Chapillas, árbitro de fútbol

Fernando Pastor
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Chapillas, árbitro de fútbol

Otra faceta que tuvo Chapillas es la de árbitro de fútbol, protagonizando también curiosas anécdotas.

Antes de ser árbitro principal ejerció de juez de línea. En un partido en Dueñas, un día de mucha lluvia, un aficionado se situó en la banda, justo detrás de Chapillas y comenzó a insultarle. Tan solo un hilo de alambre le separaba del campo, por lo que de los insultos pasó a amagar con pegarle en la cabeza con el paraguas que llevaba, aunque finalmente se quedó simplemente en pincharle en la espalda con la punta del paraguas. Chapillas se volvió e instintivamente comenzó a darle a él en la cabeza y en la espalda con el palo del banderín de juez de línea, un banderín que había confeccionado el propio Chapillas con la vara de un billar infantil, por lo que el palo era contundente. El aficionado, cazador cazado, agachó la cabeza y se marchó de allí raudo 

Siendo ya árbitro principal, en las fiestas de la Asunción de 1981 el Villamuriel organizó un torneo triangular, con el equipo local, el Polígono y el Dueñas. En el partido entre estos dos últimos señaló penalti a favor del Polígono y el entrenador del Dueñas, J. A. B., no estaba muy de acuerdo con la decisión e insultó a Chapillas, con alusiones poco favorables hacia su madre. Dio la casualidad de que la madre de Chapillas se encontraba enferma en fase terminal (falleció días más tarde), por lo que este se mostró especialmente enfurecido y se dirigió corriendo hacia el entrenador eldanense. Cuando el técnico le plantó cara suponiendo que le iba a expulsar por los insultos, lo que hizo Chapillas fue propinarle un tremendo puñetazo en la cara que le hizo caer fulminado. Se formó tal tumulto que tuvieron que llamar a la Guardia Civil para que Chapillas pudiera salir del campo.

Chapillas, árbitro de fútbolChapillas, árbitro de fútbolDos años más tarde, fue con el campo del Baltanás, uno de los equipos punteros de la provincia que había superado varias eliminatorias de la Copa Federación. La siguiente eliminatoria de este torneo coincidía en la fecha con un partido de liga en el que el Baltanás tenía que visitar al Aguilar. Este coincidencia, junto con la incomprensible decisión de la Federación Palentina de Fútbol de no acceder a cambiar la fecha del partido de liga, hizo que el Baltanás no pudiera disponer en Aguilar de sus mejores jugadores. Resultado: victoria muy abultada de los locales.  

Las cuitas deportivas difícilmente se borran de la memoria de los aficionados, por lo que en el partido de vuelta, Baltanás-Aguilar, la hinchada baltanasiega acudió con ganas de venganza deportiva. La Federación asignó como árbitro a Julio Recio Pedrero, un colegiado muy riguroso en la aplicación del reglamento, y a Chapillas como juez de línea.  El partido transcurría con empate a cero en el marcador, pero a falta de un minuto para el final Cancho, capitán de los cerrateños, comete falta sobre un delantero visitante. El colegiado duda si ha sido dentro o fuera del área, mira a Chapillas y este le indica que la falta se cometió sobre la línea, por lo que señala penalti a favor del Aguilar. Pena máxima que se convirtió en el 0-1 y sin tiempo ya para poder modificar el marcador.

El enfado entre la afición local fue mayúsculo y se abalanzaron sobre el trío arbitral. El campo no contaba con ninguna medida de seguridad, y los aficionados pasaron por encima de la dotación de la Guardia Civil, que intentaba evitarlo. Los árbitros salieron corriendo hacia la caseta, y aún allí los aficionados continuaron con su acoso, pegando patadas a la puerta, rompiendo a pedradas el cristal de la ventana y tirando por allí arena, agua y lejía. Tardaron dos horas en poder salir, y aún así lo hicieron escoltados por la Guardia civil hasta Villaviudas. 

La sanción recibida por el Baltanás fue muy fuerte, con cierre de campo, lo que supuso el declive del Baltanás en el fútbol provincial.

El entrenador del Baltanás era Ceferino Atienza, hombre carismático en el equipo, persona de referencia no solamente en el deporte cerrateño sino en toda la provincia y que actualmente da nombre al campo de fútbol baltanasiego. Declaraba públicamente que era poco creyente, pero que iba a la iglesia a rezar para pedir que ganara el Baltanás porque era lo más importante en su vida. Y efectivamente le dedicó su vida, estando al pie del cañón 30 años, siendo el alma mater del club.