Antonio Álamo

Antonio Álamo


Soledades

07/10/2021

En uno de los primeros capítulos de Un mar sin límites (Planeta. 2021) puede encontrarse un relato sobre los viajes marinos desde tiempos inmemoriales. El libro, tal como indica la portada, es una historia humana de los océanos, está escrito por el catedrático inglés David Abulafia, se lee muy bien y a lo largo de sus páginas queda resaltada perfectamente una característica que resulta común a la totalidad de los personajes, anónimos o conocidos, que aparecen: la soledad. El volumen es, en síntesis, una crónica donde intrepidez, horizonte, mar, vientos y comercio son los principales protagonistas. Y tiene la particularidad de ofrecer detalles singulares y sorprendentes como los que esbozan las sutilezas de la navegación por estima que empleaban los lobos de mar polinesios.
Viendo lo sucedido a principio de semana, cuando el fallo de tres conocidas redes sociales dejó en la orfandad temporal a miles y miles de personas, resulta inevitable acordarse de aquellas personas que para salir adelante llegaban al extremo de observar la altura del oleaje y saber así la posición aproximada donde se hallaban sus embarcaciones. No ha ocurrido ahora lo mismo. Por lo pronto, también resulta curioso descubrir que la carencia de estos tres sistemas de comunicación, además de causar trastornos a quienes usan uno de ellos como herramienta de mensajería (Whatsapp), ha provocado ataques de ansiedad por doquier a causa del aislamiento.
A simple vista, en el caso de esta aplicación existía un remedio natural -mensajes a través del correo electrónico tradicional- que siguió funcionando con normalidad. O varios… el teléfono o la paciencia. En los otros dos (Facebook e Instagram) el inconveniente pudo resultar muy desagradable desde el instante en que las utilidades que ofrecen y los objetivos que se persiguen no son exactamente idénticos.
El filósofo José Luis Pardo, premio nacional de ensayo 2005, ya identificó uno cuando un año antes apuntó que nuestras páginas privadas en Internet crecen en la misma medida en que progresa el estado del malestar y añadía además que la razón se debía a la necesidad de disimular la miseria de nuestro perfil en el mercado de los ‘yoes’. Esta semana no ha hecho falta durante seis horas.