La cuarentena, mejor a la fresca en el jardín

Rubén Abad
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Los vecinos de los pueblos más pequeños de la provincia, aquellos cuyo censo no llega al centenar dehabitantes, llevan mejor el aislamiento domiciliario al contar en sus casas con espacios verdes y al aire libre

La cuarentena, mejor a la fresca en el jardín

Quienes tienen la suerte de vivir en los pequeños pueblos de la provincia, aquellos cuyo censo no llega a       los cien habitantes, pueden darse el gusto de salir al patio o al jardín, estirar las piernas y que los rayos de sol acaricien su rostro. Un lujo al alcance de muy pocos y que sirve para poner en valor esa España rural y vaciada, muchas veces también olvidada, y ahora envidiada durante el confinamiento. Diario Palentino les propone hoy un viaje por esas localidades de apenas un puñado de vecinos acostumbrados más que nadie a lidiar con la soledad en sus calles.

Comenzamos este periplo virtual en el extremo occidental de la Montaña Palentina, y más concretamente en Camporredondo de Alba. Desde allí, Silvia Poza reconoce que tanto ella como sus paisanos «estamos muy tristes», aunque dice que tener casas con patio o porche ayuda. «Salir a tender la ropa y que te dé el aire es una alegría», comenta.  También lanza un mensaje de ánimo al asegurar que «entre todos vamos a conseguir salir de esta situación» y pide que, cuando termine el aislamiento, «las casas y negocios estarán tan limpios, que tendremos que salir todos a la calle a disfrutar».

En Velilla de la Peña reside Carmelo Collantes, que sale solo de casa los lunes y viernes para trabajar, momento en el que aprovecha para hacer la compra. Son tan pocos en el pueblo que cuando sale o regresa «nunca me encuentro con nadie», apunta. Una vez en el hogar, aprovecha para hacer limpieza cuando toca y pasa el tiempo libre «viendo la televisión, con alguna película o serie y en Internet». Las noticias, ha decidido no verlas.

La cuarentena, mejor a la fresca en el jardínLa cuarentena, mejor a la fresca en el jardínAdemás, en las casas de pueblo siempre hay algún trabajo de mantenimiento que hacer, como afirma Elena González, de Tarilonte. «Después del invierno toca limpiar, pintar y ponerlo todo al día, por lo que la cuarentena es mucho más llevadera». La nota negativa, en su caso, la ponen las cancelaciones que han tenido sus dos alojamientos rurales, sin ni una sola reserva hasta finales de abril. «Estaba siendo un buen inicio de temporada, espero que esto no se alargue mucho más», concluye. En este mismo pueblo trabaja José Javier Castrillo, quien asegura que su rutina «no ha cambiado demasiado», pero que la cuarentena le ha servicio para «reforzar, valorar y meditar más sobre lo más importante del ser humano: la vida y la naturaleza».

En Barajores, Javier Alonso pasa los días «haciendo siempre algo por casa», y solo sale del pueblo una vez a la semana a hacer la compra. Desde La Pernía, Mariano San Abelardo hace un llamamiento a la reflexión y apunta que «esa sensación que está teniendo la gente de la ciudad es la misma que tenemos nosotros en invierno cuando cae una nevada muy grande y nos quedamos atrapados». 

En Foldada reside Tais Roldán, quien afirma que tener animales y un corral grande «se agradece bastante en estos momentos y aligera la situación». Allí ponen música a las doce del mediodía, iniciativa a la  que se suma Carmen Molinos, quien arguye que vivir en un pueblo en esto momentos «tiene un cierto punto de privilegio» y se hace «más llevadero para los niños».

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Más al sur, en Acera de la Vega, José Luis Tarilonte, agradece la labor que realizan los comercios que sirven al pueblo «para evitar que la gente mayor tenga que salir mucho de casa». Una sensación similar transmite Carlos Saldaña desde Boadilla del Camino, quien ha notado cómo esta situación ha servido para unir más a sus paisanos. «Cuando ves algún vecino te distancias en el espacio, pero te acercas más en el sentimiento de apoyo, le preguntas si está bien o si puedes hacer algo por él», finaliza.