La celebración de la romería del Cristo de San Felices que se celebró ayer en Becerril de Campos tuvo un componente novedoso, y es que al acabar la eucaristía el párroco trasladó una buena noticia a las decenas de personas que cumplieron con la tradición. Les anunció que el Obispado de Palencia les ha dado el visto bueno a las obras de rehabilitación de la ermita del Cristo de San Felices y que, por tanto, en el plazo de un año este pequeño templo, ubicado a unos cinco kilómetros de la localidad becerrileña, lucirá un aspecto remozado. Tras presentar la memoria de actuaciones, será el turno de solicitar presupuestos a las empresas de Becerril y de otra de fuera para elegir a quien se hará cargo de las obras.
Con esta noticia, se dio por concluida la eucaristía que se celebró en la explanada trasera de la ermita, presidida por una gran y rústica cruz de madera y con la presencia del coro parroquial. Durante la misma, se procedió a hacer una ofrenda floral al Cristo, en la que tomó parte la hija del ermitaño que durante años se encargó del cuidado de este templo y ante decenas de becerrileños y vecinos de otros pueblos de la comarca. En ella, se pidió la protección del Cristo para los niños, jóvenes, adultos, las personas mayores y por las vocaciones, así como la protección y bendición de los campos «para que las simientes den buenos frutos» y así garantizar el futuro de estos pueblos agrícolas y ganaderos. El párroco becerrileño se refirió así a la despoblación y a la España Vaciada como uno de los problemas más acuciantes del medio rural. Y mientras unos asistían a la eucaristía otros aprovechaban para visitar los puestos instalados frente a la ermita, tomar el aperitivo en la barra instalada en el atrio y saludar a sus convecinos. Una vez acabada la misa y después de una pequeña confusión sobre hacia dónde hacer la cola para recibir el pan y el queso, comenzó el reparto de las cerca de 2.000 raciones.
Las damas y caballeros castellanos que representan a la juventud becerrileña fueron los encargados de repartir los trozos de pan y queso para cumplir con una tradición que nació en el siglo XVIII. Las carreras de galgos, las degustaciones, la música y el toro de fuego pusieron punto final a la jornada festiva.