En 1706 se construyó en la ciudad de Palencia el germen de lo que sería un sistema de abastecimiento de agua, aunque quedaba lejos pensar en que el líquido elemento llegara a cada una de las viviendas de la villa, porque las captaciones del agua del Monte El Viejo no alcanzaron siquiera a la ciudad, sino solo al Puente Mayor.
La dificultad técnica por entonces y la económica impidieron que la traída de aguas llegara a la Plaza Mayor como se pretendía y solo se instalaron dos fuentes junto al Puente Mayor.
El segundo intento tuvo un cierto éxito. Ya en 1763 el agua, desde otras captaciones llegó hasta una arqueta en la plaza del Cordón, y de ahí a 4 fuentes: plaza del Cordón, de a catedral, plaza Mayor y Pasaderas de Doña Úrsula (Monumento a la Mujer Palentina). El problema es que no había canalización de salida y se generaban fugas, lo que provocaba frecuentes barros, humedades y quebrantos en las tuberías de barro, que se reparaban mediante betunes y ligaduras.
300 años después, las canalizaciones son de barro, el agua de la ciudad ya no llega del monte, y hay más de cuatro fuentes, pero el problema de las averías y las fugas es algo a la orden del día, aunque los sistemas de control, las campañas de concienciación y la inversión especialmente en la red de abastecimiento, permiten que la pérdida de recursos hídricos sea cada vez menor.
Tanto es así, que las fugas detectadas por Aquona, concesionaria del servicio de abastecimiento, cayeron en 2018 un 25%, a las 150, desde las casi 200 del año anterior.
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