"A menudo nos parecemos a ese que no queremos ser"

María Albilla (SPC)
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"A menudo nos parecemos a ese que no queremos ser"

Rápido en las respuestas, buen conversador y con una charla no exenta de reflexiones, muchas consecuencias de haber vivido intensamente, el escritor, periodista, guionista, colaborador televisivo y marido de Nuria Roca, Juan del Val, presenta su nuevo título Delparaíso. Y lo hace en un buen momento profesional como cara reconocible de El Hormiguero y El desafío, pero enjaulado por la pandemia, «que me está robando todo lo que yo soy». 

Del Val abre la puerta en esta novela a una urbanización de lujo en la que cohabitan todo tipo de pasiones y dilemas morales con los que identificarse porque son tan reales como la vida misma.

Conclusión número uno. Somos cotillas, muy cotillas. Nos encanta hurgar en la vida de los demás… ¡aunque sea en la literatura!

Qué buena excusa que exista la literatura para poder entrar en la vida de los demás. Tú imagínate de qué íbamos a vivir los escritores si no nos gustara hurgar en la vida de los demás. He de decirte que, personalmente, detesto la crítica y el juicio a los demás por lo que hacen, pero reivindico el cotilleo. Me encanta; me encanta saber de la gente y creo que es un poco de lo que vivo honestamente. De estar pendiente de lo que me rodea. Y lo que más me gusta de lo que me rodea, son las personas.

Delparaíso es un bestiario de las pasiones humanas. Hay amor, hay lujuria, hay venganza, hay odio, bondad… ¿Hay alguna de la que usted adolezca más?

Yo estoy ahí entero. Todo lo que está en esas historias tiene algo que ver conmigo. Hay un montón de personajes y todos, hasta los que peor me caen y los más miserables tienen algo de mí. Me considero moralmente por encima de muchos de ellos, de otros no tanto, pero a menudo nos parecemos a ese que no queremos ser. Yo no soy nada ejemplar, así que todas las virtudes y todos los defectos que aparecen en los personajes tienen que ver conmigo.

No tendrá algún vecino de urbanización que se pueda reconocer…

Seguramente se reconozca mucha gente, que no necesariamente sea mi vecina. En esta novela aparecen muchos personajes, muchas emociones, muchos pensamientos. A mí me parece que no es difícil sentirse reconocido en alguno de ellos, sobre todo en sus dudas y miedos.

¿Los dilemas morales nos igualan independientemente del tamaño de la casa en la que vivamos?

Los dilemas morales y los miedos, aunque algunos sean frívolos como el miedo a envejecer o a no gustar... En ese sentido no son tan distintos los que viven dentro de Delparaíso que los que viven fuera. Sí que es cierto que he querido crear un lugar atractivo que de cierto morbo. Es como ponerse en la mirilla de un lugar inexpugnable.

 

¿Acaso tiene sentido protegerse de la vida?

Ese tipo de urbanizaciones de lujo, muy típicas en Sudamérica, se basan en la seguridad, en que nadie pueda entrar, pero te protegen solo de eso, de que no entren los ladrones. De todo lo demás que tenemos los seres humanos por dentro no te protegen ni los muros, ni las cámaras, ni los vigilantes de seguridad. 

Lo cierto es que las apariencias en muchos, en muchísimos casos engañan. Todos los personajes tienen algo que ocultar… En su caso, ¿es un hombre de secretos?

Hombre, yo tengo cara B, C, D, E... Todos somos muy complejos, pero estamos acostumbrados a dar una versión de nosotros y, efectivamente, estamos en una sociedad en la que las apariencias son muy importantes. Lo vemos en las redes sociales, donde parece que siempre te lo tienes que pasar bien. Y esta cara que da casi todo el mundo a mí no me interesa. Claro que tengo secretos que no comparto con nadie y creo que esto le pasa a todo el mundo.

¿Es incluso necesario tener secretos? Aunque los secretos suelen llevar a la mentira...

Estoy de acuerdo con los secretos y con la mentira. La verdad está sobrevalorada y me explico. Las personas son complejas e intentar reducirlas a algo simple y lineal en cuanto al deseo o la ambición es aburrido. Las personas simples no me interesan en la literatura y en la vida. Las personas con una vida llena de certezas, donde tienen claro qué hacer y qué desear en cada momento no me interesan.

¿Pero acaso existe una vida llena de certezas?

Yo no me los creo, pero hay gente que parece que tiene muy claro cómo tiene que ser su pareja, el trabajo, su casa, sus hijos... Me interesan las dudas como autor y como persona.

¿Se ha arrepentido muchas veces de las decisiones que ha tomado después de dudar?

Nunca. Si he tomado una decisión y no era la acertada, para mí me la llevo. De la única cosa que me podría arrepentir es de hacer daño a alguien y creo que de manera premeditada jamás lo he hecho en mi vida. Equivocarse forma parte de la vida. 

Ahora le vemos en la tele, presenta libros, le imaginamos viviendo en una bonita casa en una urbanización tipo Delparaíso, pero en este libro aparecen muchas clases sociales y usted dice que ha pasado por todas ellas. Larga vida...

Sí, sí. Es una de las ventajas de haber vivido intensamente y de ser ya bastante mayor. En la vida, y más si eres escritor, te han tenido que pasar cosas. Dudo de estos autores que solo tienen referencias literarias y poca vida. Eso se nota. La verdad es que yo sí he pasado por muchos lugares en mi vida y que vivo en una casa que no es tan espectacular como las de Delparaíso, pero no está nada mal. Que podría haber sido el obrero que hace ñapas en Deparaíso, pues sí. Y que he sido clase media absoluta, pues también. Conozco de primera mano que te sonría la suerte y puedas ir a un restaurante caro y también estar completamente tieso.

Es su tercera novela en solitario, la de confirmación. Entre esta y su papel en El Hormiguero, igual Nuria Roca empieza a ser la mujer de Juan del Val...

Bromeamos mucho con esto, sí, pero no tiene mucha importancia... Siempre seré el marido de Nuria Roca y me encanta. He vivido de una manera muy reconfortante con esta etiqueta. Lo que importa es lo que se ve y habitualmente se le veía a ella mucho más que a mí y ahora se me ve a mi un poco más que antes...

Han compartido novelas, ahora plató, vida, casa, hijos… ¡qué intensidad de matrimonio!

Llevamos 22 años juntos y casi trabajando juntos desde el primer día y, bueno, hay muchas parejas así, solo que no son mediáticas. Hagamos lo que hagamos, aunque sea algo individual, nos lo tomamos como un proyecto común. Ella ahora va a empezar a a hacer teatro y yo lo estoy viviendo como si fuera algo mío y, a l revés, también sucede con el libro. Vamos siempre de la mano.

La novela se acaba del tirón... Supongo que no le ha costado escribirla lo mismo que a mí leerla.

Te garantizo que no. Para escribir fácil cosas profundas hay que trabajar muchísimo. Hay cierto complejo tanto en los escritores como en los críticos cuando se habla de novela fácil de leer, como si fuera algo despectivo. Si es fácil de leer será que es buena. Otra cosa es que sea simple. Yo lo que procuro es escribir de una manera muy directa, pero no quiere decir que no tenga mucha carga de muchas cosas. Tiene mucha filosofía. Esta novela es mucho más ambiciosa que todo lo que había escrito hasta ahora.

¿La escribió confinado?

Antes del confinamiento ya la tenía encauzada. Tendría como un tercio o así... Cuando nos confinaron pensé que el mejor momento para acabarla. Además, yo tuve la COVID-19 al principio y estuve asintomático y me parecía un gran momento... pero no me salió ni una sola línea. Me parecía todo de una inmensa tristeza que no me dejaba. Para escribir necesito vivir, que las cosas se mueva, ir a los bares, que haya gente... Ya en verano, cogí vacaciones, me confiné voluntariamente y la terminé.

Reírse de uno mismo como filosofía de vida. ¿Por qué esa y no otra?

En mi casa, de niño, nunca había límites a la hora de reírse de las cosas y de divertirse. Evidentemente, la vida me la tomo en serio, pero intento buscarle la risa a todo. Creo que uno se puede reír de todo y para empezar, hay que reírse de uno mismo. 

Hay gente que se enfada con estas cosas, que se sienten agredidos con todo, que no tienen sentido del humor... Se toman demasiado en serio a ellos mismos y nada les hace gracia y el sentido del humor es el principal rasgo de la inteligencia.

Uy, es que hay tanto ofendidito...

Perdemos demasiado tiempo haciendo referencia a ellos en las redes sociales y lo que hay que hacer es no dar poder a una panda de mediocres que lo que hacen es buscar los lados malos de las personas que hacen cosas. Y no lo digo por mí, lo digo en general. ¿Que se ofenden? ¡Pues déjales, que se ofendan!

Es la dictadura de lo políticamente correcto, ¿no cree?

Sí, claro, pero quien quiera entrar que entre. Yo estoy un poco harto de que se proteste por esto, pero que nadie cambie nada, que no se diga nunca en los medios cosas que puedan incomodar. ¡Coño! Es que todo el mundo habla pero nadie dice nada. No hay provocación y eso es parte también del deber del comunicador, remover para que la gente piense. A la gente le importa demasiado lo que opinen de ella. Ahí tengo algo de ventaja porque a mí me da exactamente igual.

Y ahí está usted en sus tertulias televisivas con Pablo Motos en las que detesta todo lo que nadie se atreve a decir que detesta.

No todo el mundo lo entiende. Yo de repente digo ‘detesto a todas esas personas que comen queso de postre’ y siempre hay alguno que te entra por las redes sociales y te dice ‘pues eres un imbécil, quién eres para decirme lo que tengo que comer de postre’. No entienden nada.

 

¿Qué es lo que más ha detestado, pero ahora de verdad, de este año infame que estamos viviendo?

A mí esta situación me mata, pero enteramente. Todos estamos hartos de no poder llevar una vida normal. En mi caso, es que va contra todo lo que yo soy. Soy de abrazar, soy de estar con gente, soy de bares y conciertos, de abrazarme al de al lado en un partido de fútbol cuando meten un gol aunque no le conozca de nada... Todo esto me gusta, así que imagínate lo que sufro. Quiero volver a ser exactamente como antes.

¿Cree que volveremos a ser como antes o la pandemia nos cambiará nuestra forma de ser?

Estoy seguro de que sí. Cuando se nos pase el miedo, hayamos superado la enfermedad y nos quitemos las mascarillas conviviremos como siempre. Que si creo que pronto... no.

¡Acabemos con una polémica!

Detesto a la gente que dice frases que no van a ninguna parte, que son para rellenar silencios. Por ejemplo, cuando terminas de cenar y dices... ‘pues ya hemos cenao’. Coño, pues claro... O: ‘las croquetas están mucho mejor de un día para otro’...