Torremormojón capea al coronavirus

Ignacio Crsepo
-

La localidad no ha tenido ningún caso positivo de Covid-19 desde que empezó la pandemia. Son 49 vecinos y ya están todos vacunados con la doble pauta de dosis

Torremormojón capea al coronavirus - Foto: Aisha Toquero

Pese a que nadie se escapa de los horrores de distintos tipos que la pandemia está dejando a su paso, hay un colectivo que ha tenido la fortuna de ver todo lo acontecido desde la distancia: los vecinos de Torremormojón. La localidad no ha contado con ningún caso positivo desde que comenzase la expansión del virus y, por fin, están todos los habitantes vacunados.

El pueblo se encuentra a 25 kilómetros de la capital y cuenta con 49 habitantes censados, de los que, en palabras de su alcaldesa, María Teresa Atienza, la mayoría solo acude en verano. De hecho, afirma que durante el invierno tan solo hay siete casas en toda la localidad que están habitadas, pero «desde ahora hasta mediados de septiembre el pueblo se llena de gente, especialmente muchos niños que no viven aquí durante el resto del año», apunta. Todos se conocen entre ellos, y la alcaldesa asegura que el ambiente es formidable, pese a que la vida social se resume en, como ella misma dice, «ir a por el pan, a alguna misa de domingo y poco más, hasta que no llega el calor y la gente que lo acompaña». 

El hecho de que, en principio, estén a salvo de sufrir graves problemas sanitarios por culpa del Covid-19 no implica que vayan a volver a los modos de  vida que antes se consideraban normales. «Aquí siempre obligamos a los vecinos en cualquier tipo de reunión que pueda producirse a llevar la mascarilla puesta.  Aunque estemos todos vacunados, hay que tener respeto por el de al lado, y nunca sabemos lo que puede pasar», asegura Atienza. Además, confirma que durante todo el proceso de pandemia  siempre han cumplido todas las medidas de seguridad recomendadas por las instituciones. 

220721ATT0186.JPG220721ATT0186.JPG - Foto: Aisha ToqueroTanto la alcaldesa como distintos vecinos de la localidad mantienen que nunca han tenido  miedo de que el virus se introdujera entre las viviendas del pueblo, ya que ni siquiera ha habido peligro de contagiarse. «Al final, aquí somos pocos y estamos acostumbrados a estar en casa. Los que vivimos aquí es porque nos gusta la vida tranquila de campo. No nos juntamos con mucha gente ni estamos en concentraciones. Por muy contagioso que sea, llevando esta vida es muy difícil», reconocen. Sin embargo, aunque los efectos sanitarios de la pandemia no hayan afectado de manera directa a estos vecinos, sí que se han visto perjudicados por ella. «Es verdad que tenemos la suerte de no haber tenido enfermos, pero, por ejemplo, mis hijos y nietos  han estado más de nueve meses  sin venir a verme, y eso también es difícil de asumir», confiesa Atienza, aunque matiza que cada vez puede juntarse más a menudo con su familia. 

La vida del pueblo.

Los vecinos de la localidad no disponen de una atención médica suficiente en el pueblo, y cada vez que necesitan asistencia deben llamar y esperar a que vengan de otros pueblos. Sin embargo, la dirigente de los asuntos públicos de la localidad considera que «no está tan mal. Llamas y en menos de media hora tienes un equipo en tu casa atendiendo cualquier necesidad, ya sea algo grave o simplemente tomar la tensión. El único problema es que tienes que estar llamando, pero no nos atienden mal». Como era de esperar, para vacunarse todos los vecinos han tenido que salir fuera de sus fronteras.  En concreto, a  la localidad de Villarramiel.

La persona de menor edad  residente del pueblo y, por tanto, la última en vacunarse, de acuerdo con el plan de vacunación gubernamental,  tiene 42 años. Torremormojón, en palabras de su alcaldesa, es un pueblo de gente muy mayor. «Salvo dos o tres vecinos, que se dedican a trabajos artesanales o a labrar  las tierras cercanas, el resto estamos todos jubilados. Cada uno vive de lo que tiene, pero excepto algún caso suelto, los vecinos son personas mayores», asegura la alcaldesa. 

Pese a las pocas facilidades que la localidad recibe para poder desarrollar una vida, en cuánto a comodidades se refiere,  adaptada a la época que vivimos, los vecinos de Torremormojón están felices de serlo, tal y como asegura una vecina que cada vez pasa más tiempo allí. «Antes solo venía en verano. Después, empecé a quedarme hasta finales de octubre, y ahora ya vengo a principios de mayo y me voy en noviembre, y por que debo hacerlo, que si fuese por mí me quedaba», asegura. 

Asimismo , Atienza añade que vivir en un pueblo de dimensiones tan pequeñas y con tan poca población es solo para aquellos a los que les guste la tranquilidad y soledad que ofrece el mundo rural.  Asegura haber vivido más de 20 años en la ciudad de Barcelona, y considera que «despertarse a diario con el sonido de las gallinas, salir a la calle y  respirar aire limpio de contaminación me merece más la pena que todas las comodidades de una gran ciudad».