El lobo enseña los dientes

M.H. (SPC)
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Los daños causados por este carnívoro ponen a jaque a explotaciones en extensivo de zonas deprimidas de España donde cualquier otra actividad económica es casi inexistente

Para muchos ganaderos, la pérdida de un ternero es un auténtico drama. - Foto: Antonio Bartolomé

El último censo de lobo en Castilla y León, publicado hace algo menos de dos años, daba una cifra de 186 manadas de este cánido campeando por la comunidad autónoma, es decir, un 20% más que una década antes. Las zonas más pobladas son la provincia de Zamora, los Montes de León y las áreas de la Cordillera Cantábrica, aunque el aumento más relevante que reveló este trabajo, en términos relativos, se registró en las provincias de Ávila y Segovia. En cualquier caso, son pocas las zonas de esta región en las que no hay indicios de la presencia del carnívoro.

Esas 186 manadas son más de la mitad de las que hay registradas por toda España. El resto de grupos se encuentran sobre todo en Galicia, Asturias y Cantabria, aunque también se les encuentra en zonas de Pirineos, Sierra Morena, La Rioja y, según se ha podido constatar, cada vez más en las provincias al sur del Sistema Central y del Sistema Ibérico, como Madrid o Guadalajara.

Hace unas décadas, en los años 70, la población de lobos mermó hasta mínimos históricos. Solo unas pocas manadas en el noroeste peninsular y algunas otras aisladas en Sierra Morena sobrevivieron a la implacable persecución a la que se le sometió por parte de la población y también de la administración. Se le consideraba un «animal dañino» y se le acosaba con todos los medios posibles. En 1970, la nueva Ley de Caza pasa a considerarlo una especie cinegética, en vez de una alimaña, lo que supuso que para cazarlo ya había que respetar unos periodos de veda y adecuarse a unas modalidades permitidas. Este fue el principio de su renacer. Hacia los años 90 comienza a hacerse evidente que el lobo se recupera, y a buen ritmo. Va recolonizando territorios, territorios en los que muchas veces se lleva más de medio siglo sin ver uno, por lo que los ganaderos no están acostumbrados a su presencia.

Cada vez es más común verlos cerca de los pueblos, incluso a plena luz del día, como ocurre a menudo en Asturias o León.Cada vez es más común verlos cerca de los pueblos, incluso a plena luz del día, como ocurre a menudo en Asturias o León. - Foto: David PérezLamentablemente también comienza a crecer el número de ataques y surge un problema nunca antes conocido en España que hay que resolver: la convivencia de los ganaderos con los lobos. Este problema no había surgido antes porque nadie se planteaba que ganaderos y lobos tuvieran que convivir. Cuando había lobos en una zona y causaban problemas simplemente se luchaba contra ellos, se les mataba o se les expulsaba de esos territorios.

Sin embargo hoy en día las cosas son diferentes. Se aprecia el papel que tienen los lobos en la naturaleza y su protección ha llegado a nivel europeo. No se les puede cazar indiscriminadamente, sino que hay que respetar unos cupos, y además solo al norte del río Duero, ya que en la orilla sur de este curso de agua no se le considera especie cinegética. Y en este contexto, los ataques al ganado crecen de la misma manera en que lo van haciendo sus poblaciones.

El incremento en el número de animales domésticos muertos por los lobos no se debe solo a la mayor cantidad de estos carnívoros. También influye el hecho de que el manejo del ganado ha cambiado desde los años sesenta. Hace unas décadas la mayor parte de vacas, ovejas o cabras pertenecían a las familias del medio rural que tenían en estas reses, casi siempre en número reducido, un parte importantísima de su sustento para todo el año y las cuidaban como si les fuera la vida en ello, como en efecto así era. Actualmente abundan las explotaciones en extensivo con muchas decenas de cabezas que pastan gran parte del año libres con una vigilancia relativa y muchas veces complicada de implementar por la gran extensión del terreno por la que se mueven, lo cual se lo pone más sencillo al depredador. Un jabalí o un corzo son difíciles de atrapar, mientras que un ternero o un cordero van a oponer una resistencia mucho menor y son, evidentemente, más fáciles de localizar.

Resultado de un ataque. En manada son capaces de matar vacas adultas.Resultado de un ataque. En manada son capaces de matar vacas adultas.Así las cosas, con una búsqueda somera en la red es sencillo encontrar abundantes y recientes noticias de agresiones al ganado por parte de estos cánidos. Como es lógico, Castilla y León, que alberga la gran mayoría de los ejemplares, sufre una gran presión. Según un estudio de 2015 financiado por la Comisión Europea y con la supervisión de la Iniciativa Europea para los Grandes Carnívoros, la dieta del lobo en Zamora y Valladolid se compone en un 75% de ungulados domésticos; es decir, de cada cuatro veces que come, tres lo hace de una oveja (en este caso es la especie más depredada con diferencia). Ese año se registraron 1.253 ataques en esta comunidad.

Pero su expansión también se nota en otros lugares. La Comunidad de Madrid pasó de gastar unos 3.000 euros en compensaciones por estos episodios en 2013 a más de 154.000 en 2018, año en el que, según datos de la Unión de Agricultores, Ganaderos y Silvicultores de Madrid (Ugama), se produjeron 398, lo que supone más de uno diario. En Asturias, región con elevado número de ataques pese a su reducida extensión y a no tener un número exagerado de manadas comparado con el de otros territorios, COAG advertía hace unos meses de que aumenta la presencia de los lobos incluso en las afueras de los pueblos, acechando naves, hasta el punto de que Mercedes Cruzado, secretaria general de la organización, lamentaba que «no se trata solo de las pérdidas económicas de nuestras explotaciones ganaderas, sino que ha llegado a convertirse en un auténtico problema para los vecinos que tienen miedo a salir de sus casas incluso para ir a tirar la basura al contenedor»; y añadía que «estas imágenes se han venido repitiendo mucho antes de que apareciera el coronavirus», para dejar claro que el confinamiento no ha sido la causa.

 

Qué dicen los ganaderos

En agosto de este año, coincidiendo con una semana en la que se produjeron tres ataques en la provincia con cinco terneros muertos, ASAJA Ávila exigía soluciones a la Junta de Castilla y León para evitar la desaparición de la que es casi la única actividad económica en muchos lugares. Se quejaban de que «ni se controla la población de lobos, ni se pagan las pérdidas reales, ni lo poco que se abona se hace con prontitud, ni aún se han actualizado los baremos de indemnización tal y como se comprometió la administración regional con ASAJA y resto de OPAS hace ya cerca de un año». Además denunciaban que la administración regional «se opone por sistema» en vía administrativa a las reclamaciones de daños, con lo que al damnificado no le queda más remedio que acudir a la vía judicial, con todo lo que ello conlleva.

Hace apenas un mes COAG Castilla y León cifraba en 4.000 las reses muertas por los lobos durante 2019, con unas pérdidas asociadas de dos millones de euros (según datos de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, en el primer trimestre de este año ya hay registrados 569 ataques con un saldo de 851 muertes). La organización se queja de que buena parte de esas pérdidas recaen sobre los ganaderos «en tanto que la Consejería de Fomento y Medio Ambiente solo asume, aproximadamente, el 65 por ciento de coste de los destrozos en las explotaciones».

Desde hace años sus poblaciones están aumentando, pero no así las medidas de control.Desde hace años sus poblaciones están aumentando, pero no así las medidas de control. - Foto: Reyes MartÁ­nezUPA se quejaba hace unas semanas de que los profesionales al norte del Duero, al no ser el lobo en esta zona especie protegida, no tienen derecho a percibir indemnización alguna de la Junta de Castilla y León.

El mundo ganadero al completo se lamenta también de lo irreal de las valoraciones cuando se producen los ataques. Cuando llegan los agentes medioambientales las reses muertas pueden haber sido ya devoradas por los buitres, con lo que cualquier señal que pudiera verificar que es obra del lobo desaparece, al igual que la posibilidad de cobrar una indemnización. Además, hay que tener en cuenta que, aparte de los animales que mueren, hay otros que desaparecen, se producen abortos, merman las producciones de leche por el estrés causado por el ataque…

Si bien es cierto que, a escala nacional, el lobo no es el mayor problema al que se enfrenta actualmente la ganadería, en las zonas donde mata hace mucho daño. Se trata además de áreas que normalmente sufren una carencia grave de actividades económicas que generen renta y fijen población y en las que las explotaciones que quedan son clave para retener a las pocas familias que aún resisten.

El lobo tiene que estar: es bello, es una joya biológica presente solo en la Península Ibérica, es beneficioso para los ecosistemas que habita y puede llegar a generar riqueza (como ya ocurre en la Sierra de la Culebra zamorana). Pero tiene que estar controlado.