La bota se apura y dará paso al campo y las setas

J. Benito Iglesias
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Los hermanos Miguel y Carlos Esteban Fernández dejan en la capital tras 28 años el popular bar de la calle Panaderas al jubilarse y suman otros 8 en el cercano establecimiento de la Casa de León

La bota se apura y dará paso al campo y las setas - Foto: Sara Muniosguren

Toda una vida en la hostelería. De eso pueden presumir, y mucho, los hermanos Miguel y Carlos Esteban Fernández que, con 65 y 63 años, respectivamente, se jubilan el próximo día 19 de este mes y dejan un hueco enorme de 27 años de intenso trabajo en el bar  La Bota de la calle Panaderas. Además, suman otros ocho años como hosteleros regentando el local de la Casa de León, donde también dejaron muy cerca -en la calle Mancornador- el poso de lo bien hecho «y cientos de clientes que, sobre todo, son amigos al igual que varios camareros y el personal de cocina que tuvimos», comentan al unísono. Hermanos de oficio y de sangre, echarán de menos el negocio, «al que este mes hemos dedicado varios días hasta 17 horas de media con muchas reservas para comer y cenar nuestras raciones por parte de clientes habituales al enterarse de que cerramos», enfatiza Carlos.

Conscientes de que -tras brindar sonrisas y mucha empatía a diario con palentinos de distintas generaciones- todo tiene su fin, Miguel y Carlos, Carlos y Miguel, que tanto monta, dejan la barra y apuran la bota de vino que prestó tantos años su nombre al bar que ahora cierran por una afición muy gratificante. «Vamos a poder estar más tiempo con la familia y en una pequeña finca que tenemos en Grijota, donde residimos pared con pared desde  hace 21 años. Allí pondremos un huerto y criaremos algunos animales. También daremos largos paseos por el campo ya que  nos gusta recoger setas», indica Miguel. A ello Carlos añade que, de esta forma seguirán la tradición de su padre. «Le gustaba la huerta y continuaremos su afición de buscar no solo setas sino también caracoles y berros», arguye.

Al hilo del mucho tiempo libre que ahora van pasar con su jubilación en Grijota, Carlos recuerda que en los cerca de cinco meses que cerraron el local por las medidas sanitarias a causa de la pandemia, «residir en un pueblo nos dio libertad para disfrutar de sus alrededores», mientras Miguel señala que en este tiempo» las pérdidas económicas fueron muy grandes»  y se plantearon «no abrir»,  por los menos, ahora dejan el oficio «con una situación más normalizada». Miguel, el mayor de los dos hermanos, rememora sus inicios laborales. «Empecé en una farmacia enfrente de Correos tres años y medio y estuve el mismo tiempo en un centro farmacéutico junto al palacio del Obispo y a volver del servicio militar cogimos el local de la Casa de León», explica.

«En mi caso en 1973 me incorporé al bar Casero, donde permanecí casi once años  trabajando con muy buenos recuerdos de esa etapa», apunta Carlos.

Satisfacción profesional. Miguel concreta que los recuerdos, tanto de la Casa de León como de l bar La Bota son inmejorables. «El   primer local, que era unas sociedad de encuentro y partidas de cartas tuvo una gran aceptación, dado que el chateo era muy grande con seis bares en ella», A su vez, Carlos afirma que el cambio a La Bota le daba más posibilidad de negocio. «La Casa de León era propiedad de sus socios y con horario específico para ellos en la zona de comedor», argumenta.

De lo que ambos hermanos se sienten orgullosos es del nombre que dieron al negocio en el que ahora se jubilan y de sus raciones. «A un cliente de antes le gustaba beber en bota y nos los sugirió. Luego empezamos una colección que forman más de 80 botas, algunas compradas al ser muy originales y otras regalos de clientes. De la comida destaco la cecina y embutidos de León, los chipirones fritos y, sobre todo, la oreja a la plancha. Estos días festivos vendimos 70 kilos», concluye.