Canastas veraniegas

David Correia
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El CD Blanca de Castilla organiza unas jornadas estivales de básket para los más pequeños de la casa

Canastas veraniegas - Foto: Óscar Navarro

Que los niños no tengan tiempo para aburrirse en verano parece tarea fácil, pero en realidad no lo es. Necesitan muchos estímulos y muchas cosas que hacer para que sus vacaciones de estío no caigan en un monótono y aburrido paso de los días hasta que la rutina se les vuelva a echar encima y deban retomar su día a día en el colegio y en sus actividades extraescolares.

Por eso muchos padres optan por los campus de verano, una solución ideal para que sus hijos se encuentren entretenidos durante la mayor parte de la jornada. Muchos de estos campus son de deportes, en los cuales el beneficio aumenta, ya que los niños hacen ejercicio, comienzan a hacer sus pinitos en alguna disciplina y, lo más importante, se relacionan con compañeros, un factor fundamental y que también se debe ir aprendiendo desde una pronta edad.

El campus de baloncesto del CD Blanca de Castilla ha celebrado este verano su octava edición (en realidad es el noveno año, pero en las vacaciones pasadas no pudieron organizarlo por las restricciones sanitarias que trataban de frenar el desarrollo de la pandemia de Covid-19).

Canastas veraniegasCanastas veraniegas - Foto: Óscar NavarroPrecisamente lo primero que se ve al entrar por la puerta es una mesilla repleta de mascarillas, botes de gel hidroalcohólico y un termómetro infrarrojo que mide la temperatura corporal para evitar que los participantes acudan en una situación que pueda poner el riesgo la salud de los demás.

Una vez cambiados y preparados para empezar el día, los pequeños bajan al pabellón para comenzar con los ejercicios que sus monitores les preparan. «De 9:00 horas a 12:00 horas estamos en el polideportivo, donde les dividimos en tres grupos: a los más pequeños, nacidos entre 2016 y 2017, a los medianos, de entre 2013 y 2015 y a los mayores, de 2009 a 2012. A partir de ahí nos adaptamos a las necesidades de cada combinado. Con los más pequeños sobre todo hacemos ejercicios de coordinación: que aprendan a botar, enseñarles a tirar a canasta, etc, y ya con los niños más mayores intentamos ayudarles con algún gesto técnico más específico que no se entrene durante el resto del año y que procuramos perfeccionarlo aquí», explica Marina Crespo, monitora del campus.

Cada niño es un mundo y cada uno prefiere un ejercicio dentro del pabellón. Por ejemplo, a Coral Mancho, participante, le gusta jugar al «cementerio y al balón sentado». Marcos de los Ríos, otro de los participantes, afirma que él disfruta haciendo «cambios de mano, tanto bajo las piernas, como por la espalda y por delante». Y, por supuesto, no faltan los pequeños que prefieren el juego, como es el caso de Inés Rubio, a la que le apasiona «disputar partidos con mis compañeros y los duelos 2x2 continuos».

Y después de toda la mañana en el pabellón corriendo, jugando y aprendiendo baloncesto, es la hora de ir a la piscina. Es uno de los momentos del día más demandado por los niños, que tras una mañana intensa de esforzarse por hacerlo lo mejor posible en la cancha, piden a gritos un baño y más con el calor que estos días se hace notar en la capital palentina. Allí aprovechan para refrescarse, pero no solo para eso, sino que en las instalaciones del Sotillo los pequeños también disfrutan de juegos y actividades. Por ejemplo, los hermanos Sergio y Miguel Díaz cuentan que en la piscina «jugamos a Marco Polo con los monitores» y también «nos divertimos tirándonos al agua haciendo diferentes figuras».

DÍA ESPECIAL. Pero sin duda, lo que más les gusta a los participantes son los viernes, en los que los organizadores preparan actividades distintas para que los niños tengan un final de semana especial. «Lo que más les ha gustado a los participantes son las jornadas de los viernes, en las que intentamos hacer algo diferente. Solemos hacer actividades en conjunto: por ejemplo, se hizo una yincana y un popurrí de juegos para acabar el campus por todo lo alto», dice Marina Crespo.

La actitud de los niños ha sido buena, ya que a pesar de las circunstancias adversas, en las que ellos han tenido que estar separados por grupos en vez de todos juntos y con la mascarilla puesta todas las horas, han obedecido a sus monitores y nunca han tenido un mal gesto con ellos. «La acogida de los niños ha sido muy buena. Vienen con muchas ganas todos los días. Estábamos un poco dubitativos con todo lo que ha sucedido con esta situación sanitaria a la espera de qué pasaba, pero todo lo contrario, los niños han llegado con muchísimas ganas de aprender y seguir jugando», asegura Marina Crespo.

«Hay niños más movidos y otros que son más obedientes pero hay de todo. Lo más satisfactorio es que veo como los progresan mucho, intentan cosas nuevas y cada día hacen las cosas mejor», afirma Elena Mate, otra monitora del campus.

Ya finalizada la experiencia, los organizadores se quedan con todo lo enseñado y las lecciones transmitidas. «Lo que veo más fundamental de realizar campus como este es que los niños socialicen y se relacionen entre ellos. Que hagan amigos y que disfruten. Los vínculos que hacen a nivel de equipo es lo primordial que buscamos en un campus así. Los principales valores que queremos transmitir en este campus concuerdan con los de nuestro club, que sobre todo son el compañerismo, el respeto a los demás y las ganas que hay que poner al entrenar y jugar. Lo que más vamos a echar de menos es la sonrisa de los niños cada mañana cuando llegan, que aunque a menudo vienen dormidos, siempre están predispuestos para comenzar el día», sentencia Marina.

Por último, de cara al futuro, los monitores animan a los participantes a seguir haciendo deporte, y, entre risas, admiten que si es baloncesto y en el CD Blanca de Castilla, mejor. Aquí tan sólo acaba el campus del club palentino, pero se mantienen abiertas las puertas para que cualquier niño que desee jugar al básket pueda hacerlo y sumarse a este proyecto.