Festejos en la Edad Moderna

Jesús Hoyos
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El palentino Diego Quijada analiza en su libro las celebraciones vinculadas con la monarquía y su impacto en la ciudad durante el siglo XVIII y el primer tercio del XIX. Es resultado de su tesis doctoral e incluye una amplia labor de documentación

Festejos en la Edad Moderna - Foto: Sara Muniosguren

De primero, cocido a base de garbanzos, ternera, pollo, gallina, tocino y berza. De segundo, un plato principal de carne, con pan, queso, aceite de Provenza, vino de Aragón y de Málaga. La guinda del festín fue sin duda el surtido de dulces.

Ese es el menú del banquete con el que fue agasajado José I Bonaparte durante su visita a Palencia en 1811 y que el historiador palentino Diego Quijada Álamo recoge en su libro Celebración y propaganda regia. Fiestas y regocijos en Palencia (1700-1834), que es el resultado de su tesis doctoral acerca de las ceremonias vinculadas con la monarquía y su impacto y proyección en la ciudad.

El libro se circunscribe al período comprendido entre 1700 y 1833, es decir, hasta el final del Antiguo Régimen. «Se trata de todas las celebraciones que implicaban una manifestación de alegría, porque en aquella época casi todo se celebraba», explica Quijada, quien se refiere a aquellas como fiestas públicas. Dentro de ellas, están las que tenían que ver con la monarquía y acontecimientos como visitas.

«El problema que tenemos en el siglo XVIII es que ningún rey visita Palencia, solo lo hacen José I Bonaparte y Fernando VII en el XIX», expresa. «Por lo tanto, las celebraciones se hacen en ausencia del rey. Todas las ciudades del reino tenían la obligación de festejar, por ejemplo, el nacimiento de un infante. La carta de la corte llega a Palencia y las instituciones -el Ayuntamiento por el lado civil y el Cabildo de la catedral por el lado religioso- se juntan para organizar una comisión, calcular el coste a partir de la situación de las arcas municipales y la consulta de actas de años anteriores; y festejar el evento según marca la corte. El hecho puede ser también la victoria en una batalla, que se entiende como una victoria de la monarquía», explica Quijada. «Al final, es propaganda», resume.

En estas celebraciones, distintas de las religiosas, que se rigen por el calendario litúrgico y conmemoran efemérides de la Iglesia, participaban todos los estamentos. «Incluso el pueblo llano, como espectadores pero sin un papel determinante en la organización. Por ejemplo, en eventos que implicaban diversión, como los toros. El clero también jugaba un papel fundamental, ya que casi todas las fiestas tienen una celebración litúrgica junto al festejo civil», señala Quijada.

«Como actividades lúdicas, los toros eran un éxito. La plaza Mayor se cercaba, se echaba arena en el suelo y se montaban las estructuras necesarias. Los fuegos artificiales también gustaban, porque a la gente le causaban admiración; no sabían cómo se producían esos destellos de colores en el cielo. Por otro lado, había actos más restrictivos para la élite y oligarquía local, como bailes o ágapes», subraya.

En el primer bloque del libro se incluye, además, el contexto de la Palencia  del XVIII y principios del XIX. «Hablo de la historia institucional, la demografía, geografía, urbanismo, aspectos cotidianos como la alimentación de la población, situación socio-profesional o el tipo de violencia a través del archivo de la Chancillería», comenta.

En el segundo, las celebraciones públicas propiamente dichas, con anécdotas como la visita de Fernando VII en 1828 con la que la ciudad acabó endeudada.

La razón de enfocarse en esta época y tema es que le gusta «ahondar y difundir la historia local» y le parece «fundamental abordar la Edad Moderna». «Muchas veces desconocemos la existencia de archivos en Palencia y tenemos la suerte de que los hay, facilitan información y documentación y, gracias a ellos, podemos reconstruir la historia», argumenta.

Asimismo, afirma que existe un «vacío historiográfico» en el ámbito de la cultura y las mentalidades en la ciudad. Para documentar su investigación, rebuscó en cuatro archivos diferentes. En primer lugar, el del Ayuntamiento, para entender su composición, cómo funcionaba y qué medidas tomaban a la hora de organizar estos eventos. «Tiene muchísima información», asevera. Después, el del Cabildo de la catedral, «que es otra de las instituciones fuertes del momento». El Archivo Diocesano, en menor medida, con cuestiones relativas al obispo y al clero parroquial, «porque también participaban en los festejos». Por último, el Archivo Histórico Provincial, «que incluye protocolos notariales, por ejemplo».

 

Enseñanza. Doctorado en Historia por la Universidad de Valladolid, Diego Quijada, de 33 años, se dedica actualmente a la enseñanza. Ejerce como profesor de Secundaria en el IES Condes de Saldaña. Sigue vinculado a la UVa con proyectos de innovación docente e investigación. «Trabajamos varias líneas, a mí me gusta lo cultural, lo social y las mentalidades», concluye.