Hay Hermosos para rato

Rubén Abad
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Los tendidos se vienen abajo con la brillante actuación de Guillermo, que va por el mismo camino que su padre, una leyenda aún en activo. La plaza de toros de Campos Góticos presentó su mejor cara, con tres cuartos de entrada

Hay Hermosos para rato - Foto: Óscar Navarro

Sagas familiares a lo largo de la historia hay muchas. Algunas ya consagradas y otras que se están ganando a pulso formar parte de la historia por méritos propios. Ese es el caso de los Hermoso. El padre, Pablo, y el hijo, Guillermo, regresaron a la plaza de toros de Palencia para reencontrarse junto a Lea Vicens con un público que les quiere y les entiende. Un dúo de ases que forma parte ya de los anales de la tauromaquia en tierras palentinas.

Los Hermoso tienen cuerda para rato. Y es que si el público aplaudió cada gesta del padre y se puso en pie en repetidas ocasiones, no fue menos generoso con el hijo. Desde el graderío se examinaba con lupa cada movimiento del joven rejoneador, que a la poste fue el triunfador de la tarde. «El padre le ha enseñado muy bien. Le ha entrenado bonito», comentaban los aficionados. «¡Impresionante!» gritaban eufóricos mientras se ponían en pie en el primero de su lote. Prueba superada para el jinete. En los tendidos ya corean su nombre, casi con la misma fuerza que el de su padre. 

Piropos también recibió la rejoneadora francesa. «¡Vamos Lea!» y «¡Venga, que tú puedes!» eran las frases más repetidas en la plaza de toros. Y es que la gala conecta con el público como pocas. «Sabe transmitir», comentaban algunos entendidos desde el público.

De esta manera, los aplausos y los «olé» del respetable fueron la banda sonora de los tres rejoneadores durante su comparecencia en Campos Góticos, aunque las gradas estuvieron algo más frías de lo que estas tres figuras acostumbran en la capital del Carrión. Una plaza de toros que presentó su mejor entrada en lo que va de feria, pues en la tercera de abono estaban ocupadas tres cuartas partes de las localidades. Y eso que el tiempo no acompañó en absoluto, pues si el calor fue la nota predominante en las dos tardes precedentes, ayer corría  un desapacible viento que hizo que el mercurio anotase la temperatura mínima de la feria.

Abanicos y sombreros dieron paso a las chaquetas, los pañuelos y los fulares. «Viene por aquí toda la corriente y no hay quien pare», se quejaban algunos, buscando el consuelo del compañero. Pero eso era lo de menos. Palencia es una provincia de extensa tradición ganadera, donde los rejones siempre han gustado. «Vengo solo por ver a los caballos, que hacen un trabajo impresionante», afirmaban los aficionados. 

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