de su jefe frases como esta: «He cometido delitos de guante blanco, pero no soy especialista en secuestros ni malos tratos».

«Aunque tenga una cara seria y muy mala, no soy antisocial», dijo también ese día, mientras se defendía una y otra vez de su fama de violento. De hecho, llegó a manifestar que, cuando reclamaba dinero, lo hacía «sin pistolas» y «en lugares públicos y agradables».

No parece que lo fuera la nave en la que su banda retuvo a un hombre que trabajaba para algunos narcos. Allí le torturaron, le amenazaron con una pistola en la cabeza, le golpearon sin descanso por todo el cuerpo y finalmente le cortaron el dedo gordo de un pie con un machete.

Pero, ¿participaba Suárez en esos hechos violentos? Investigadores consultados que lo conocieron aseguran que casi nunca lo hacía, pero no dudan en calificarle de violento.

«Fue uno los delincuentes más especializados e importantes de España y un hombre difícil de pillar. Tenía muy bien organizada a su banda, que le guardaba las espaldas. Nunca iba a los robos», resalta uno de los investigadores.

 

Bélgica, el comienzo

Ángel Suárez Flores nació en 1959 en un pequeño pueblo de Burgos, Buniel, de padre gallego y de profesión ferroviario. La familia no permaneció mucho tiempo allí y emigraron a Bélgica. Fue en ese país donde inició su actividad delictiva en el mundo del narcotráfico. Él mismo llegó a decir que se fue allí con 5.000 pesetas y que cuatro años después era millonario.

Iba y venía a España y aquí tuvo que quedarse después de que los tribunales belgas le condenaran a 10 años de cárcel. Y en ese trasiego, fue detenido por primera vez en nuestro país en 1986. Aún no había creado la banda de butroneros «mejor de Europa», según señalan diversas fuentes.

Antes, Casper había montado con un marroquí un taller de coches en Madrid que preparaba caletas (lugares para ocultar la droga dentro de los vehículos). Se trataba siempre de coches de alta gama que vendían a narcotraficantes que operaban en las tristemente famosas Tres Mil Viviendas de Sevilla.

La vigilancia de agentes de la Guardia Civil dio sus frutos y fue detenido. Empezaban los años 90.

Navidades de 1998. Casper ya contaba con una banda superespecializada de butroneros, como recuerdan las fuentes. Y con los medios más sofisticados, como taladros capaces de hacer agujeros tan grandes «como el tambor de una lavadora». Herramientas en las que la banda no escatimaba lo más mínimo en recursos. Hasta un millón de las antiguas pesetas costaba alguna de ellas.

Según se cuenta, los asaltantes dispusieron días antes de una furgoneta Renault 4 con 10 cámaras a su alrededor y que situaron cerca de la oficina del Banco Popular de Yecla (Murcia).

El fiscal narraba así el asalto: «Entre los días 24 y 26 de ese mismo mes (diciembre) varios de los integrantes del grupo se desplazaron hasta Yecla para llevar a efecto el plan, y mientras algunos permanecían en el exterior en actitud de vigilancia, otros consiguieron acceder, sin que conste el modo, a la sucursal bancaria sin dejar signo alguno de rotura o manipulación de las cerraduras exteriores».

Y añadía: «El botín obtenido no puede ser cuantificado exactamente, pero, de la circunstancia de haberse dejado sobre el suelo una cantidad cercana a los nueve millones de las antiguas pesetas y de las cantidades señaladas como sustraídas por los titulares de las cajas que fueron abiertas, se estima que supera los 4,8 millones de euros».

Ayuda de los familiares

Para aparentar que el dinero robado era de procedencia lícita, los autores de la sustracción «se pusieron de acuerdo con algunos familiares y allegados» para que figuraran como los aparentes agraciados de premios de la Lotería.

Dos años después, Casper, quien estuvo implicado en el intento de asesinato del abogado Emilio Rodríguez Menéndez, ideó lo que creía iba a ser el robo de su vida, el de los cuadros de la casa de la empresaria Esther Koplowitz. Casi una veintena de obras de arte de autores como Goya, Sorolla o Gutiérrez-Solana logró llevarse la banda de la casa, en la que habían infiltrado a uno de ellos como vigilante jurado.

Le valió de nuevo la cárcel, mientras la Policía Nacional recuperaba el botín.

Quizá el padrino se refería a este robo cuando hablaba de delitos de guante blanco, porque después se dedicó casi en exclusiva a los vuelcos de droga, es decir, robos a otras organizaciones, sin escatimar en ellos todo tipo de violencia.

Por una veintena de estas acciones fue condenado en 2015 a 90 años de cárcel acusado de los delitos de lesiones, tenencia de armas, detención ilegal, amenaza, torturas, organización criminal, tráfico de drogas...

La primera vez que pisó una prisión fue en 1986 y la última en 2011. Pasó por las cárceles de Valdemoro (Madrid), Valladolid, Zuera (Zaragoza) y las madrileñas de Navalcarnero y Soto del Real. De esta había salido recientemente después de concederle el tercer grado por razones humanitarias. Padecía un cáncer terminal. Murió el pasado día 6 en el hospital Gregorio Marañón de Madrid.

«Delincuentes de este tipo ya no hay. Los demás son imitadores», subraya un investigador, que define a Casper como «delincuente violento, listo y con mucha capacidad de influir en los demás, que temblaban al verle».

«Era dios y le respetaban los malos. Un mafioso de los que ya no quedan», concluye.