La valentía

María Jesús Álava
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Conviene no confundir el coraje con la inconsciencia para hacer frente a una vida en la que en todas las etapas se intenta mostrar esta actitud

La valentía tiene buena prensa. Con frecuencia, unimos este concepto con personas que parecen seguras, decididas y comprometidas con sus valores, así como con su vida.

¿Pero este axioma es verdadero? ¿Las personas valientes están llenas de seguridad y de confianza en sí mismas o, por el contrario, muestran una aparente fortaleza a pesar de sus limitaciones?

La mayoría de los niños desean ser valientes, los adolescentes y los jóvenes se esfuerzan por mostrar coraje en sus conductas y muchos adultos se pasan la vida luchando contra sus miedos, sus inseguridades y, en gran medida, contra su cobardía.

 

¿Nacemos valientes?

Nacemos con un temperamento que puede favorecer o entorpecer el desarrollo de cierta valentía en nuestras actuaciones, pero no nos engañemos. Al principio, bastante tiene el recién nacido con buscar la confianza, la seguridad y la estabilidad que le serán vitales en su desarrollo posterior.

Es cierto que hay niños que ya presentan muchos rasgos de inseguridad y desconfianza desde muy pequeños, pero no tenemos que presuponer que un bebé inseguro será un adulto cobarde.

No obstante lo anterior, desde la pedagogía y la psicología vemos como los chavales que son alegres y confiados desde pequeños, que muestran mucha seguridad y firmeza en sus conductas, pueden llegar a tener más facilidad en el futuro para mostrarse como adultos asertivos y valientes, capaces de defender sus criterios y sus opiniones.

 

¿Se puede trabajar la valentía?

En general, una persona intrépida es una persona segura, equilibrada, firme y con mucha confianza en sí misma, pero también es una persona coherente y comprometida, que defiende sus derechos, sus  intereses y sus valores.

Se puede trabajar la valentía, pero los psicólogos sabemos que no es una conducta que se pueda instaurar de repente. Requiere grandes dosis de seguridad y confianza en uno mismo, pero ambos requisitos, con ser importantes, estarían incompletos si no están liderados por la inteligencia emocional de cada uno.

En definitiva, si queremos añadir la valentía a nuestras conductas y competencias, trabajemos antes nuestro autoconocimiento, nuestra capacidad de análisis y de reflexión; la observación de las conductas de los otros, la interrelación y las habilidades de comunicación, las leyes del comportamiento humano y, finalmente, nuestra inteligencia emocional nos dirá cuándo la valentía es la mejor opción y cuando la prudencia es la mejor respuesta.

 

¿Puede llegar a ser peligrosa?

En Twitter escribí una vez que "No nacemos valientes, quizás podemos ser intrépidos de pequeños, pero la valentía no es inconsciencia ni impulsividad; la valentía es coraje, determinación, seguridad y confianza; valentía es compromiso, coherencia y responsabilidad con la vida: ¿eres una persona valiente?"

En consecuencia, la valentía sí que puede ser peligrosa, y lo es cuando está guiada por la impulsividad y la falta de objetividad. Pero es que en ese caso ya no hablaríamos de valentía, hablaríamos de inconsciencia e, incluso, en ciertos momentos, podríamos calificarlo de irresponsabilidad.

 

¿Qué características tienen las personas valientes?

- Buen equilibrio emocional.

- Mucha confianza y seguridad en uno/a mismo.

- Facilidad de análisis y toma de decisiones.

- Determinación y disponibilidad hacia la acción y el compromiso.

- Coherencia y profundidad en sus pensamientos y sentimientos.

- Gran resiliencia; mucha capacidad para sobreponerse ante las dificultades y para reaccionar ante los imprevistos.

Termino con uno de mis tuits sobre la valentía: "Valiente no es actuar con impulsividad; valiente es tener el coraje de defender lo que crees, aunque vayas a contracorriente. ¡Sé valiente con la cabeza y el corazón!".