El precio de la electricidad es el más elevado de la historia y sigue subiendo; los camioneros, sector esencial de nuestra economía, anuncian huelga en vísperas de Navidad. Al tiempo, los agricultores denuncian una situación insostenible: los costes de producción están por encima del precio que reciben por lo que producen. Un litro de leche se paga menos que el litro de agua. La situación de tensión laboral y por ende social se extiende por sectores.
El fin de semana vimos algo insólito: miles de uniformados -policías y guardias civiles- manifestándose por el centro de Madrid reclamando del Gobierno que retire el proyecto de Ley de Seguridad Ciudadana que modifica la conocida como "Ley Mordaza". Ante semejante aldabonazo -nunca una protesta de estos funcionarios había contado con tanto respaldo- , por sorprendente que pueda parecer, el ministro del Interior, Grande Marlaska, ha dado la callada por respuesta.
Hace unos días, tras más de una semana de huelgas, manifestaciones y disturbios, finalizó la protesta de los trabajadores de las industrias del metal radicadas en la provincia de Cádiz. La circunstancia de que en este caso la patronal, con Navantia a la cabeza, estuviera constituida por empresas públicas, facilitó alcanzar un acuerdo tras la correspondiente subida de salarios. Pero esa particularidad no se da en otros sectores afectados por las subidas brutales del precio de las materias primas, los combustibles- gas, gasolina y gasóleo-, la electricidad y los transportes.
El dato de la inflación conocido en el arranque de la semana: 5,6 % -la cifra más elevada desde septiembre de 1992-, anticipa un panorama de tensión social y conflictividad añadida en razón del aumento del precio de los alimentos. Si a lo dicho añadimos la incertidumbre que apareja un escenario de pandemia complicado por la aparición de una nueva cepa del covid 19 -bautizada como "ómicron"- que podría agravar al repunte ya conocido de contagios en toda Europa, la perspectiva navideña es de tormenta social anunciada.