El invierno más crudo para los sintecho

M. Segura Ramos (EFE)
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La saturación de la red de acogida en muchas ciudades y unas condiciones climáticas especialmente adversas en las últimas semanas están llevando al límite a las personas que viven en la calle conviviendo con la pandemia

Voluntarios ofrecen comida y bebida caliente a una persona sin hogar. - Foto: BIEL ALIÑO

Las personas sintecho afrontaron el pasado 2020 y siguen haciéndolo este 2021 un invierno mucho más crudo e incierto. Hay un repunte de desahucios y el índice de ocupación de la red de acogida en muchas ciudades está al límite de su capacidad. Todo ello con temperaturas heladoras, nieve, lluvia y, lo más importante, una pandemia de coronavirus.

Los centros habilitados para la campaña del frío por el Ayuntamiento de Madrid, la más potente de todo el país, se han mantenido abiertos por primera vez durante todo el año (en lugar de cerrar el 31 de marzo y reabrir el 25 de noviembre) y se han reforzado los recursos disponibles.

Pese a los esfuerzos del sector público y privado, la Federación de Entidades y Centros para la Integración y Ayuda a Marginados (Faciam), que atendió en 2019 a casi 4.000 personas y en 2020 registró un aumento de la demanda, advierte que el invierno arrecia con casi todas las plazas ocupadas, más del 90 por ciento.

«¿Qué va a pasar si sigue habiendo más personas sin hogar, si sigue habiendo más desempleo, más desahucios por impago de habitaciones y viviendas... ? Hay mucha incertidumbre ante esta realidad», subraya Susana Hernández, directora de Faciam, integrada por 10 colectivos de la iglesia que trabajan desde hace 40 años en este ámbito.

Los sintecho no son solo los que viven una situación de calle, sino también aquellos que residen en chabolas o en un asentamiento ilegal: «Hay muchos niveles de sinhogarismo», explica.

Ahora mismo, añade, se está dando un «rebrote» de casos por desahucios de alquiler e incluso familias enteras han llegado a las puertas de Faciam.

María José, de 56 años, acogida ahora en un centro de día de Cáritas, recuerda con terror lo que es la calle. Pasó cuatro años con tanto miedo a que le hicieran daño que no dormía.

Trabajó en Canal Plus y Gol TV, pero a los 34 comenzó con las drogas y lo perdió todo, incluida su familia, que la echó de casa. Consiguió rehabilitarse, pero a los 10 años tuvo una recaída y con 48 se vio sola en la calle.

Fue «muy doloroso» y empezó a cometer pequeños hurtos para su adicción. Después se trasladó al poblado de Valdemingómez, un lugar «inmundo», donde convivía con un camello y, a cambio de pequeñas tareas domésticas y de menudeo, él la protegía.

A continuación entró en la cárcel. «Estuve tres años menos un mes. Un tiempo muy largo que fue una esclavitud, no puedes expresarte ni opinar, siempre tienen la razón ellos. Es una absoluta falta de libertad, no solo física de estar entre rejas sino a nivel de palabra», señala.

En estos momentos se encuentra bien: «Estoy arreglando las cosas despacio, sin agobiarme para sentirme bien, pero sin pausa».

El centro de Cáritas donde se encuentra brindan atención psicológica, hay trabajadores sociales y abogados.

Advierte Hernández que hay que desterrar del imaginario social la idea de que un sintecho está en la calle porque quiere -«vago, alcohólico, con una enfermedad mental»- porque olvidamos que siempre es una realidad diferente y compleja.

Detrás de estas situaciones hay factores no solo personales, que también pueden existir (divorcio, muerte de un hijo), sino elementos estructurales o de contexto como es vivir una crisis económica en 2008 o ahora la pandemia.

«La política de vivienda en España favorece el sinhogarismo: el precio de las casas, el escaso parque de inmuebles públicos, el entender los hogares más como un bien de inversión que como un bien social...», denuncia.

 

¿El frío mata?

Apenas iniciado 2021, un anciano sin hogar murió de hipotermia en Madrid, mientras otros dos hombres lo hicieron en Barcelona.

Y es que, más allá del frío, no tener casa mata: «la esperanza de vida de un sintecho es unos 15 años menor. Vivir en la calle destroza tu salud física y psicológica y la posibilidad de tener esperanza en un futuro, llega el momento en que dejas de soñar», concluye Hernández.