Lagerfeld, traiciones, casas y trapos sucios

María D. Valderrama (EFE)
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El que fuera durante 20 años chófer y guardaespaldas del 'Káiser' Sébastien Jondeau saca a relucir en un libro los secretos del diseñador

El autor del libro, Sébastien Jondeau. - Foto: Editions Flammarion

El colaborador más silencioso del diseñador Karl Lagerfeld, su hombre para todo, Sébastien Jondeau, ha sacado los trapos sucios a relucir en el libro Ça va, cher Karl? (¿Qué tal, querido Karl?), en el que revela la rivalidad entre los favoritos del Káiser, pero también las traiciones y cotilleos de sus amistades más célebres.

Siguiendo el ejemplo de las élites francesas, que acostumbran a publicar memorias con facilidad, quien fuera durante 20 años chófer, guardaespaldas, modelo, acompañante o, como él se define, guardián de la tranquilidad de Lagerfeld, ha decidido también contar sus experiencias en papel.

Ça va, cher Karl?  era el mensaje que le enviaba este ayudante cada mañana y es el título del relato de casi 300 páginas en las que narra comidas, vacaciones y viajes con Lagerfeld y un séquito de famosos.

Procedente de la periferia de París, de una familia marcada por la desgracia, Jondeau era un joven problemático que vio en Lagerfeld la oportunidad de cambiar de aires.

Desde la adolescencia trabajaba en el transporte y fue así como a los 15 años se puso a su servicio por primera vez. 

Las labores de chófer y mensajero pronto se quedaron cortas para describir todas las tareas que el diseñador de Chanel, fallecido en febrero de 2019, le encomendó. Al Káiser le gustaba su formalidad y su profesionalidad.

Pero la naturalidad del chico y sus orígenes humildes lo convirtieron en una pieza atípica en las elegantes reuniones de Lagerfeld: «Todo el mundo te adora», le dijo tras unas vacaciones en Biarritz.

Jondeau, que ahora tiene 45 años y es colaborador de la firma Fendi, donde Lagerfeld trabajó durante años, es una de las siete personas que según la prensa francesa figuran en el multimillonario testamento del Káiser. Dos años después de su muerte, sigue sin resolverse.

La razón de la discordia parece ser un enfrentamiento con el fisco francés complicado por la misteriosa desaparición del contable de Lagerfeld, Lucien Frydlender, ilocalizable y desaparecido del mapa.

Aunque dejando algunos hilos sueltos, Jondeau acusa directamente a Frydlender de los problemas que había con Hacienda. 

El salario de Jondeau, de 3.500 euros al mes, se veía compensado por generosas propinas y regalos inimaginables para cualquier trabajador: ropa de lujo, motos, coches... incluso un piso de 110 metros cuadrados en el centro de París, propiedad de la actriz Diane Kruger, y que Lagerfeld le compró «en cinco minutos».

«Tras la desaparición de Karl, me doy cuenta de que ni el apartamento de la rue de Lille, ni el de la rue de Verneuil estaban a mi nombre. Yo era su inquilino. Mi riqueza era cultural y social. En los meses que siguieron su muerte, algunas personas continuaron siendo amigas: es lo mejor que me dejó Karl. Otras me dejaron», escribe.

 

Mucha rivalidad

El libro está lleno de pequeñas anécdotas, como los fallidos intentos del rapero estadounidense Kanye West por atraer la atención de Lagerfeld, que no dudó en manifestarle el desinterés en su música.

Jondeau fue una de las pocas personas que estuvo al tanto del cáncer que acabó con el diseñador y del declive de su salud desde 2015.

Lagerfeld le había pedido que no hubiera ceremonia tras su muerte        -consigna que no fue respetada-. «Me incineras, coges las cenizas y vas con Carolina de Mónaco a esparcirlas en el mar desde su barco», le indicó.

Sin duda, uno de los puntos más controvertidos del libro, que a excepción de unos cuantos cotilleos tiene escaso interés literario, es la relación entre Lagerfeld y sus favoritos y la rivalidad entre ellos. El modelo Baptiste Giabiconi, quien se reclamó tras su muerte heredero número 1, se lleva la peor parte.

A Giabiconi lo describe como un interesado y egoísta que se «incrusta» en cualquier situación de la que pueda sacar provecho, y quien desarrolló una envidia casi enfermiza por Jondeau.

Tampoco se libran Brad Kroenig y Jake Davis, otros amigos modelos, a quienes en menor o mayor grado califica como arribistas y poco generosos con el hombre que los agasajaba y que sin duda impulsó sus carreras.

Las últimas palabras de Lagerfeld en el hospital fueron honestas, amargas y mordaces: «Es cuanto menos estúpido tener tres Rolls-Royce y terminar en una habitación horrible como esta».