El Cariñoso

Fernando Pastor
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Todos los vecinos que le conocieron coincidían en que les pedió comida y en el detalle de las relucientes pistolas que portaba

Juan Luis González con Marcelo San Martín García, quien casualmente conoció al bandolero.

El Cerrato no es Sierra Morena ni ha visto corretear por sus tierras a personajes como Diego Corriente, José Ulloa Tragabuches, Jaime El Barbudo, José María Hinojosa El Tempranillo, Joaquín Camargo El Vivillo, Francisco Ríos El Pernales, Juan José Mingolla Pasos Largos o El Bizco del Borge, por citar a algunos de los bandoleros más emblemáticos.

Sin embargo sí ha habido varios bandoleros de renombre en sus tierras, como El Cariñoso o El Romo.

En los años 50 del siglo XX operaba por los montes de Cantabria un bandolero que denominaban El Cariñoso porque en su modus operandi era el de robar a los ricos para dárselo a los pobres, aunque con alguna dosis de crueldad, como en una ocasión en que abordó a una mujer que iba a Palencia en burro a por aprovisionamientos para la tienda que tenía y de un disparo mató al burro…pero era para regalarle a cambio un caballo estupendo.

Montes por donde anduvo El CariñosoMontes por donde anduvo El CariñosoSe encontraba en la estación de Palencia esperando la llegada de un tren cuando una pareja de la Guardia Civil le echó el alto y le pidió la documentación. Él, en vez de sacar la cartera sacó la pistola y disparó a los guardias, escapando por el camino del cementerio, Pan y Guindas, hacia el monte, hasta llegar al pago Las Cobalañas, zona montañosa de Magaz de Pisuerga. Así es como recaló en el Cerrato.

El día siguiente dos vecinos de Magaz, Conrado y Rodrigo, que habían subido al monte a cortar escobas, se le encontraron. Él les dijo que no temieran, que no quería hacerles daño, solo quería comida, y le dieron la comida que llevaban.

Días más tarde pasó lo mismo con Marcelo San Martín. Había ido al monte a arar y tras comer se echó la siesta. La perra que llevaba consigo comenzó a ladrar al ver al extraño, despertando a Marcelo. Le pidió comida y Marcelo le dio la tortilla que le había sobrado. Sentados ambos en el suelo, el bandolero le dijo «has oído hablar de El Cariñoso?»; Marcelo respondió «Sí, mi padre me ha contado que vive en las cuevas y anda  por las laderas del monte». «Pues soy yo», le espetó el fugitivo, poniendo dos pistolas relucientes en el suelo, «pero no tengas miedo, que no te voy a hacer nada».

Se comió la tortilla, bebió un trago de vino y se despidió de Marcelo diciéndole «dile a los guardias que has estado con El Cariñoso".

Marcelo bajó al pueblo yendo directo al bar, a contar lo sucedido. Allí otros vecinos le dijeron que a ellos les había pasado exactamente lo mismo. Todos coincidían en que les había pedido comida y en el detalle de las pistolas relucientes.

Puestos en contacto con el cuartelillo, Magaz se llenó inmediatamente de guardias civiles, prestos a buscar al Cariñoso. Cerca de la estación vieron a un hombre que no conocían, y aunque iba en bicicleta con un niño le echaron el alto. El hombre, llamado Alfredo, no les oyó y por eso no paró; los guardias le dispararon, hiriéndole en un hombro.

No encontraron a El Cariñoso en Magaz. Fue capturado posteriormente en Santander (donde había ido porque vivía su novia) cuando se encaminaba a atracar un banco.