«Hay que dignificar el empleo de los cuidadores»

A. Benito
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El director general de Personas Mayores, Personas con Discapacidad y Atención a la Dependencia reconoce que este último año ha sido muy complicado, pero asegura que la situación se ha ido afrontando gracias al trabajo de todos

«Hay que dignificar el empleo de los cuidadores»

Pablo Rodríguez es el director general de Personas Mayores, Personas con Discapacidad y Atención a la Dependencia de la Junta. Natural de Mazuecos de Valdeginate, es licenciado en Derecho y como funcionario de carrera del cuerpo superior de la administración de Castilla y León. Además ha ocupado diferentes cargos relacionados con la infancia, los servicios sociales y la familia en la institución regional. Rodríguez explica a Diario Palentino cómo han sido estos últimos meses y cuáles son los principales retos en materia de atención a personas mayores y personas con discapacidad.

La crisis del Covid-19 ha tenido un gran impacto en el colectivo de personas mayores. ¿Cómo ha sido su trabajo a lo largo del último año?

A nivel particular, familiar o laboral, todos hemos tenido algún caso cercano. Nadie estaba preparado para esta pandemia, ni siquiera el sistema sanitario. Ha sido un año muy complicado para todos, pero los Servicios Sociales estamos un poco acostumbrados a trabajar en situaciones complejas, aunque no de estas características. Es verdad que nosotros tenemos una dificultad añadida en ese contexto, pero la hemos afrontado entre todos y se ha ido superando gracias al trabajo de los profesionales, de los gerentes territoriales y de la consejera, a la cabeza de todos ellos. 

«Hay que dignificar el empleo de los cuidadores»«Hay que dignificar el empleo de los cuidadores»En cuanto a la situación concreta de las personas mayores que viven en residencias, hay que tener en cuenta que estos centros ni están configurados como hospitales, ni lo van a ser. Ese ha sido el gran problema al que nos hemos enfrentado. 

Es cierto que las residencias no son hospitales y que esta crisis nos ha pillado a todos por sorpresa, pero también es verdad que han salido a la luz ciertas deficiencias. ¿Qué planes tiene la Junta para mejorar el servicio en este tipo de centros?

En las residencias de personas mayores y personas con discapacidad venimos trabajando desde hace tiempo en un modelo de atención centrado en la persona. Creemos en las unidades de convivencia que permiten llevar una vida más normalizada, con estructuras más parecidas a un hogar, y esa es la línea en la que vamos a seguir trabajando.

«Hay que dignificar el empleo de los cuidadores»«Hay que dignificar el empleo de los cuidadores» - Foto: DAVID BERMEJONo creo que las residencias hayan tenido una deficiencia expresa de atención como modelo de Servicios Sociales, sino que con la crisis han aflorado carencias de tipo sanitario. Ese es uno de los retos que tendremos que afrontar: cómo sanitarizar las residencias, sin llegar a medicalizarlas, para que las personas que viven en ellas reciban la misma atención que las que viven en sus casas. Es un desafío a nivel regional, pero también nacional. 

Tenemos ahora mismo abiertas dos vías para diseñar el futuro de la atención residencial. Por un lado, se está hablando en la mesa del Diálogo Social de la dependencia, de incrementar las plazas públicas, de aumentar el precio de las plazas concertadas o, incluso, de las plazas de convalecencia. El fin es que esto redunde en las familias y en los usuarios, pero también en los trabajadores, para que tengan una mejor visibilización y un trabajo más gratificante.  Por otro lado, desde que comenzó la pandemia tenemos un grupo de trabajo del modelo de atención residencial para determinar hacia dónde tenemos que ir. Ese modelo lo queremos plasmar en una futura ley. 

Antes de llegar a ese punto estamos trabajando con toda una amalgama de entidades profesionales y asociaciones que nos han hecho aportaciones que ahora queremos seguir desarrollando y concretando en un texto. Ese modelo de atención centrado en la persona consiste en que el usuario analice su plan de vida para que las estructuras y los profesionales podamos adaptarnos a sus decisiones y creemos un hogar lo más parecido a su casa. Las residencias tienen que ser arquitectónica y funcionalmente similares a una vivienda.

Dentro de ese modelo, ¿qué cabida tienen nuevos formas de envejecimiento como la atención domiciliaria o las cooperativas de cuidados?

Lo primero que tenemos que hacer es preguntar a las personas mayores dónde les gustaría vivir. El 99% dirá que prefiere vivir, incluso morir, en su casa. Creo que es una reflexión que debemos hacer todos como profesionales y como instituciones. Tenemos que trabajar en ese sentimiento de las personas. ¿Por qué ir en contra de sus deseos? Hay que dar sentido a sus vidas, ese es el fin. 

Las residencias son una parte relevante en el cuidado de las personas mayores, pero son muchos más los mayores de 65 años a los que hay que atender y a cuyas expectativas hay que dar respuesta a través del envejecimiento activo.

Nuestra comunidad, cuando se han hecho evaluaciones internacionales, ha sido valorada como la sexta región de mejor puntuación en el envejecimiento activo. No nos supera nadie en España, ni tampoco la media nacional es superior a la nuestra. Solo están por encima algunos países del norte de Europa. Somos muy ricos en nuestro modelo de sistema familiar, en alternativas de ocio y en formación. La gente mayor, hoy en día, quiere seguir aprendiendo y tenemos que pensar que la franja es muy amplia: no es lo mismo una persona de 65 años con un proceso vital que requiere mucha participación, que otra de 90 años, que quizá necesita otro tipo de actividades. 

Como digo, el modelo de atención se basa en que las personas puedan permanecer en su casa, de ahí que estemos desarrollando distintos programas piloto. Es el caso de A gusto en mi casa, una iniciativa que estamos implantando, que evaluaremos y que intentaremos seguir desarrollando a través de la atención personal y aprovechando las nuevas tecnologías. De hecho, uno de nuestros retos es implantar la teleasistencia avanzada, la cual va a permitir atender a las personas en casa mediante sistemas tecnológicos que detectan determinadas situaciones de riesgo, pero también de forma proactiva con el seguimiento por parte del profesional, que llama al usuario para ver cómo está, para recordarle sus citas o para atender ciertos traumas. Se trata, por tanto, de combinar los avances tecnológicos con factores humanos. 

Otra idea es aprobar un plan contra la soledad, aprovechando también las nuevas tecnologías.

Hablamos de un ámbito que es un importante nicho de empleo. Desarrollar ese modelo del que habla puede ser una gran oportunidad para seguir empleando a gente en la comunidad

Efectivamente, y más en una comunidad autónoma muy rural que, además, precisa empleo. Estamos trabajando con el Ministerio e insistiendo en que hay que hacer una regulación estatal para capacitar y formar a los trabajadores en este modelo de atención centrado en las personas. También hay que determinar sus habilitaciones y las ratios en cada espacio y servicio. 

Por otro lado, es un foco de trabajo en cuanto a la construcción y adaptación de muchas de las residencias que estamos gestionando o que se van a poner en marcha. Hay una partida importante para obras en los fondos europeos de recuperación y nosotros hemos proyectado hacer nuevos edificos públicos para que puedan complementar a los que existen y están deteriorados o incluso para adaptar los que tenemos a las nuevas condiciones arquitectónicas. Un ejemplo es la residencia Puente de Hierro de Palencia, en la cual se están acometiendo obras para llevar a cabo la transformación de sus plazas en otras para dependientes en unidades de convivencia. Será una de las primeras en tener total disponibilidad en todas las plazas, en torno a 200. 

Existe la opinión de que, además de feminizado, el sector de los cuidados está tremendamente desvalorizado. ¿Cómo cree que podría regularse este asunto?

El trabajo de atender a las personas está feminizado, es algo cultural que llevamos impregnado. Parece que siempre son las esposas, las hijas y las madres las que cuidan del resto de los familiares y a otras personas en residencias o en su domicilio. Se trata de una cuestión que habrá que seguir trabajando, pero lo primero que tenemos que conseguir es dar valor a este trabajo. 

A nivel nacional estamos intentando que haya acuerdos dentro del Consejo Territorial para facilitar la obtención de habilitaciones, dado que hay una carencia de personal, y para homogeneizar una formación adecuada que no sea excesivamente compleja, pero sí que permita ofrecer unos cuidados dignos. Y, aunque exceda el ámbito de los Servicios Sociales, hay que tratar de que todo lo que se destina a mejorar los servicios repercuta también a los trabajadores. Nuestra pelea es, no solo que todo lo que dotemos de más dinero sea para un mayor bienestar de los usuarios, sino también que una parte sirva para mejorar las condiciones laborales de los cuidadores. 

Todo empieza por esa concienciación y una dignificación de este trabajo. Hay que dejar de pensar que se trata de un empleo secundario o residual. Al contrario, hay que ponerlo en valor, y esto, yo creo que se ha demostrado con la pandemia. En definitiva, un empleo más digno será también un empleo más diversificado y menos feminizado. 

En San Salvador de Cantamuda existe un edificio fruto de una importante inversión que iba a ser una residencia de ancianos, pero que nunca ha llegado a abrir sus puertas. ¿Qué puede decir sobre este tema?

La zona norte de Palencia, con el cierre de muchas de sus explotaciones mineras, recibió las ayudas procedentes de los Fondos Miner, que se intentaron aprovechar para reactivar las poblaciones que sufrieron aquel proceso. Una de las inversiones que se llevó a cabo con esos fondos fue la residencia de San Salvador. En su momento, el edificio se planeó con una expectativa. Sin embargo, desde que se llevó a cabo la obra hasta que se intentó darle una viabilidad, la expectativa cambió. 

A veces, el mundo rural es difícil, y más cuando en torno al mismo existen otros recursos similares que ya han generado un efecto llamada, véase Cervera o Aguilar. En Palencia tenemos una dotación de plazas residenciales por encima de lo que la Organización Mundial de la Salud viene recomendando, que son cinco por cada cien habitantes. En concreto, por la zona hay una media de 7,8 plazas, aproximadamente. 

Ahora, con la realidad de estos últimos años, desde el Ayuntamiento se está apostando por que se le pueda dar una nueva orientación a la infraestructura. La cuestión es que el edificio se construyó con Fondos Miner y para que fuera una residencia de personas, de manera que, en principio no se puede cambiar. No obstante, cuando se ha tratado de buscar entidades o empresas para gestionar la dotación, no se ha encontrado ninguna que quiera hacerse cargo de ella. El tema es complejo. 

A mi juicio, en el medio rural los edificios deberían ser multiservicios. Es muy difícil que un edificio sea solo una residencia en un pueblo de 400, 500 o 600 habitantes. Hay que darle utilidades diversas y, además, creo que es muy importante para las personas -especialmente para las mayores- hacer cosas que tengan que ver con todo el entorno, actividades más intergeneracionales aprovechando esas estructuras que pueden ser un soporte para llevar a cabo prestaciones en el domicilio. Insisto, hay que intentar que la gente siga viviendo en sus casas y es ahí donde trataremos de llevar los servicios. 

Dentro del envejecimiento activo, uno de los programas más destacados es el Club de los 60, al que la pandemia ha afectado de lleno. ¿Cuáles son las previsiones para este año?

El Club de los 60 se ha identificado durante muchos años con los viajes, pero engloba otro tipo de actividades. Mucha gente, cuando se jubila, está muy activa todavía y tiene muchas expectativas de su vida, quiere hacer cosas y demanda recursos y servicios. Por eso, estamos trabajando en que ese envejecimiento activo, que además previene la dependencia, sea más amplio y tenga un espectro más rico. Colaboramos con la Universidad de la Experiencia, que cada vez tiene más demanda, incluido el medio rural. Debemos aprovechar esta situación para hacerlo con sedes más telemáticas. 

Las actividades que llevan a cabo las corporaciones locales, especialmente las diputaciones en el ámbito rural, y las federaciones de jubilados, pensionistas y asociaciones del tercer sector es tremendamente importante. Organizan talleres cognitivos y ocupacionales, así como actividades de gimnasia y entrenamiento mental que hay que seguir reforzando, aunque sea adaptadas a esta nueva situación. Otro de los retos importantes es que la gente mayor se vaya famliliarizando con las nuevas tecnologías, porque manejar tablets, smartphones y ordenadores te permite estar en contacto con otras personas y participar en muchas actividades. Todo ese trabajo tiene que estar enriquecido con actividades intergeneracionales que también veníamos desarrollando y que habrá que seguir impulsando. 

En cuanto a los viajes, han sido los grandes perjudicados y, mientras no haya una vacunación generalizada, va a ser complicado retomarlos. Nadie puede arriesgarse hoy en día, y menos las personas mayores, a viajar sin una vacuna. Todo lo que se haga tiene que ser en un destino seguro; tal vez haya que empezar por viajes cortos para conocer nuestra tierra, porque lo que sí creemos es que a la gente hay que mantenerla activa. En la primera ola todo quedó paralizado y se ha demostrado que se perjudicó, y mucho, a la gente mayor.  

Otro sector de la población que se ha visto especialmente afectado es el de las personas con discapacidad

A las personas con discapacidad esta crisis las ha afectado más directamente porque tienen una serie de trabajos o rutinas asimilados en su día a día que son muy importantes para su integración y para el apoyo familiar. Por tanto, desde el primer momento, la calidad de vida de este colectivo se vio mermada. Todo se recondujo al trabajar con las asociaciones en la reconversión de las actividades presenciales en cuestiones de seguimiento, proactividad y telemática. Sin embargo, a medida que fuimos recuperando la «normalidad», recuperamos ciertas actividades que están basadas en esa asistencia a centros de día, talleres ocupacionales, centros especiales de empleo o centros de educación.  

Si preguntamos a las personas con discapacidad cuál es su deseo, seguramente dirán que integrarse en la sociedad y vivir de la forma más autónoma posible que le permitan sus circunstancias o características. Ese es otro de los retos que tenemos por delante. Ya estamos llevando a cabo los itinerarios, que se han visto incrementados exponencialmente en cuantía económica, dado que vamos a destinar más de 7 millones de euros a este apartado para formación, vivienda y empleo. 

Otro gran reto es la asistencia personal, que  procura una mayor autonomía a las personas. Nuestra intención es que exista cada vez más esta figura que todavía no está suficientemente regulada a nivel estatal y que también venimos reivindicando, de hecho, somos la segunda comunidad que más asistentes personales tiene. Es un servicio profesionalizado muy interesante que también genera empleo y que está pensado para todas las edades. 

Finalmente, necesitamos una ley innovadora a nivel nacional que trace la garantía de atención y de proyecto de vida de las personas con discapacidad a lo largo de todo su ciclo vital. Esto, además, daría tranquilidad a los progenitores.

En ese camino hacia la inclusión estamos todos implicados. Es muy importante la concienciación y que cada persona contribuya de alguna forma a favorecer esa integración

Ahí has dado con una tecla importante: la concienciación de la sociedad. En el ámbito de personas mayores o personas con discapacidad hay que tener altura de miras para ver sus capacidades y potencialidades, no sus carencias y sus déficits. Así valoraremos mucho más a ambos colectivos y también a todas las personas en situación de vulnerabilidad o de riesgo. Creo que esa es una de las labores fundamentales como sociedad. Si sabemos sacar de cada uno lo que es necesario e interesante, todos conseguiremos mucho más. A veces las barreras no las pone la arquitectura, sino las personas. Tenemos que ir rompiendo ciertas mentalidades y estigmas. 

Creo que este es un momento importante porque están cambiando muchos aspectos a nivel social, seguramente económico y qué decir de las nuevas tecnologías. Hay que pensar en esas personas con capacidades a desarrollar y para eso tenemos que trabajar las administraciones, las entidades y otra serie de organismos. ¿Por qué en EEUU un presidente puede tener 78 años y en España alguien de esa edad parece que ya no es útil para la sociedad? Creo que tenemos que dar otro sentido a cuestiones como esa.