Antonio Álamo

Antonio Álamo


Mandarín

30/12/2021

Quien estas navidades tenga un poco de paciencia ante el televisor podrá comprobar que en los anuncios incluidos en las pausas publicitarias el idioma inglés aparece en una proporción sorprendente, sobre todo si uno descubre que está en España, que es español y que las televisiones hispanas emiten sus programas en castellano. No suele prestarse atención a esta invasión lingüística aunque a veces hay quienes sí observan con detenimiento la superposición de una lengua extranjera en detrimento de la natal, tal como lo recordaron dos periodistas de numerosas huellas en las hemerotecas, Luis Miguel de Dios y José Ignacio Foces, en una entrevista de dos páginas publicada en El Norte de Castilla. El primero le decía al segundo, quizá con aflicción, que cuando se pierde el lenguaje se da el primer paso para perder la identidad. Y así es.
La costumbre de recurrir al inglés cuando hay suficientes vocablos equivalentes en castellano es una aculturación en cuyas consecuencias pocos reparan. Es una pena pero es el reflejo de una batalla en la cual la lengua que aprendimos de pequeños es la perdedora. Hubo un tiempo donde no fue así y lo indica José Varela Ortega en España. Un relato de grandeza y odio (Espasa. 2019) cuando apunta que el español, especialmente en los siglos XVI y XVII, llegó a ser el idioma principal de comunicación en el mundo, incluso en el ámbito diplomático, gracias a la hegemonía e influencia hispanas. Ahora quien marca la pauta es el inglés, recordando así el influjo del mundo anglosajón merced a Inglaterra y Estados Unidos.
No agrada comprobar cómo ciertas señas de identidad son relegadas pese a -como ocurre con nuestra lengua- ofrecer una panoplia de recursos que conforman un admirable legado, pero si se mira el mundo desde otro ángulo se observa cómo ciertas hegemonías políticas marcan tendencias que pueden durar siglos. Pese a todo, no estamos tan mal si observamos el tablero geopolítico mundial. Como cambie un poco cabe la posibilidad de que vocablos como 'influencer' o los de los anuncios navideños de cosméticos los veamos no tardando escritos y pronunciados en chino mandarín. Y ese día ya no necesitaremos un diccionario English-Español sino una caja entera de paracetamol.