Lugares mágicos

A. Benito
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Tras vivir unos años en Valladolid, Raquel Rodríguez regresó a su localidad natal y puso en marcha su propio negocio: un pequeño establecimiento hostelero. Desde el Hotel Cildá, en Olleros de Pisuerga, la joven trata de ofrecer el mejor servicio

Lugares mágicos - Foto: Javier Reinhard

Como muchos jóvenes de la provincia, Raquel Rodríguez dejó el pueblo a los 18 años. Primero estudió Gestión Comercial y Marketing, después Empresariales. Lo que probablemente no sabía la actual dueña del hotel Cildá es que su futuro más inmediato no estaba en Valladolid, sino en su localidad natal: Olleros de Pisuerga.


«Una situación personal me hizo regresar, pero rápidamente me di cuenta de que no quería volver a la ciudad», explica la hostelera norteña, que en 2010 puso la primera piedra de lo que hoy en día es uno de los hoteles rurales con más encanto de la Montaña Palentina.


«Mis padres también son autónomos, así que, como quien dice, lo he mamado desde pequeña. Ellos fueron quienes me ayudaron a hacer realidad este proyecto», afirma Rodríguez, que confió en la profesionalidad del arquitecto Rodrigo Zapatero para edificar el hotel Cildá, cuyas puertas se abrieron en marzo de 2013. 


«Siempre tuve claro el concepto, por eso es tan pequeño mi establecimiento. Quería que estuviera ubicado en una zona sin aglomeraciones y que su tamaño me permitiera hacerme cargo de todo», continúa esta empresaria que, además de dar servicio a quienes se acercan hasta el norte de la provincia para descubrir sus secretos, tiene como clientes a muchos trabajadores.


A unos y a otros, Raquel Rodríguez los trata como si estuvieran en casa. «Igual que una persona se toma su tiempo para elegir dónde alojarse, a mí me gusta esforzarme para que se sientan bien», indica la joven al tiempo que reconoce que, aunque estos últimos meses han sido complicados, está muy contenta con la decisión que tomó hace diez años. «La verdad es que he tenido mucha suerte. Ahora toca volver a levantar el vuelo», apunta.


En este sentido, Raquel Rodríguez espera que lo que, en algunas ocasiones, es un hándicap, se convierta este verano en una oportunidad para seguir adelante con su negocio. «El Cildá se encuentra en una zona muy bonita y poco conocida, con espacio suficiente para garantizar la seguridad de los clientes», asevera. 


La dueña del hotel ollerense califica de «privilegio» vivir en una localidad como la suya, «cercana a Aguilar y con una ermita rupestre y un entorno que la hacen única». Por eso, y como buena embajadora de la tierra, su labor va más allá de las propias de la hostelería. «Me gusta hacer recomendaciones a los turistas sobre los lugares de interés y también les doy información sobre dónde pueden ir a comer. Mi idea es que debemos ayudarnos los unos a los otros», señala al respecto. 


Quizá ese sea el motivo por el cual parejas, familias o grupos que llegan a la Montaña Palentina con la idea de quedarse dos días, acaban alargando su estancia. «Tenemos mucho que ofrecer. Por lo general, la gente se queda muy sorprendida», asegura Rodríguez, que gracias a su trabajo ha crecido a nivel profesional, pero también personal.


«Vivir en el medio rural tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Los inviernos se hacen largos, pero yo me he dado cuenta de que en Valladolid me aburría y aquí siempre tengo algo que hacer. Sin embargo, creo que a lo largo de la vida es importante experimentar, ir probando cosas y decidir en función de las necesidades de cada etapa. No pasa nada por equivocarse, pero lo que está claro es que quien no arriesga, no gana», concluye la empresaria norteña.