La profundidad lírica en Miguel de Santiago

C. C.
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La catedrática Carmen Casado aborda la obra del poeta religioso de Tierra de Campos desde su experiencia «gratísima» como lectora, limitando la erudición y sin eludir la opinión personal

La profundidad lírica en Miguel de Santiago - Foto: Óscar Navarro

Miguel de Santiago Rodríguez es un sacerdote, periodista, ensayista, escritor y académico terracampino (Fuentes de Nava, 1948), un profundo conocedor de las virtudes y las posibilidades de la palabra, que ha procurado explorar al máximo en su vertiente poética. De Santiago explica que su poesía «tiene un sustrato trascendente, donde están la soledad, el amor, la muerte y Dios, pero es moderna y puede leerse fuera de lo religioso». Y la catedrática de Lengua y Literatura Carmen Casado destaca de ella su claridad, antes que ninguna otra cosa.


En La poesía de Miguel de Santiago, editado por la Institución Tello Téllez de Meneses el pasado año, Carmen Casado enfrenta la creación lírica del autor desde su «experiencia gratísima como lectora», más que como estudiosa y erudita; reconoce que ya sus inicios «evidencian una obra ambiciosa y compleja» y deja constancia de que es el «reflejo de las distintas etapas de su biografía: de la exaltación juvenil a la integración del dolor y el sufrimiento, atenuados por la profundidad de su fe y por la belleza de la naturaleza», tomada esta, a su vez, como «reflejo de una belleza superior». 


OFICIO POÉTICO. Carmen Casado señala que cuando Miguel de Santiago comienza a escribir su primera obra poética, Catálogo de insomnios, aún no ha cumplido 20 años «pero ya parece tener muy claro su oficio poético. «Brota aquella poesía de una base experiencial realista, de emotivo significado existencial y de trascendencia filosófica, que supone una reflexión profunda y emocionada sobre la condición humana, centrada en la fe religiosa que le guía». De los dos caminos que tomará la poesía religiosa en los años siguientes a la primera posguerra -preocupación existencial desprovista de la tabla de salvación que ofrece la religión y sentimiento religioso arraigado que encuentra un asidero en la fe-, De Santiago opta por el segundo. «Clama por la luz y el amor como metas de su vida y halla, en la más profunda religiosidad, respuesta a su búsqueda».


Subraya, asimismo, Carmen Casado, la «preocupación rehumanizadora» de su poesía, que plasmará recurriendo, de manera constante, a la infancia, la tierra y Dios. Y otorga a sus tres primeros títulos, Catálogo de Insomnios (1976), Parábolas del sueño (1996) y Vigilia (1997), el carácter de trilogía. «Estamos ante una obra poética transida de gozosa espiritualidad, que recurre a idénticos símbolos, diseñados ya en un estilo que se tornará propio e inconfundible».


Recordatorio (1997), Variaciones sobre una partitura de Vivaldi (2002) y La siega (2012), los tres libros siguientes, los agrupa Carmen Casado en una «trilogía de la vida del hombre hacia la vida eterna», centrada en el ser humano, en sus etapas vitales y en cómo las afronta el poeta. Y de Contemplar para orar con la naturaleza (2019), último poemario de Miguel de Santiago, que Carmen Casado estudia por separado, comenta que «explicita el amor a Dios, el amor a la naturaleza creada por Él y el amor de Dios reflejado en la belleza de la naturaleza para disfrute de los seres humanos».


Tras el estudio detallado de cada uno de esos libros, Casado concluye que De Santiago ocupa un puesto «relevante» en la nómina de los poetas palentinos de la segunda mitad del XX, por su «autenticidad, congruencia y calidad».