El juego como aprendizaje

Ismael Martín
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Los cursillos de iniciación del Club Palentino Lurpelan se basan en la diversión de los niños para atraerlos al deporte de la piragua e ir sembrando cantera de cara al futuro. También hay enseñanza para adultos

El juego como aprendizaje - Foto: Alicia Vallejo

La escuela del Club Palentino de Piragüismo Lurpelan lleva a cabo durante todo el verano sus cursillos de iniciación.

Un club veterano fundado en 1973 que tiene como objetivo el fomento del piragüismo y atraer el deporte a los niños y niñas de la provincia para formar una cantera de la que han salido figuras importantes como Pedro Zapatero -tercero en el Campeonato de España del año pasado-, Jorge Alonso, Santiago Guerrero, Mara Santos o, en las nuevas generaciones, la infantil Lucía Lazcano, sexta de España en el Nacional de pista. Los cursos al igual que toda la actividad de la escuela, cuenta con la promoción del Patronato  Municipal de los Deportes.

GRAN DEMANDA. Pese a las condiciones adversas a causa del coronavirus, los cursos se celebran por séptimo año consecutivo con la misma ilusión de cada uno de sus integrantes. La acogida a los cursos ha sido excepcional entre los pequeños de 8 a 15 años, quienes aprovechan el periodo estival para dar sus primeros pasos en el deporte de la piragua y la pala o, en algunos casos, seguir perfeccionando su técnica.

Aunque a priori pueda sorprender, «el número de niños que se han apuntado a los cursos es superior a años anteriores y hemos tenido que poner un tope», señala Isabel Hernández, presidenta del club palentino desde hace tres años y una de las monitoras en los cursillos de iniciación. Junto a ella se encuentra Óscar Luis, vicepresidente y también monitor este verano quien destaca que, a causa del coronavirus, «hay mucha gente a la que hemos tenido que decir que no. La verdad es que ha habido una muy buena acogida».

Los cursos se desarrollan en el río Carrión, junto a la sede del club (detrás de las piscinas de Santa Marina, junto al campo de fútbol), en cuatro turnos de dos semanas cada uno (el último acaba el viernes). En la primera quincena «empezamos con seis niños porque creíamos que era lo idóneo para evitar aglomeraciones», afirma Óscar. A medida que avanzaban los turnos «fue aumentando el número y muchos niños repetían de una quincena a otra. En esta última tenemos a 12 niños. Estoy muy contenta de que los chavales hayan aceptado y no me esperaba que quisieran apuntarse tantos niños» resalta la presidenta, quien se encuentra muy satisfecha de la gran respuesta que han tenido los cursillos tanto en la modalidad de niños como la de adultos.

En la organización de los cursillos los niños se distribuyen en dos grupos, con un monitor en cada uno. «Uno va con los niños que están un poco más avanzados y otro con los que empiezan o les cuesta un poquito más. Esto se hace para que los niños que van más avanzados no se aburran y no tengan que ir al mismo ritmo que los que sepan menos», comenta Óscar. En el caso de los niños que se inician «hay dos o tres días en los que un monitor les va explicando de qué manera tienen que empezar. A partir de ahí ya se van incorporando al grupo».

 

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