Cerco al sector cárnico-ganadero

Vidal Maté
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Lleva una década luchando contra la caída del consumo, la presión de los verdes y los animalistas y las críticas de FAO y OMS

La demanda de carne en los hogares ha descendido un 12% desde 2012.

No corren buenos tiempos para el sector de la carne. A los problemas derivados de la pasada crisis y de la actual provocada por la pandemia se suman otros que se arrastran del pasado y algunos nuevos que ya están afectando negativamente a la producción. El sector cárnico-ganadero español es de los más importantes de la UE con 350.000 explotaciones, facturación en origen de unos 16.000 millones de euros, casi 3.000 industrias con una facturación de 27.000 millones de euros y exportaciones por más de 7.000 millones. Sin embargo, bajo esas cifras sufre una serie de agujeros negros que amenazan su viabilidad y crecimiento.

Un primer problema al que se enfrenta desde hace años es la continuada caída de la demanda interior, que solo se está compensando por una evolución positiva de las exportaciones, especialmente de porcino y de vacuno. Desde 2012, según los datos manejados por Agricultura, la demanda de carne en los hogares ha descendido un 12%, el 1,4% en el último ejercicio, hasta los 45 kilos actuales. Las campañas de las interprofesionales no han logrado remontar la demanda; si acaso, solo ralentizar la caída.

Un segundo enemigo que ha afectado a su imagen ha venido provocado por la posición de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), que alertaba sobre el excesivo empleo de medios de producción para la obtención de proteína animal que se sería posible conseguir por otras vías diferentes. Desde FAO se advierte sobre el excesivo consumo de agua, el uso del 30% de la superficie productiva, así como la responsabilidad de las cabañas ganaderas en la emisión de gases efecto invernadero que se estima en un 19% del total. Además acusa a esta industria de ser responsable indirecta de los procesos de deforestación, creando en conjunto una imagen negativa de la actividad en la sociedad. 

La demanda de carne se ha visto igualmente perjudicada por las recomendaciones confusas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtiendo sobre los riegos cancerígenos de la carne roja, advertencia cogida con pinzas, pero recogida y divulgada por los enemigos de su consumo. Y, por si faltaba alguno, Bruselas se destapó con la estrategia ‘Del campo a la mesa’, que planteaba reducir el consumo de carne por su efecto negativo sobre la salud de las personas.

Al margen de las posiciones mantenidas desde organismos internacionales o de instituciones como la Comisión Europea, la cadena ganadero-cárnica se enfrenta a las campañas de grupos ecologistas sobre el bienestar animal contra el sacrificio de los animales, creando una imagen negativa de este tipo de productos, así como a las críticas por sus emisiones de gases de efecto invernadero. Desde el sector ganadero y la industria se denuncia que entidades como la Open Philantropy Proyect en Estados Unidos, con diferentes intereses industriales contra las carnes, están detrás de la financiación de esas organizaciones.

La última amenaza para el sector corresponde a la actual expansión de la demanda de los productos veganos elaborados con cereales, verduras y soja fundamentalmente, pero que en muchos casos se comercializan con denominaciones como hamburguesas, filetes o escalopes que están reservadas por la legislación en vigor solamente para productos elaborados con carne y que inducen a la confusión en el consumidor, además de generar un efecto negativo sobre el sector. El nuevo nicho de mercado de los productos veganos con denominaciones cárnicas ha supuesto la división en el propio sector, donde la mayor parte de los grandes grupos se han apuntado a elaborar este tipo de productos, pero no las casi 3.000 pequeñas empresas cárnicas que no tienen capacidad ni medios para operar en un comercio global. 

Campofrio fue el primero con su división Vegalia. El objetivo del grupo, señalan fuentes de la empresa, era dar una oferta respondiendo a la tendencia de los consumidores que buscan unos productos variados y naturales para toda la familia. El potente grupo cárnico Vall Companys constituyó la empresa Cyrcular Foods para importar inicialmente la hamburguesa vegana de la firma norteamericana Beyond Meat; Noel puso en el mercado Noel Nature; Aves Nobles y Derivados es accionista de Biotech Foods, la firma vasca que elabora carnes en laboratorio, a la vez que comercializa su hamburguesa Viva la Veggie; Emcesa elabora su marca No Meat; Palacios Alimentación su pizza vegana; Argal, Viva la huerta o Espuña con Bon Apetit… Junto a empresas ya instaladas en el sector han nacido o se han sumado otras como Foods for Tomorrow con su marca Heura, Euroveggie con su enseña Veggie Foods, o Biolab.

En relación con las amenazas o debilidades que se ciernen sobre el sector ganadero-cárnico, cabe señalar finalmente el reciente debate en el Parlamento Europeo sobre la OCM en el sector agrario donde la Comisión de Agricultura planteaba una enmienda para prohibir que los productos veganos elaborados con verduras, cereales o soja pudieran utilizar denominaciones como hamburguesas, escalopes o filetes. En la UE no existe una normativa común sobre este asunto. La normativa española de 2014 lo prohíbe.

De forma sorprendente, solamente los europarlamentarios socialistas y de Vox, una parte de Ciudadanos, PNV y Javier Nart votaron a favor de la enmienda, mientras el resto, los populares, nacionalistas catalanes Podemos, Izquierda Unida y Bildu lo hicieron en contra defendiendo las actuales denominaciones. Casualmente unas fechas antes varias importantes empresas cárnicas como Campofrío, Unilever e industrias ubicadas en Cataluña como Espuña, Noel, Argal o Vall Comanys habían remitido una carta a los eurodiputados para rechazar la enmienda propuesta por la Comisión de Agricultura.

Desde la Plataforma Carne y Salud, que agrupa a las cinco interprofesionales (vacuno, porcino, ovino y caprino, avicultura y cunicultura), se considera que no tiene ningún sentido ni coherencia que denominaciones cárnicas de toda la vida se estén utilizando para «otra cosa» elaborada a base de otras materias primas como cereales, verduras y, sobre todo, soja, con innumerables aditivos que pueden suponer un engaño al consumidor, y se lamentan de la posición adoptada por una parte de los eurodiputados españoles. Desde la Asociación Nacional de Industrias Cárnicas no se comparte la decisión del Parlamento. En la patronal se entiende que cada empresa es libre para tener su propia estrategia comercial, pero ello no puede suponer usar denominaciones tradicionales de la carne para etiquetar los productos veganos.