Ángel Luis Barreda ve al Camino "renacer como el Ave Fénix"

David Herrero-Ical
-

Con más de 30 años al frente del Centro de Estudios y Documentación del Camino de Santiago asegura que la milenaria ruta «debe ser el espacio del silencio frente a la vorágine urbana»

Ángel Luis Barreda ve al Camino "renacer como el Ave Fénix" - Foto: mir_ical

Tras más de 30 años al frente del Centro de Estudios y Documentación del Camino de Santiago, el palentino Ángel Luis Barreda, rememora los inicios del nuevo impulso del Camino, aquellos que él mismo protagonizó en la década de los 80 junto al sacerdote de O Cebreiro Elias Valiña, gran impulsor entonces de la señalización de la ruta jacobea. Fundador de la Federación de Asociaciones del Camino, Barreda, como todos le conocen en el trazado milenario, atiende a Ical en el marco incomparable del Monasterio de San Zoilo, sede de este espacio en Carrión de los Condes, cerrado desde el 12 de octubre.

Habla de un «primer aldabonazo» en el I Congreso Internacional del Camino, celebrado en Jaca (Huesca), en el que se dice que «ya está bien de historia, pues la ruta tenía muchos años de historia, pero muchos siglos de vacaciones». «El Camino era para optimizarlo. Y la pregunta que nos hacíamos junto con la respuesta era muy sencilla. No hay Camino sin peregrinos. Y empezaron a aparecer los primeros en Jaca», recuerda. «Ahí empezó todo y se empezaron a subir escalones hasta su máxima popularidad», prosigue. Se consiguió la venida del Papa y a partir de ese momento «todo fue rodado». 

Más de 100.000 peregrinos llegaron en el primer Jacobeo, en 1993, y parecía que «no habría límite». Ahora, parece que «quien no ha hecho el Camino no existe». Aún así, no esconde que el conocimiento del Camino «se nos ha desmadrado, que se inició como una aventura llena de desventuras, con unos recursos muy pobres, pero un sentido de acercarse a la ruta jacobea porque tenía razones de peso como la historia, arte, sentido de compartir; y así se inició el Camino». «Fueron años maravillosos porque estábamos poniendo las primeras piedras de lo que después se convirtió en un edificio magnífico, espléndido y popular», ensalza.

Hojeando la copia del Codex Calixtinus con el que cuenta la biblioteca del Camino, señala que se contabilizan más de 6.000 volúmenes vinculados únicamente a la ruta «multiusos y poliédrica», porque «permite hablar de historias y peregrinos», y eso se ha dejado escrito: «Ya no eran solo los escritos de Aymeric Picaud en el siglo XII o relatos viejos, que quedaban lejos».

2020 y la pandemia. Barreda da por seguro el futuro del Camino de Santiago, lo intuye, pero explica que «no cuenta con una bola de cristal». «Todos los jacobeos pensamos que esta pandemia es una mala noche en una mala posada», compara. Lógicamente, los datos, a pesar de ser año jacobeo, estarán lejos de los 350.000 peregrinos que llegaron en 2019 a la capital compostelana. De hecho, en Castilla y León, en la parte inicial de Burgos y Palencia, fueron más de 40.000, mientras que en 2020 la cifra se situado en los 4.000, una décima parte. «Pero hay una diferencia. El Camino ha pasado de una explosión a una pandemia, del todo a la nada», a lo que ha afectado el cierre de las fronteras, unido a los miedos, al temor al contagio. «Pero el Camino volverá, no sé si a los datos de 2019. O si se seleccionará».

¿De qué manera debe regresar? Hay muchas opiniones. Barreda recuerda que «algunos dicen que casi es mejor volver a empezar con un poco menos de afluencia para reconducir el Camino con cierto sentido». «Está abierto a todos, a las ideologías, creencias, etc. Es algo que solamente tiene una cosa que le hace distinto a cualquier itinerario, que es la espiritualidad, pero no solo la religiosa, sino en el más amplio sentido de la palabra, el espíritu de las estrellas, el más austero del Camino, que ahora ya lo es menos», asiente. Como ejemplo, comenta que al principio los peregrinos «pedían agua, donde dormir y poco más; ahora ya quieren agua caliente».

Por ello, insiste en que el renacimiento del Camino, «si es que se produce después de esta pandemia», estará en el «sentido de volver a renacer como el Ave Fénix, no digo de las cenizas, pero casi casi». Y sobre todo, considerar la ruta milenaria como el «espacio del silencio» frente a la vorágine urbana.

«Pero no nos puede ahora extrañar que su popularidad haya roto algunos mitos e hitos del Camino. Como todo lo que se masifica, también tiene la parte mala. Tiene la parte buena, porque pasa por todo eso que ahora llaman la España despoblada», espeta, para admitir que la ruta «se salvó estos siglos atrás, en gran medida, por el subdesarrollo». «Es triste decirlo, pero es verdad. Ahí tienes el Camino del Norte. A ver quién es el majo que es capaz de recordar por donde pasaba en el País Vasco, que desapareció totalmente. Aquí, el único mal para el trazado fue la concentración parcelaria, pero por lo demás mantenía los mismos senderos, la misma ruta, la misma gente y los mismos espacios e iglesias, todo igual que en el siglo XII y XIII». 

Ahora, esta «creencia religiosa» con la que nació el Camino se ha popularizado, lo que ha repercutido en que un año Jacobeo, como 2021, se convierta la mayoría de las veces «como si fuera una Olimpiada; y no, tenga uno fe o no la tenga, el Año Santo es eso, Santo».