El sargento Urraca y el teniente

Fernando Pastor
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El teniente manifestó su intención de denunciarlos, pero al final consideró que había servido para que los niños se divirtieran

El sargento Urraca y el teniente

En Torquemada existía una base militar de telecomunicaciones.  En la recta final de su existencia (hace ya varias décadas) fue derivando en un lugar de control de defensa estratégica pasiva, sin la actividad propia de telecomunicaciones. Por ello el régimen disciplinario interno en la base se relajó mucho, dejando de ser lo estricto que en una instalación militar se supone. 

Los mandos, para no aburrirse por la falta de actividad, decidieron construir una piscina. Ordenaron a los soldados cavar con un pico hasta lograr el hueco necesario para el vaso de la piscina. Pero una vez hecho se percataron de que era imposible subir el agua hasta allí. Decidieron entonces tapar el hueco hecho, pero solamente por arriba, a modo de techo pero con una pequeña entrada, manteniendo la oquedad para ser usada como bodega donde celebrar meriendas. 

Estas cuitas llegaron a oídos de algún mando importante del Ministerio de Defensa y no gustó la relajación que suponía, considerada impropia del ejército. Por ello enviaron a la base a un teniente, jefe de telecomunicaciones, muy serio y con una gran barba que imponía.

Ante la proximidad del 30 de mayo (festividad de San Fernando, patrón del Arma de Ingeniería), el sargento Urraca, que estaba a cargo de la base, decidió hacer una fiesta infantil e invitar a los hijos del teniente recién llegado, con intención de agradarle y que su informe no se cebara con el déficit de disciplina por el que fue enviado.  

Para organizar la fiesta contrató a Chapillas. Este llevó a dos actores para que realizaran un número de payasos, lo más apropiado para un público infantil.

Como es típico, uno hacía de payaso tonto y otro de payaso listo (augusto y clown respectivamente, según el argot). El que hacía de payaso tonto decía que en su familia eran barberos y en su pueblo trabajando de barberos se les iba la tijera y cortaban muchas orejas. Decía «cortamos más orejas que Manolete; teníamos un gato que se puso muy gordo de comer las orejas que cortábamos». El clown le decía «pero cállate, que si dices eso no te van a salir más clientes». 

El augusto quería entonces demostrar que había aprendido a afeitar y ya no cortaba orejas. Para hacer la demostración tenía que sacar a una persona del público. El más apropiado para el número era el teniente recién llegado, ya que tenía barba y el pelo más largo que los soldados, que tenían que tenerlo rapado. Así que lo sacaron y jugaron con él hasta agotar su                      paciencia. 

El augusto le embadurnó la cara con agua y con espuma que llevaba en un caldero y le dio con una brocha para simular afeitarle. Cuando la brocha no daba de sí con tanta espuma continuó con una escoba: la metía en el caldero de la espuma y le daba con ella en la cara y en el pelo. Después ya directamente le tiró el cubo de agua por la cabeza. Y cuando ya no tenía agua escupió en la brocha y le dio en la cara. Por último cogió unas tijeras y una navaja enormes (de madera, pero pintadas con purpurina parecían metálicas) para afeitarle.

Todo ello ante la risa de los soldados y los niños que estaban        viéndolo. 

El sargento Urraca entró en pánico pensando la que le iba a caer, pues se trataba de ese teniente serio que había ido a la base justamente a poner orden. 

Cuando finalizó el espectáculo Chapillas fue a pedir disculpas al teniente. Este le pidió hablar con los dos artistas que habían hecho de payasos, y les preguntó por qué le habían elegido a él y si alguien les había indicado que fuese él elegido para realizar su numero. En definitiva, si había alguna intención oculta en esa elección. Le aseguraron que no, que el único motivo para elegirle era que tenía barba y el pelo más largo que el resto, y que ni siquiera sabían que era un alto mando.

Aunque el teniente manifestó su intención de denunciarlos, el incidente no llegó a más porque finalmente tuvo en consideración que había servido para que los niños se divirtieran.